miércoles, 28 de septiembre de 2011

EN CONTACTO CON LA CEGUERA...

Rasurarse frente al espejo

Una de las preguntas que les hacemos a los estudiantes que asisten a las conferencias En contacto con la Ceguera es si consideran que las personas invidentes son capaces de rasurarse la barba y el bigote. “No” es la respuesta mayoritaria que nos dan y agregan una razón: porque se cortarían. Desde que comencé a vivir con Marcos, mi compañero invidente, noté que él es capaz de hacerse cargo de su aseo personal y entre esas acciones, de rasurarse. Y además tiene un modo especial de hacerlo: se para frente al espejo para verse mejor. Bueno, ese fue un chiste de los que le gusta decir en nuestras presentaciones. En realidad siempre que se rasura lo hace en la ducha. (“Ducha” palabra que siempre quiso usar la autora y hasta ahora se le presentó la oportunidad).
Un hombre de perfil rasurándose frente a un espejo opaco
Se rasura cada vez que se baña aunque algunas veces ha dejado de hacerlo. Pienso que es cuando se siente de mal humor o triste. Yo inmediatamente se lo noto y la verdad no me gusta nada. No sé qué me pasa porque cuando lo veo automáticamente lo rechazo y reconozco que está mal porque ¿sólo acepto a Marcos cuando está de buenas, sonriente y carismático? Insisto, sé que no está bien, lo que pasa es que siento que todo ese estado de ánimo cabizbajo y gruñón se reúne y manifiesta desde su pobre barba y pichicato bigote. Y bueno, no indago mucho en por qué se siente mal ya que deduzco sin equivocarme, que está enojado conmigo. Así que la ducha sin rasurarse es una omisión a propósito. Ahora ya tiene muchos meses rasurándose a diario, me parece que eso es una buena, muy buena señal de su estado de ánimo.

Así que Marcos se baña con mucho jabón y mucho shampoo que identifica, ya había mencionado antes en el relato “Uno dulce y otro amargo”, con la punta de la lengua. Su momento del baño es una fábrica de espuma salpicada para todos lados, que inicia en la barba y con el rastrillo. Levanta la cabeza, estira el cuello y hace infinidad de muecas para estirar la piel por donde pasará la navaja. Para ver cómo queda, pasa la otra mano por donde antes pasa el rastrillo.
Para tener más información, lo entrevisté y me platicó que mientras se está rasurando lo que ve es su cara. “Me imagino los vellos y creo que al final la piel me queda como verdecita, yo vi eso en la tele. No creo que a mí se me vea de ese color pero eso me imagino.” Yo pensé que tal vez estaba confundido con la barba crecida. Y me contestó que tal vez sí. Luego me dijo “me rasuro diario por ti, porque cuando me toco siento que me veo mal” -¿En serio? –le pregunté. –¡Claro!, ay Andrea, lo pienso porque tú me lo has dicho. Sólo me reí mientras él siguió. “De ser por mí nunca me rasuraría. Me la dejaría un poco larga y me la recortaría con tijeras para que se me viera pareja. Y cuando no me rasuro es porque me siento mal, me da flojera o me siento deprimido. Y sí, me la dejo porque sé que te molesta”. –Ay Marcos –murmuré.
Después quise saber cómo había aprendido y cuándo había sido la primera vez que se había rasurado y por qué. Me platicó que nadie le enseñó, cree que aprendió de ver a sus hermanos. Cuando perdió la vista no le había salido la barba todavía. Se rasuró por primera vez cuando se la sintió. ¡Claro! Se me hizo bastante lógico. Y luego me contó una historia que ya me había contado. Empezaré al revés, el final de la historia es que se rasuró las cejas. Sí, las cejas. Dice haber escuchado en el radio que al rasurarse el bigote estimulaba su crecimiento. Y pues agarró parejo con sus cejas y algo nuevo para mí, con sus axilas también. Sin ver, este muchacho se dejó rojo el área de las cejas y así fue como su familia se dio cuenta de su pequeña locurilla. -No me arrepiento de haberlo hecho porque no me gustaba no tener cejas y además sentía que se me veían axilas de mujer.
Al final de nuestra conversación también agregó que considera que no tener cejas le afectó hasta después de perder la vista. Yo pienso que fue porque implicaba una parte de su aspecto físico. El que ya no podía juzgar sobre sí mismo con la vista, sino sólo con lo que sentía. Y quería sentirse bien. Por último, les platico que Marcos no se corta cuando se rasura. Tiene mucho cuidado al hacerlo pero considero que es el mismo que tienen todos. Es más, siempre está pidiendo rastrillos nuevos antes que yo porque siente que le irritan y es tan cuidadoso o más bien, vanidoso, que no quiere provocarse una irritación en su cara.
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Otros relatos de la serie La vida diaria con mi amor ciego en Comunidades Virtuales
¿Quién es Andrea Murguía?
Estudié Ciencias de la Comunicación. Me gusta fotografiar detalles e instantes únicos. Junto con mi compañero de vida, Marcos Velázquez he ofrecido por nueve años la conferencia En Contacto con la Ceguera, en donde hablamos sobre la experiencia de él al perder la vista durante su adolescencia. Acercamos el tema de la discapacidad visual a la percepción de la realidad social de las personas con la intención de cambiar la idea y la actitud. Debido a esta labor estudié Locución y expresión verbal para mejorar mi desempeño en acción.
Recientemente descubrí que escribo. Por muchos años escribí en mi mente. Repasaba oraciones en mi cabeza que pensaba que se escucharían bien si yo fuera escritora. Soy comunicadora y ahora entiendo que no sólo puedo transmitir los mensajes que pertenecen a los demás, sino también los propios y encuentro en la escritura una forma natural de hacerlo.

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