Si sentarse ante una buena mesa suele ser casi siempre un plato de buen gusto, la prueba de ayer tenía su miga. La ONCE, con su presidente y delegado territorial de Euskadi al frente, Javier Domínguez y Basilio San Gabriel, respectivamente, organizó una comida a ciegas para sensibilizar a la población y a los empresarios de la hostelería y comercio bilbaínos sobre la necesidad de ofrecer un servicio de calidad y una «correcta atención» a los ciegos y personas que sufren alguna clase de discapacidad visual.
Imagen:Rostros populares compartiendo la mesa con los ojos tapados
«Cógeme del codo»
No sólo eso. Los comensales accedieron ya al restaurante con la cara tapada y de la mano de los camareros, formados previamente por técnicos de la organización de ciegos. «¡Cógeme del codo y déjate llevar!», inquirió Lidia Rosales a Davalillo. La escena sorprendió a la numerosa clientela que se encontraba en el local. Luego, los que comenzaron a sorprenderse fueron los rostros famosos; primero, al leer el menú, escrito en braille, y del que evidentemente no se percataron -«no os preocupéis», tranquilizó Domínguez a la mesa, «ya que luego os lo leerá la camarera»; y después al darse cuenta de las dificultades que entrañaba llevarse a la boca una miljoha de sardina o un volován de rabo de buey.
A casi todos les supuso un enorme sacrificio dar con las delicias. Pinchar con el tenedor significaba casi siempre poner a prueba la dureza de la vajilla. Los alimentos parecían escurrirse en los platos. También se percataron de las complicaciones que supone el manejo de instrumentos que utilizamos a diario por el simple hecho de llevar tapados los ojos. Domínguez volvió a ejercer de nuevo de maestro de ceremonias: «El cuchillo es el que marca el ritmo y deben cerciorarse bien de dónde comienza el mango para comprobar dónde está el corte», argumentó.
«Pero, ¿dónde está el pan?, preguntó Dani. «¿Y el tenedor?», interpeló Anuzita. «¿Y la copa?», se interesó Zeberio. Casi toda la mesa estaba desorientada. «Hay que dejarse llevar al 100% por los instintos y, sobre todo, por el sentido del oído. La voz cobra una fuerza impresionante», sugirió Zaldua. «Lo más fácil sería abrir los ojos, pero... », confesó Anuzita. «Acabo de encontrar un trozo de pan, pero no sé si es el mío», aseguró Ainhoa.
De que la mesa no fuese un desbarajuste se encargó además de Lidia, la rumana Misa, que sirvió los menús al tiempo que repartía instrucciones. «Piensen en los platos como si fuesen un reloj. Y escuchen: la trufa de morcilla marca las doce y la milhoja, las seis». A Sergio se le paró el tiempo. «Lo cojo por puro azar y no sé cuánta comida estoy dejando», reconoció. Con los segundos platos cambió la hora.«La croqueta de chipirón marca las tres y de la tarde y el volován, las nueve». El almuerzo demostró las dificultades de probar bocado cuando no se come con la vista.
Fuente: http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100603/vizcaya/cuando-come-vista-20100603.html
Hola Patricia. Este artículo deja, entre otros, un mensaje muy claro e interesante: Tenemos que ponernos siempre en la piel del otro, es decir, tenemos que conocer los problemas y dificultades por los que pasamos cualquier persona, pero, de manera especial, las personas con discapacidad. Sólo así podremos evitar las posibles discriminaciones, y, así, también, podremos ser ayudados cuando lo necesitemos, porque, si se ponen en nuestra piel, podrán saber cómo ayudarnos cuando sea necesario.
ResponderEliminarSaludos.
Rafa.
RAFA, CLARO QUE SI, MUCHAS VECES NO NOS DAMOS CUENTA DE LO IMPORTANTE QUE SON CUALQUIERA DE NUESTROS SENTIDOS, HASTA QUE PERDEMOS ALGUNO. Y SI NO NOS PONEMOS REALMENTE EN LA PIEL DEL OTRO TAMPOCO PODEMOS ENTENDER LO QUE LES PASA.
ResponderEliminarGRACIAS RAFA POR ESTAR, BESITOS Y BUEN FIN DE SEMANA!!!