martes, 12 de julio de 2011

LOS VASOS SANGUINEOS QUE ESTAN EN LA RETINA...

Los vasos sanguíneos que están en la retina, ¿por qué no los vemos?

La adaptación

Efectivamente, nuestro sistema visual se “adapta” ese árbol vascular, y lo dejamos de ver.

Imagen siguiente: fondo de ojo

Pero podemos hacer dos puntualizaciones:
  • No se trata de que el cerebro lo “borre”. Tampoco son las neuronas de la retina. Serían más bien los fotorreceptores (conos y bastones), que no son neuronas. También hay adaptación cerebral y neuronal, pero para este caso concreto, la que prima más es la propia de los fotorrepectores.
  • Ese no es el motivo principal de que no veamos los vasos sanguíneos. Bajo esa premisa, cualquier elemento que se coloque de forma permanente por delante de una zona de la retina, con el tiempo lo “dejaríamos de ver” y se haría invisible. Y no es así. Por poner un ejemplo, hemorragias que se ponen delante de la mácula (la retina central) y permanecen ahí tiempo, producen una “mancha negra” en la visión, que no desaparece.

Primero: donde los podemos ver, no hay

Los vasos sanguíneos de la retina son pequeños. Los “grandes troncos” apenas abarcan 100-200 micras, y los capilares en torno a 10 micras. Por lo tanto, para que podamos darnos cuenta de que están, la retina tiene que tener suficiente densidad de receptores muy juntos que transmitan de forma individual. Es decir, una fibra nerviosa que corresponda a una zona de retina más pequeña que el vaso sanguíneo. La zona que mejor cumple ese requisito es el centro de la mácula, la fóvea. Aquí la densidad de fotorrecepores es máxima, y no podría pasar desapercibido un vaso sanguíneo. ¿Por qué no los vemos?. Porque no hay. La fóvea, y un poco por fuera de ella, carece de vasos sanguíneos.

Imagen: fóvea

Segundo: donde hay, no los podemos ver

Conforme nos alejamos de la fóvea, nuestra capacidad de discriminación espacial (poder ver detalles pequeños) va disminuyendo. Porque los fotorrepectores no están tan juntos, pero por otro detalle fundamental: los receptores ya no transmiten de forma individual. Si en la fóvea para cada receptor le corresponde una fibra nerviosa (y el cerebro puede interpretar como un punto aislado la información de un sólo receptor), en la periferia una fibra nerviosa abarca a varios fotorreceptores. Así, simplificando un poco, cuando un fotorreceptor de la periferia se estimula, la fibra nerviosa informa al cerebro que ha llegado un estímulo visual “por esa zona”, pero no sabe a cuál de los receptores correspondientes a esa fibra. Tenemos “pixeles más grandes”, grandes áreas de retina que transmiten en bloque, sin poder discriminar dentro de ella. Si pasa un vaso sanguíneo por encima no será visible, porque no hay zonas retinianas que transmitan de forma individual lo suficientemente pequeñas para que queden alojadas por debajo del vaso sanguíneo y ofrezcan una diferencia de iluminación con respecto a las zonas vecinas.


La zona intermedia

Hemos hablado de la fóvea, la zona de máxima resolución, sin vasos sanguíneos. Y también de la retina periférica, con pocas fibras nerviosas, grandes áreas retinianas transmitiendo en bloque e incapaces de discriminar un vaso sanguíneo. Pero no hay una separación abrupta entre la retina central y la periférica. La zona periférica de la mácula, lo que rodea a la fóvea, tiene todavía una buena capacidad de discriminación espacial y aquí existen ya unos pequeños vasos sanguíneos. Aquí sí que juega un papel importante el fenómeno de adaptación de los fotorreceptores que comentábamos al principio.
Y lo sabemos entre otras cosas por la existencia de un fenómeno visual curioso cuando pasa un leucocito por estos capilares (en la wikipedia inglesa lo explican).

Resumen

Como hemos visto, no es que nuestro cerebro se ocupe de forma muy específica de “borrar” la trama vascular, o “inventarse” las imágenes. La gran ilusión es que creemos tener una imagen continua y de buena calidad en nuestro campo visual, cuando realmente tenemos un área pequeña de buena visión y un campo visual periférico grosero y lleno de “agujeros”, por decirlo así. Y con eso, el cerebro nos recrea un entorno tridimensional completo y dinámico.

Fuente: http://ocularis.es/blog/?p=732

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