martes, 1 de junio de 2010

NO EXISTE NINGUN MILAGRO CHINO CONTRA LA CEGUERA

La terapia con células madre está aún en fase experimental y aunque las perspectivas son alentadoras, la ciencia no ha conseguido demostrar de forma fehaciente su eficacia en la curación de enfermedades en humanos. Se precisa mucha prudencia.

ESCRIBIR los más de seis mil caracteres que completan esta página hablando de salud no es una empresa sencilla. La tarea es ardua ya que no es posible abarcar todas las áreas del conocimiento relacionadas con las ciencias de la vida. Muchas personas la leen y es preciso documentarse profundamente en fuentes solventes para minimizar los errores. Un camino, el de la documentación, plagado de peligros; unos derivados del desconocimiento y los mitos y otros productos de la calculada manipulación de la información por parte de los lobbies interesados en promocionar o desprestigiar determinada tecnología sanitaria. No existe una fórmula mágica para no caer en la trampa, aunque sí disponemos de una receta segura: utilizar recursos que se sustenten en la llamada Medicina Basada en Pruebas. Una metodología en la que se apoyan la mayor parte de las decisiones que se toman hoy en la práctica médica y que aun cometiendo errores -pocos- es capaz de corregirlos. Una vez publicado el artículo, la recompensa llega de la mano del reconocimiento y si éste viene de alguien que comparte tu misma formación, mucho mejor. La pasada semana un encuentro casual con un compañero cirujano me permitió comprobar que alguien se había leído la mayoría de lo que había publicado en esta sección y lo recordaba. Tras exponerme sus consideraciones -incluso alguna positiva- la conversación finalizó comentando un artículo aparecido el día anterior en otra sección. En él, se describía la posibilidad de curar ciertos tipos de ceguera, en China, con células madre. Los dos, que compartimos el espíritu crítico, nos sentimos decepcionados ante una afirmación con tan poca base científica.


Se titulaba Un milagro chino contra la ceguera. No se trataba de una noticia de última hora, ya había sido publicada por un diario español en septiembre pasado y reaparecía cometiendo los mismos errores. Describía lo ocurrido con una niña y una joven que padeciendo graves enfermedades congénitas causantes de ceguera habrían sido curadas, al menos parcialmente, con un tratamiento a base de células madre. Unas células madre, en este caso, muy inteligentes; ya que eran capaces, según relataba el artículo, de reconocer dónde estaba el daño, acudir y repararlo. Lamentablemente, la única información disponible sobre estas dos extraordinarias -milagrosas- curaciones sólo está disponible en páginas de internet y en diarios de información general. Ninguna revista científica de prestigio ha publicado nada acerca de estos asombrosos avances científicos. Ni siquiera la empresa que las comercializa, pionera en la llamada medicina regenerativa, es capaz de citar referencia bibliográfica alguna sobre estas curaciones.

La medicina regenerativa se sirve de células madre para sustituir células dañadas de un tejido por otras nuevas totalmente funcionales. Una larga lista de enfermedades entre las que se encuentran: el Alzheimer, el Parkinson, algún tipo de diabetes, y las lesiones medulares traumáticas, se verían hipotéticamente beneficiadas por la terapia regenerativa. Una célula madre puede, ante estímulos concretos, dividirse y transformarse en cualquier tipo de célula especializada del organismo, obteniéndose, de esta manera, células de recambio que reemplazarían a aquellas averiadas carentes de capacidad funcional. La terapia con células madre está aún en fase experimental y aunque las perspectivas en cuanto a las posibilidades de aplicación en humanos son alentadoras, la ciencia no ha conseguido controlar los estímulos que desencadenan la multiplicación y así disponer de gran cantidad, ni modular su plasticidad con el fin de que se conviertan en un tipo de célula especializada y no en otra. En el primer mundo no existen ensayos clínicos correctamente diseñados que demuestren su eficacia en la curación de enfermedades en humanos. En China, por el contrario, el número de publicaciones sobre este tipo de tratamientos es abrumador.

Los enormes esfuerzos que están realizando las instituciones chinas para situar a su país en la cabeza de la I+D mundial -cerca del 20% de su presupuesto de investigación se dedica a las ciencias de la vida- están generando resultados. China aventaja ya en número de publicaciones científicas a muchos países occidentales. Sin embrago, ni esas enormes inversiones, ni las suculentas ofertas laborales para atraer autoridades científicas internacionales, ni la laxitud de algunas limitaciones legales están consiguiendo el impacto deseado. Algo de la genética comunista parece mantenerse en Asia a la vista de la estajanovista necesidad de crear ciencia. Lo importante no es la calidad sino la cantidad de artículos publicados. Para las personas implicadas en esta cadena integrada de producción científica el lema parece ser: publica o desaparece. Aunque, distanciándose de la ortodoxia socialista, las autoridades chinas hacen un guiño a la economía de mercado ofreciendo desorbitadas recompensas económicas por cada publicación. En los países líderes en investigación, el debate se centra en la credibilidad de estas publicaciones y en la falta de seguridad en los mecanismos de aprobación de las nuevas tecnologías sin haber demostrado resultados concluyentes. La comunidad científica internacional mantiene dudas sobre la veracidad de algunos textos chinos donde se publican resultados fraudulentos en mayor proporción que Europa y América.

Con fraudes o sin ellos, el avance de esta tecnología sanitaria es imparable, pero aún faltan muchos años para que las prometedoras líneas de investigación abiertas con las células madre den sus frutos con tratamientos eficaces y sobre todo seguros. La falta de seguridad es uno de los mayores inconvenientes de la medicina regenerativa: sobre todo su potencial capacidad de desarrollar tumores malignos. A principios de mayo tuvo lugar en Florida la reunión de la ARVO -el foro más avanzada en investigación oftalmológica- y entre sus conclusiones destaca la necesidad de ser prudentes y completar todas las fases de los ensayos clínicos para evitar los gravísimos efectos adversos detectados tras la utilización de células madre en el tratamiento de algunas enfermedades de los órganos de la visión. Esta humilde opinión de personas expertas está en las antípodas del artículo cuyo titular ensalzaba las células madre como milagrosas.

Con seguridad, un titular como el que nos ocupa captó la atención de las personas que lo leyeron y más si tenemos en cuenta nuestra avidez por todo lo que tenga que ver con los descubrimientos médicos. Pero, sin duda, no era el que se merecían las personas que padecen graves discapacidades visuales ni sus familias. Las inexactitudes no tendrían gran importancia si no se refirieran a un tema tan sensible como la ceguera, donde son necesarias informaciones objetivas, rigurosas, y comprensibles por las personas a las que van destinadas. Desde mi punto de vista, la difusión de noticias que conllevan un gran avance para la salud -no es éste el caso- no acaba en la mera descripción sin contrastar de lo que nos ofrece la ambiciosa empresa fabricante, es imprescindible sopesar las implicaciones éticas y las consecuencias de esa noticia en las personas afectadas, sus familiares y la sociedad. La ciencia trabaja para encontrar soluciones aplicando la metodología que dispone, lenta pero segura, pero la displasia septo-óptica y la hipoplasia del nervio óptico no se curan hoy con células madre ni en China ni en otro país. Ojalá dentro de poco tiempo esta última frase sea falsa. Mientras tanto, el poderoso marketing seguirá influyendo en los medios de comunicación haciendo prosperar el turismo de células madre, crecimiento que no sólo se producirá en países con escaso control como China, sino que está floreciendo en otros muchos más avanzados científica y culturalmente, bajo la quimérica promesa de la ausencia de enfermedad y la eterna belleza.

Fuente: http://www.deia.com/

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