Aquí, una singular historia de cegueras y de luces. Una de esas que nutren y esperanzan. Los hijos, los sueños en colores, la salud y la enfermedad y un amor como tatuaje en el pecho, en esta nota de Ulises Naranjo.
Gloria me acaricia la cara, con respeto, con intriga, con verdad. Gloria me recorre la cara como si recorriera lo que ha hecho la vida con mi cara. Pienso mientras lo hace, en este instante, que todo lo que he vivido está puesto en sus manos. Gloria acaricia mi dolor, mis lejanas alegrías, estos días oscuros como pozos, aquello que el viento se llevó de mi cara.
Después, me mira. Gloria me mira como si pudiera mirar con sus ojos secos y me abre su corazón, me deja entrar a su vida para que la toque. La toque y la cuente, la escriba con sangre ojalá y la publique, para que cada uno de nosotros dé sus gracias a la vida, porque vivir es el viaje hermoso de un ciego que persigue el eco de lo imposible.
Hay ciertas cosas que sólo pueden se dichas en primera persona. Empecemos de nuevo: les hablaré de Gloria, la casi ciega, la enamorada, la de manos enharinadas que descifran el mundo, lo descifran y después lo cifran y lo dejan más bello que antes de la faena de sus manos.
Se mira las manos. O mejor: las manos de Gloria cierran los ojos y descansan unos segundos. Quisiera volver a sentir esas caricias en mis pómulos marchitos, pero ella me saca un tema de charla.
- Es feo no ver, dice ella, la más hermosa.
- Debe ser feo, Gloria…
- ¿Y sabés qué es lo bueno..?
- ¿Qué es lo bueno, Gloria..?
- Que la ceguera no se contagia…
No lo dice así de frente, pero está pensando en sus hijos. Todo lo que ella y su marido se están perdiendo de ver es visto por sus hijos. Y eso la hace feliz. La felicidad, al fin, jamás será el propio contento, sino la sospecha, el perfume, la certeza de que aquellos que amamos están resultando honrados por los manotazos de los días.
La bendecida
Gloria no ve. Bueno, algo ve: si un elefante a mediodía pasa delante de ella, Gloria percibirá una sombra inmensa, como el enojo de dios. Reparte sus días entre su bella familia y su crucial trabajo, porque Gloria tiene trabajo, nada menos. Sergio Santiago, su marido también es ciego. Tiene 43 años, se somete varias veces a la semana a diálisis y para parar la olla familiar, vende golosinas en colectivos que van a San Martín y a Rivadavia.
Todas las mañanas del mundo, Gloria y Sergio, en su casita de barrio obrero, a las cinco en punto, escuchan el despertador y se levantan, luego de toda una noche posando todo el amor que se tienen en territorio de los sueños. Sueñan en colores, por eso, despertar se parece a morir un poco, aunque ellos lo nieguen. Se levantan, decíamos, y salen a la vida: a la clínica, a la venta de golosinas en los micros, ya saben ustedes, esas cosas que hace la gente para obtener sustento.
Sus hijos también sueñan en colores. Ariel tiene 17 años y mucha onda. Estudia en un CENS y sueña con ser diseñador gráfico. Belén tiene 16 y es tímida. Estudia en un CEBA y sueña con ser veterinaria. Todos sueñan en esta familia y cada día salen a buscar la manera de lograrlo. Gloria tiene ganas de seguir hablando…
- Sergio, mi marido, se siente mal, le gustaría que la familia esté mejor.
- Tu marido debería prestarle más atención a su salud…
- Pero es porfiado… Yo le digo que tiene que estar mejor, más contento, porque tenemos a los hijos estudiando.
Gloria trabaja en la Clínica del Riñón de Guaymallén, un sitio donde su dueño, el médico y empresario Daniel Fierro demuestra aquello que muy, muy pocos empresarios se animan a mostrar: que les interesan las personas más allá del dinero que puedan obtener de ellas.
“No dejes de poner en la nota mi agradecimiento al doctor Fierro. El es mi Angel de la Guarda… Imaginate, un día fue a mi casa y todo, a visitarnos… Y en su clínica no me hacen sentir como una discapacitada. Mirá a tu alrededor, todo lo que ves lo limpié yo. Y también atiendo pacientes. Limpio, lavo, cocino, pelo verduras, doy el almuerzo a los pacientes. ¡Y lo hago bien¡ Yo digo, ¿por qué no le dan trabajo a los discapacitados? Dicen que no podemos trabajar, pero eso es mentira. Podemos trabajar y lo hacemos muy bien. Tengo amigos discapacitados que, por mi trabajo, me dicen que Dios me ha bendecido”, dice Gloria y baja la vista hasta sus manos, como si las viera o viceversa.
La ceguera y la pintura
Miren si no es hermosa esta mujer: Gloria es casi ciega, pero pinta cuadros en sus ratos libres, mientras escucha canciones de Arjona, Montaner y Luis Miguel. A su marido Sergio, en cambio, le gusta escuchar radio o el relato en televisión de los partidos de San Lorenzo.
La ceguera de Sergio es otra cosa: el vio hasta sus 30 años; diabetes, glaucomas y cosas así lo llevaron de paseo a la oscuridad y allí lo abandonaron. Sin embargo, Sergio sueña en colores, mientras espera un transplante de riñón y páncreas y no hace nada para lograrlo. Ahora mismo, debería estar haciéndose estudios para ingresar a las listas del Incucai, pero no lo hace, y transitan sus silencios a bordo de micros que, a esta altura, ya no van a ninguna parte.
- El me dice que no puede parar, por los chicos…
- ¿Y vos qué querés, Gloria?
- Nada quiero, bueno, quisiera ver, que el Sergio se hiciera el transplante, que los chicos puedan estudiar… Siempre pienso que cuando algo no me sale bien es porque Dios tiene preparadas otras cosas mejores para mí.
Se calla y otra vez una mano reconoce a la otra. Hay silencio en la clínica y una sentencia: los ciegos tienen los ojos para dejar salir sus lágrimas.
¡Mírenla, humanos todos, seres erguidos, simios con veleidades, monstruos con corbatas y mujeres como agujas, mírenla pintar con su ceguera delicadas imágenes sobre telas! ¿De dónde nacen esas imágenes imposibles? ¿De qué manera ha decidido hablarnos su corazón? ¿Hacia dónde nos lleva como un patriarca senil y silencioso, hacia qué lugar que no conseguimos ver por culpa de estos ojos?
Digámoslo ya mismo: en caso de que exista, el paraíso es un hermoso lugar destinado solamente a aquellos que amaron a Gloria, la de manos ligeras, la que supo dar los pasos justos y tornar más sagrado el torpe cuero de la Tierra.
Fuente: http://www.mdzol.com/
Imagen: foto de Gloria
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