lunes, 14 de marzo de 2011

RETINOBLASTOMA EN NIÑOS...

Dispositivos polímericos liberan selectivamente una droga para tratar retinoblastomas en niños.
Imagen: fondo de ojo con retinoblastoma

Investigadores del Hospital de Pediatría “Prof. Dr. J. P. Garrahan”, la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y el CONICET desarrollaron y ensayaron, con resultados alentadores, un dispositivo polimérico que se implanta en el segmento posterior del ojo y que libera de modo selectivo una droga quimioterapéutica. El desarrollo abre horizontes promisorios en el tratamiento del retinoblastoma, un tipo de cáncer ocular que afecta primordialmente a niños de hasta dos años. Ya han concluido con éxito las etapas de estudio en un modelo animal original y actualmente preparan nuevos implantes que permitan el uso en humanos en un futuro próximo.

 La quimioterapia es la estrategia que se utiliza para reducir el volumen de los tumores generados por el retinoblastoma intraocular cuando los niños afectados por la enfermedad no han respondido a las terapias convencionales, menos agresivas.

Pero la quimioterapia sistémica, es decir la que se inyecta por vía endovenosa, si bien resulta eficaz para reducir el volumen tumoral, desencadena efectos colaterales adversos, que pueden llegar, incluso, al desarrollo de leucemias fatales dados los altos niveles de toxicidad de la droga utilizada. Sumado a ello, es de imaginar las consecuencias de todo tipo que la quimioterapia provoca en niños que, por lo general, tienen desde pocos meses de vida hasta dos años.

El retinoblastoma es un tumor maligno que se genera dentro del ojo, especialmente en la retina. Es típico de las células de la retina en desarrollo, de ahí que se presente primordialmente en niños. Aunque se sospecha que puede comenzar durante la lactancia, como tiene un desarrollo inicialmente silente, lo más frecuente es que se lo diagnostique cuando los niños tienen alrededor de los dos años. “Se trata de un cáncer con bajo o hasta nulo nivel de mortalidad. De hecho, con la enucleación del ojo afectado, el trastorno se cura. Pero, el objetivo actualmente es evitar este cruento desenlace”, señaló el doctor Guillermo Chantada, médico principal del Servicio de Hemato-Oncología del Hospital “Juan P. Garrahan”.

Con los datos actualmente disponibles, se estima que cerca de un 40 por ciento de los casos puede tener origen genético, por eso es fundamental que se esté precavido cuando existen antecedentes familiares. Pero, también, el tumor ocular podría desarrollarse a partir de la mutación espontánea de las células de la retina. En estos casos las causas permanecen aún bajo discusión, así conviven hipótesis que postulan el efecto de un virus, como otras que señalan la acción adversa de determinados agentes ambientales y hasta la incidencia de la desnutrición.

El equipo interdisciplinario que desarrolló y ensayó el dispositivo periocular está integrado por miembros de los servicios de Hemato-Oncología, de Oftalmología y de Patología del Hospital Garrahan; de las cátedras de Farmacología y Farmacotecnia I y II de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA; y del Instituto de Investigaciones Farmacológicas (ININFA), un instituto dependiente del CONICET y la UBA, que funciona en la citada Facultad. El nexo entre todas las áreas fue el doctor Ángel Montero Carcaboso, becario postdoctoral del Ministerio de Educación y Ciencia de España; tambien participó un reconocido experto internacional en la materia, el investigador estadounidense David Abramson, del Servicio de Oncología Oftálmica, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, de Nueva York.

En primera instancia, los investigadores diseñaron un modelo animal original con conejos. En los intentos para reducir el volumen del tumor se ha probado la quimioterapia sistémica con topotecan, el agente quimioterápico de elección para estos casos. Ante la cantidad indeseable de efectos colaterales que esta presenta, se ensayó una estrategia más controlada: la administración periocular de topotecan, que consistió en inyectar la droga directamente en el ojo de los conejos.

En esta etapa de trabajo resultó clave el aporte de los farmacólogos pertenecientes al ININFA y a la Cátedra de Farmacología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, quienes realizaron los estudios de dosis y toxicidad, entre otros estudios farmacocinéticos tanto preclínicos como clínicos. “Además, desarrollamos unas cánulas especiales de microdiálisis, una herramienta que nos permitió medir en forma continua los niveles de la droga en ensayo, sin necesidad de practicar sucesivas punciones en el ojo de los animales de experimentación”, señaló el doctor Guillermo Bramuglia, profesor adjunto de Farmacología de la Facultad.

Aunque la administración periocular de topotecan presenta ventajas sensibles si se la compara con la quimioterapia sistémica, de todos modos ciertos niveles de la droga pasan al torrente sanguíneo. En consecuencia, pueden detectarse y medirse los niveles plasmáticos que presenta la droga, lo que equivale a decir que el fármaco se distribuye en todo el organismo.

Por este motivo, los investigadores decidieron ensayar un dispositivo polimérico que se implanta en el ojo. La fabricación del implante episcleral corrió por cuenta de las Cátedras de Farmacotecnia I y II. “Para la elaboración utilizamos un material plástico, un polímero biocompatible de origen sintético. El proceso de fabricación es relativamente sencillo y consiste en colocar el polímero y la droga, que son mezclas homogéneas, en una matriz. De allí se lleva a una estufa a unos 70 grados, lo que permite que se funda el material. Luego se enfría durante media hora a 4 grados”, relató el doctor Diego Chiappetta, jefe de trabajos prácticos de la Cátedra de Farmacotecnia I y becario postdoctoral del CONICET.

El resultado es un comprimido de 7 milímetros de diámetro, que tiene una de sus caras recubiertas para impedir que la droga se distribuya hacia zonas que no se desean, y que solamente se libere el fármaco directamente sobre el tumor. El comprimido se implanta en la parte posterior del ojo enfermo, mediante una incisión en los tejidos conjuntivales, y se lo sitúa con la cara no recubierta hacia la esclerótica.

Los investigadores estudiaron exhaustivamente la liberación selectiva del topotecan a los diferentes tejidos oculares y observaron niveles mucho más bajos de la droga en el otro ojo (el no afectado por el tumor) que los que se registran con la administración periocular. Así también, pudieron notar que los niveles plasmáticos de topotecan son notablemente menores si se los compara con los generados por la administración periocular y prácticamente despreciables respecto de los que se registran luego de la aplicación de la quimioterapia sistémica.

Autora
Amalia Beatriz Dellamea.
Es comunicadora social especializada en Periodismo y en Divulgación Científica y Tecnológica. Magíster en Educación Social con orientación en Educación para la Salud.

Fuente
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica. Universidad de Buenos Aires.
http://www.edicionesmedicas.com.ar/

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