La conjuntiva es una membrana clara, con vasos sanguíneos casi invisibles que  cubre la esclerótica  —conjuntiva bulbar— y las superficies internas de los párpados superior e  inferior —conjuntiva palpebral—. Su función es defender y reparar la córnea  en caso de rasguños, heridas o infecciones.
Los vasos sanguíneos de la conjuntiva se dilatan, liberando nutrientes,  anticuerpos y leucocitos en las lágrimas, las cuales lavan la superficie corneal  avascular. La conjuntiva ayuda a mantener la córnea húmeda y limpia y a reducir  la fricción cuando el párpado pasa sobre ella.
Parece que la capa mucosa conjuntival atrapa microorganismos de la superficie  ocular de manera semejante a un papel atrapamoscas. Esta red de moco forma una  bolita y la lleva hacia el ángulo nasal donde se seca y se desliza hacia la  piel. También la conjuntiva ayuda a restituir la superficie de la córnea con  células epiteliales en caso de que esté raspada.
La inflamación de la conjuntiva, llamada conjuntivitis, es la enfermedad  ocular más frecuente en el mundo. Varía de intensidad entre una hiperemia leve con lagrimeo  hasta una conjuntivitis grave con secreciones purulentas copiosas. La causa  suele ser exógena, pero algunas veces es endógena.
Debido a su localización, la conjuntiva está expuesta a muchos  microorganismos y a otros factores ambientales estresantes. Hay varios  mecanismos que protegen la superficie del ojo de las sustancias externas: en la  película de lágrimas, el componente acuoso diluye el material infeccioso, el  moco atrapa desechos y la acción de bombeo de los párpados dirige de manera  constante las lágrimas hacia el conducto lagrimal; las lágrimas contienen  sustancias antimicrobianas tales como lisozimas y anticuerpos.
Fuente: http://beatrizmayoral.blogspot.com/
 
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