miércoles, 11 de mayo de 2011

LEER LA MUSICA CON EL CORAZON...

Elena es de esas maestras que todos los niños quisieran tener. Le gusta enseñar, ayudar, hacer más amable la vida. Por eso cuando se graduó de piano y canto en el Centro Superior de la Música, en la especialidad de Educación Musical, decidió trabajar con niños de la enseñanza especial.
Imagen. La profesora Elena en una clase con su alumna Milena. (Foto: Leydi Torres Arias)
Su nombre completo es Elena María Ruiz Cabadas, y desde el curso escolar 1994-1995 imparte clases en la primaria Fructuoso Rodríguez, de Santa Clara.
Desde entonces, ha recibido varias propuestas en otros centros como el Pedagógico, la Escuela Vocacional de Arte o la de Instructores de Arte (EIA). Cambiar de trabajo podría dar un giro a su vida profesional que le permita realizarse como compositora o solista, al igual que otros jóvenes de su graduación. Pero ella prefiere mantenerse inamovible entre sus alumnos.
«En la Fructuoso Rodríguez me siento bien porque soy útil», asegura. Justifica su decisión con La Edad de Oro, y cita a Martí: «Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá dentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil.»
Entre negras y corcheas
Para impartir clases de Educación Musical a niños discapacitados, Elena cursó postgrados de preparación para la enseñanza especial, en tiflopsicología, tiflopedagogía y tifloinformática. Y participó además en el V Forum de Rehabilitación de Ciegos y Débiles Visuales Habana-98.
Muy pronto se identificó con los pequeños que no pueden ver. Quería que tuvieran la oportunidad de crecerse entre melodías. Para ellos, en 1998 creó el componedor melódico-rítmico.
--¿En qué consiste este medio de enseñanza?
--Se necesitaba lograr un aprendizaje consciente en los alumnos. El componedor rítmico permitió, a modo de juego, avanzar en el desarrollo del adiestramiento con las notas musicales en códigos musicográficos. Posibilitó realizar algunos giros melódicos que favorecerían la lectura musical, al vincular la duración de los sonidos de las figuras musicales y trabajar los valores de las redondas, blancas, negras y corcheas, de manera combinada.
«Primero se enseña el componedor rítmico. Luego se pasa al componedor melódico-rítmico, y, por último, al aprendizaje de la lectoescritura, proceso que trae en un solo código la lectura y escritura de notas y figuras dentro de la celdilla de seis puntos.»
--¿Llegaron pronto los resultados?
--Enseguida los alumnos ciegos comenzaron a enfrentarse con un adiestramiento que no solo los llevaba a la repetición mecánica, sino que les activaba sus procesos psíquicos. Para ellos fue muy didáctico, pues era un nuevo modo de aprender, y al mismo tiempo, de consolidar conceptos musicales que no debían olvidarse.
En la escuela, Elena enseña a la par a niños de baja visión, ambliopes y estrábicos; niños con retraso mental leve y moderado o con retardo en el desarrollo psíquico. Aunque en sus clases de Educación Musical se integran todos los alumnos, cada 15 días imparte clases de manera individual a los ciegos.
--¿Resulta difícil trabajar con todos?
--No. Yo necesito que se sientan felices haciendo una clave de sol. A todos se les da la opción de aprender, aunque no tengan talento, porque la música no debe ser elitista. Jugando aprenden mucho, y los videntes también aprenden.
En el año 2009, Elena María Ruiz Cabadas defendió su maestría en Ciencias de la Educación con la tesis: «La musicografía braille en la educación musical para niños ciegos». Fue un estudio de caso para ver la formación de habilidades musicográficas.
Su investigación resultó un gran aporte para que otros profesores puedan enseñar a niños ciegos, y la publicarán como libro próximamente. Ese será el primer manual braille escrito en negro, o sea, redactado en el código del sistema braille, y además en letras, para que los videntes también puedan leerlo y de esa forma instruir a los ciegos. «Visual y braille, dos tipos de lenguajes, para que no haya limitantes para enseñar», apunta Elena.
Aunque existen manuales internacionales escritos en braille, en Cuba no había.
«Con el Manual se les enseña hasta las octavas, ya que estas en el sistema braille sirven para conocer los códigos específicos en cada registro y determinar la altura de los sonidos.»
--¿Cómo llegó a estos resultados?
--Partí de una caracterización artística general y de un diagnóstico de cada alumno matriculado, tanto desde el punto de vista artístico como del clínico, para conocer las necesidades educativas del niño al inicio de sus estudios y poder medir paulatinamente, curso tras curso, su aprendizaje.
«Así pude hacer las adecuaciones necesarias para satisfacer sus carencias educativas particulares y atenderlos de manera personalizada. La experiencia se desarrolló en aulas integradas no solo por niños ciegos, sino también por otros con diferentes patologías visuales.»
Además de musicografía para ciegos, Elena María imparte musicoterapia para lograr mayor percepción auditiva, las técnicas del desarrollo vocal en aras de mejorar la respiración, dicción, colocación de la lengua, cómo pronunciar las palabras, expresión corporal.
De esa forma integra los seis componentes de la educación musical: educación vocal, rítmica, auditiva o perceptiva, creativa, expresión corporal y lectoescritura musical. Y, además, añade sensibilidad y cariño para que las clases tengan mejor sabor.
Himnos, canciones…
Elena es la autora del Himno a Fructuoso Rodríguez. La mañana del 6 de octubre de 1995, en el estreno, ella le puso voz a esas notas. Desde entonces, todos los días, antes de entrar a las aulas, los niños de esa primaria lo entonan.
Con ajustes sencillos para sordos, le dio letra y música a la melodía, en un arreglo para cuatro voces y piano. «Me inspiré para homenajear a este joven débil visual que dejó su huella en la historia.»
En el año 2006 el himno tuvo un acabado estético, para ser utilizado no solo en los matutinos y actos revolucionarios, sino también en las clases, como sello de identidad de esa escuela especial.
El estreno del arreglo coral y sinfónico del Himno a Fructuoso Rodríguez ocurrió el 20 de abril, día de la muerte del mártir, y contó con la presencia de voces del Coro Provincial de Villa Clara, que dirige Yolanda Martínez.
Actualmente lo interpretan también en lenguaje de señas, ya que este curso la escuela Fructuoso Rodríguez sumó a sus aulas a niños sordos e hipoacúsicos, y amplió el perfil.
Sin desatender su talento para componer y hacer arreglos, el 30 de diciembre del 2006 Elena presentó en la 8va. edición del Festival Provincial Gustavo Rodríguez in Memóriam el tema He olvidado. Tres años más tarde logra tener una obra finalista en la 9na. edición del mismo certamen, esta vez en la categoría de canción-balada con el tema Un rostro.
La luz de otros ojos
En el local de trabajo de Elena hay fotos de niños que ya no están en la escuela. Niños que, aunque terminaron sus estudios hace ya varios años, su profesora no deja de extrañarlos y quererlos. Ella les da seguimiento a los alumnos ciegos egresados. A algunos los ha preparado para la vida profesional.
Al primer graduado que siguió de cerca fue a Yusmani Risquet Gil, a quien además le tutoró la tesis cuando terminó la carrera de Instructor de Arte en la especialidad de Música. Luego ayudó a Yohana Echevarría del Toro y a Bibetty Bastina hasta sus respectivas graduaciones en la EIA.
Para la maestra Elena parece escrita esa canción del músico argentino Fito Páez: «¿Quién dice que todo está perdido?, yo vengo a ofrecer mi corazón.»
Gabriel, su hijo, tiene hoy 8 años. Pero hasta que Yohana se graduó de 6to. grado, su maestra no salió embarazada. Luego la ayudó a prepararse para las pruebas de la EIA, y al terminar, fue la tutora de su tesis para continuar como profesional en canto.
Es que para Elena «hay que tener sensibilidad para saber enfrentarse y darle a cada cual lo que necesita. Cuando un niño me da un beso y me agradece, me siento millonaria de cariño.»
Milena Martínez Carrazana es ahora su alumna de 5to. grado, y la única niña ciega que atiende en este momento.
«Marca una clave de cuatro con una redonda, que vale cuatro --le indica--. Recuerda que una negra es un pulso. Ahora una corchea, ¿cómo es la corchea? ¡Ah!, como si estuviera corriendo... El pulso es el corazón de la música.» De esa forma, Elena les devuelve un poco de luz a quienes no pueden ver los colores.

Fuente: http://vanguardia.co.cu/

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