domingo, 18 de marzo de 2012

ES MECANICO, SU CEGUERA NO LE IMPIDIO SEGUIR...

Su ceguera no es un impedimento para ser mecánico
En el taller, ubicado en su casa en el barrio Magüeyes, “Wicho”, como le dicen de cariño, le toma unas tres horas arreglar un carro valiéndose del tacto y el oído para identificar los desperfectos.

Barceloneta. Mariano Padilla de Lusán creció sabiendo que, en algún momento, se quedaría ciego. Sin embargo, nunca dejó que lo aterrara esa certeza de que, en algún momento, dejaría de ver ese mundo que lo rodeaba.

Desde que a los seis años visitó al doctor que le recetó aquellos espejuelos, “culos de botellas”, que provocaban las burlas de sus compañeros de clases, “Wicho”, como le llaman sus allegados, sabía que un día, así de repente, dejaría de ver lo poco que le era patente.
“Uno se va acostumbrando a vivir con lo poquito que iba teniendo de visión. No es fácil, pero se puede con la ayuda de Dios”, mencionó este hombre que sufre de miopía retinopigmentosa.
Don Mariano no sólo sobrevivió a ese mundo donde apenas percibe algunas sombras, sino que abrazó la mecánica como su oficio y, con su trabajo, mantuvo a sus seis hijos.
Como no tenía claro lo que le escribían en la pizarra y tampoco entendía lo que decían los libros, después del cuarto grado no volvió a la escuela.
“¿Para qué, si siempre me colgaba? Yo estaba grande ya y los demás estudiantes eran todos más chiquitos que yo”, relató este hombre de 53 años de edad.
Fuera del aula, el niño no le perdía ni pie ni pisada a su padre, un mecánico de oficio que le enseñó a conocer los motores de los carros como la palma de su mano y a agudizar sus oídos para detectar las fallas con sólo escuchar con atención los ruidos que esas máquinas hacían.
“Supuestamente, a los siete años iba a estar ciego total”, fue el pronóstico que recibieron los padres de don Mariano. “Pero la perdí casi por completo como a los 20 años”, aclaró.
Para entonces, este vecino de Barceloneta había aprendido el oficio de su padre, labor que ha realizado hasta el sol de hoy.
En su taller de mecánica nunca le faltan los carros para arreglar, porque don Mariano asegura que tiene excelente oído para saber rápidamente cuál es la falla, y buena mano para repararla.
“Ahora, si me vienen a buscar para hacer trabajos en otro lado, digo que no”, señaló este mecánico, a quien el trabajo se le facilita en su taller en el barrio Magüeyes porque procura ubicar sus herramientas en un lugar de rápido acceso. En su casa, donde ubica el taller, residen tres de sus hijos, quienes le asisten cuando lo necesita.
Sobre el motor del carro, don Mariano aprieta válvulas, remueve piezas y se mueve con una facilidad que, si uno no presta mucha atención, ni cuenta se da de que apenas ve lo que tiene al frente.

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