martes, 13 de abril de 2010

CEGUERA CORTICAL POR DAÑO CEREBRAL

Este mal, conocido como discapacidad visual neurológica, se caracteriza por disminución y pérdida de la visión debido a daños no en el ojo, sino en la región cerebral que procesa las imágenes. Se puede presentar desde el nacimiento, su gravedad dependerá del tipo de lesión y en todo caso requiere de cuidados y educación especiales.

Diversos estudios indican que la principal causa de pérdida de visión en infantes es la discapacidad visual neurológica, padecimiento que en algunas poblaciones tiene una incidencia de hasta 21% y que se caracteriza porque el globo ocular por sí mismo es normal y funcional, pero existe una lesión en el área cerebral posterior, encargada de procesar las imágenes, que genera una interpretación incorrecta de la información que recibe.

Aunque este mal es también conocido como ceguera cortical, discapacidad visual cortical y maduración visual retardada, lo cierto es que cada uno de estos nombres hace referencia a una afectación específica, por lo que se consideran divisiones de un mismo padecimiento.

Así, hay que mencionar que la discapacidad visual neurológica tiene varias causas, entre ellas la falta de oxígeno antes, durante o después del nacimiento; padecer una infección de las membranas que protegen el cerebro (meningitis) o debido a una lesión ocasionada por un golpe. Como consecuencia de esto, los niños con este mal suelen tener otros problemas, siendo más comunes:

Atrofia óptica. Se trata de un defecto del nervio óptico que impide la conducción de las imágenes al cerebro.

Hipoplasia del nervio óptico. Es una discapacidad visual causada por un defecto congénito (con el que se nace) del globo ocular.

¿Cómo se descubre?
La detección de la discapacidad visual neurológica se puede efectuar hasta los cuatro meses de edad, ya que antes de este tiempo no se ha desarrollado adecuadamente el sentido de la vista en el infante, quien al nacer sólo percibe formas o colores y se guía, más bien, por tacto, olfato y oído. Asimismo, comienza a distinguir figuras y personas desde los dos meses de edad, pero es hasta el tercero, aproximadamente, cuando logra la nitidez; por ello, es después de este lapso que los padres pueden saber si su hijo reacciona a sus llamados porque los reconoce visualmente o voltea la cabeza sólo cuando escucha un sonido que llama su atención.

Ante cualquier duda sobre la salud del pequeño, los padres deben acudir al pediatra para que éste realice una evaluación y, en caso de sospechar sobre discapacidad visual por un problema en el cerebro, recomendará nuevas pruebas con un neurólogo pediatra y un oftalmólogo, quienes realizarán el diagnóstico de manera conjunta y determinarán las causas que originaron el padecimiento.

Problema complejo
La discapacidad visual neurológica causa ceguera en distintos niveles, ya que el daño puede ser parcial o severo, temporal o permanente; hasta la fecha no es posible predecir cómo será la visión del pequeño a medida que madura, pero en muchos casos se experimenta mejoría en la percepción.

Así, hay casos en los que se tiene mejor visión periférica que central, motivo por el que los infantes prestan mayor atención a los objetos que están al costado del ojo; también es frecuente que la pérdida del campo visual sea asimétrica, lo que significa que un globo ocular ve menos que otro.

En general, los pacientes con este problema perceptivo tienen dificultad para distinguir los objetos apoyados en la pared, y les cuesta trabajo observar muchas imágenes juntas, como cuando se les muestra una hoja con varias fotografías; además, es común que confundan las proporciones y la noción de espacio pues, por ejemplo, no ubican una silla aunque la puedan ver.

También suelen ser poco atentos visualmente; no les gusta mirar los objetos y prefieren usar el tacto, por lo que es común ver a un niño voltear la cabeza en sentido opuesto a un objeto que explora con las manos.

Ante todo, los padres deben saber que existen posibilidades para que su hijo sea estimulado visualmente y que diversas investigaciones han demostrado que los ejercicios adecuados ayudan en la abrumadora mayoría de los casos a los niños con problemas visuales, particularmente en aquellos casos en que la discapacidad se debe a lesiones neurológicas.

Terapia
Si bien los ejercicios a seguir en el tratamiento de la enfermedad serán determinados por especialistas calificados y dependerán de la severidad de cada caso, a grandes rasgos el trabajo de rehabilitación consistirá en agudizar la capacidad de observación del pequeño mediante ejercicios.

Durante la terapia son utilizadas fotografías grandes y simples en las que se presenta gran contraste en los colores de modo que, por ejemplo, un juguete amarillo aparezca sobre un fondo negro. Las imágenes se mostrarán una a una, en un lugar adecuadamente iluminado, y se dará tiempo al niño para que las observe con detenimiento.

Ya que la percepción del color se encuentra generalmente intacta, el uso de distintas tonalidades puede ser favorable; así, debido a que amarillo o rojo son fáciles de ver, es posible utilizarlos para remarcar el contorno de números, letras o figuras geométricas, incluso objetos, a fin de crear un código de colores o para atraer hacia algo que los tutores o terapeutas desean que el niño mire.

También es importante que el uso de tonalidades en los materiales y objetos utilizados por el pequeño sea constante para evitar confusiones: si el niño utiliza un tazón rojo en la casa y al verlo sabe que es la hora de comer, un objeto similar debe utilizarse en la guardería o cuando se encuentra de visita en otro hogar, ya que la repetición y las rutinas pueden ayudar al niño a comprender mejor su ambiente visual.

Otros aspectos importantes que se deben cubrir durante la terapia para que ésta dé buenos resultados son:

•Procurar que el trabajo se realice por períodos cortos o una tarea larga se divida, ya que el rendimiento visual se reduce con la fatiga.

•Buscar que el ruido externo y estímulos ambientales sean mínimos para evitar que el pequeño se distraiga.

•El lenguaje ayuda al niño a comprender una situación visual, dándole sentido, por lo que el padre o tutor debe hacer énfasis en sus explicaciones y cuidar ser paciente y detallado.

•El pequeño debe encontrarse cómodo, ya que esto facilita su concentración.

Finalmente, sólo queda remarcar que una terapia será más efectiva con la participación activa de los padres, quienes pueden trasladar los ejercicios a situaciones cotidianas; por ejemplo, ayuda mucho que los tutores enseñen activamente a identificar colores, mostrando el rojo, verde o azul de un vehículo o ropa de una persona en movimiento, y sugieran al pequeño que lo siga con la mirada a medida que se desplaza por una calle.

Fuente: http://www.saludymedicinas.com.mx/Nota.asp?ID=1198&IDC=

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