jueves, 2 de diciembre de 2010

LA PERDIDA DE VISION CENTRAL...

UNA HISTORIA CON DEGENERACION MACULAR RELACIONADA CON LA EDAD...

Maria Sarró, de 83 años, notó hace tres que su visión oscurecía. «Comencé a ver las caras oscuras, no veía claro, no distinguía los ojos de las personas», relata. Fue al oculista y le detectaron degeneración macular asociada a la edad (DMAE), una enfermedad ocular degenerativa que  se ha convertido en la primera causa de ceguera legal en España.


La dolencia afectó a Maria en su vida cotidiana: «No podía leer libros ni diarios y eso ha sido mi pasión durante toda la vida. Tampoco podía coser». Esta degeneración afecta a la mácula, la parte central de la retina en la zona posterior del ojo, responsable de la visión central directa necesaria para la vida diaria. Actividades tan sencillas como identificar las caras de las personas, mirar la hora, conducir o marcar un número de teléfono pueden convertirse en toda una odisea.

Se trata de una enfermedad de gran relevancia en la provincia de Tarragona. Se calcula que existen cerca de 11.000 casos conocidos de DMAE, con una tasa de incidencia estimada en 400 diagnósticos nuevos al año, al tratarse de una población envejecida y, por tanto, de riesgo. La campaña DMAE 2010 busca reducir un 20% de los casos de esta ceguera en la provincia. En Catalunya se estima que existen cerca de 100.000 afectados. A nivel mundial, los enfermos de DMAE rondan los 40 millones. «Fui al oculista, me hicieron una prueba y me puse en las manos del doctor Romero», narra Maria, que comenzó entonces el tratamiento, consistente en varios ciclos de inyecciones en el ojo. «Las inyecciones me fueron muy bien. Tuve que repetir el tratamiento pero la vista fue mejorando. El doctor me dijo: ‘Tranquila, ciega no te vas a quedar’, aunque me dio tiempo a concienciarme de que el tacto y el oído se convierten en sentidos muy importantes para los ciegos».

Leer con lupa
Su tratamiento quedó interrumpido. «Me fui a Andorra de vacaciones y sólo me quedaba una pequeña mancha oscura. Confiamos en que se fuera sola pero cuando volví no estaba curada y ahora tengo que reiniciar el tratamiento pero confío en que salga bien», relata Maria, que a falta de culminar su total recuperación se muestra satisfecha con el progreso: «Hago vida prácticamente normal. Puedo ver la televisión, aunque las letras pequeñas todavía no las percibo con claridad. Puedo leer con lupa, aunque cansa mucho. Confío en que la vista vaya mejorando. Hace años, esta evolución era impensable».

La detección precoz es la clave.
 «Hace dos años me di cuenta de que la vista se me había reducido. Pensé que era cosa de los cristales de las gafas, fui a la óptica y me mandaron al oculista. Veía las cosas torcidas», recuerda otro paciente, que ha tenido que recibir hasta 12 inyecciones para controlar el avance de la enfermedad. «Es difícil que mejore la vista. Lo que se procura es que los problemas no vayan a más. El ojo que en principio tenía mejor fue en el que más me tuvieron que pinchar», comenta. En su caso, distinguir los rostros se convierte en una dura tarea: «Si voy por la calle y una persona me saluda, no sé reconocerla hasta que la tengo muy cerca». Potenciar la visión periférica es una de las técnicas más recomendadas. «Hay que aprender a mirar por los laterales, donde la visión es buena, pero cuesta un poco acostumbrarse», comenta este enfermo, que intenta hacer vida normal mientras continúa con el tratamiento en el servicio de Oftalmología del Hospital Sant Joan.

La enfermedad presenta síntomas variados, como la distorsión de objetos y líneas (metamorfopsia), visión borrosa, disminución de la agudeza visual, alteración del color, aumento de la sensibilidad a los destellos y visión de un punto o zona negra en el centro del campo visual.

Fuente: http://www.diaridetarragona.com/

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