Introducción
Las lesiones oculares autoinducidas son poco  frecuentes. Suelen presentarse en pacientes con patología psiquiátrica conocida  y se engloban en el término edipismo. La maculopatía solar ha sido descrita en  el contexto de observaciones de eclipses solares, manifestaciones  místico-religiosas (1), intoxicaciones por alcohol o drogas o en enfermedades  mentales. Entre las enfermedades mentales se han descrito asociadas a  esquizofrenia, trastornos bipolares y asociadas al abuso de diversas drogas; sin  embargo, nunca se han descrito casos con lesiones en el iris y la retina con  fines estéticos. La retinopatía solar se desarrolla típicamente por mecanismo  fotoquímico, y no termomecánico, como es el caso que nos ocupa.
Caso Clínico
Paciente varón de 37 años de edad en tratamiento  psiquiátrico por trastorno psicótico, esquizofrenia paranoide, que consulta por  disminución de agudeza visual. A través de la anamnesis se desvela que en el  contexto de un episodio de delirio de interpretación no sistematizado, esto es,  leyendo un libro de iridología, el paciente interpretó que con la luz del sol  podría cambiar el color del iris de sus ojos, lo cual no constaba en el texto.  El paciente se lesionó ambos ojos concentrando los rayos solares con ayuda de  una lupa durante varias sesiones consecutivas buscando un fin estético. Asimismo  se autoinduce unas quemaduras de segundo y tercer grado en la piel de la cara y  los brazos para hacer desaparecer unos supuestos quistes.
Como consecuencia, las lesiones que presenta en los  ojos son las siguientes: atrofia masiva de iris con destrucción de la función de  esfínter (figs.  1 y 2), maculopatía solar, con abundante líquido subretiniano en  el área macular (figs.  3 y 4) y atrofia coriorretiniana periférica con depósito  de pigmento, lo que equivale a lesiones fotocoagulativas (fig. 5). 
En un período  de ocho semanas se resolvieron espontáneamente las lesiones maculares, aunque la  pérdida de agudeza visual ha sido permanente. La agudeza visual era 0,5 en el  ojo derecho y 0,6 en el ojo izquierdo. Tanto las lesiones del iris como de la  retina periférica se han mantenido estables.
Fig. 1. Imagen de biomicroscopía del ojo
izquierdo donde se aprecia de forma macroscópica
el gran deterioro del iris.
Fig. 2. Imagen de biomicroscopìa utilizando retroiluminación. La marcada
atrofia del iris permite identificar claramente los límites anatómicos del cristalino
e incluso los filamentos de la zónula. a) detalle del ojo derecho,
b) detalle del ojo izquierdo.
Fig. 3. Retinografía del ojo derecho. Maculopatía
solar (lesión amarillenta foveal) y abundante líquido
subretiniano en la región papilomacular inferior.
Fig. 4. Retinografía del ojo izquierdo. Maculopatía
solar clásica y acúmulo de menor cantidad de líquido
subretiniano parafoveal que el ojo adelfo.
Fig. 5. Detalle de las lesiones por fotocoagulación
localizadas en la retina periférica inferior del ojo izquierdo.
Discusión
Las autolesiones oftalmológicas en pacientes  psicóticos siempre se han descrito con un fin destructivo-purificativo, nunca  hasta ahora buscando un cambio estético, como es el cambio de pigmentación de  los iris.
Entre los mecanismos de defensa retinianos frente a  la toxicidad están el ritmo circadiano de los pigmentos de los fotorreceptores,  la xantofila de las capas plexiformes y la melanina y los antioxidantes del  epitelio pigmentario de la retina (EPR). Los elementos de protección natural  son: el reflejo fotomotor, las cejas y pestañas que modulan la intensidad de la  luz y la córnea y el cristalino encargados de modular el espectro  lumínico.
El daño de la luz sobre la retina puede desarrollarse  a través de tres mecanismos diferentes: 
1) ablativo, en el que el tejido se  fragmenta o perfora;
 2) termomecánico, en el que el tejido se coagula o  distorsiona,
 y 3) fotoquímico, que es el que media en la terapia fotodinámica o  en la retinopatía solar. En los tres casos el daño es acumulativo.
 En el  mecanismo fotoquímico, cuando la lesión se produce por un bajo nivel de luz el  daño es mediado únicamente por los fotopigmentos de los conos, en cambio, si se  produce por un alto nivel de luz se dañan tanto el EPR como la neurorretina:  esto es lo que ocurre en las exposiciones a los eclipses o en la retinopatía por  soldadura. La susceptibilidad al daño aumenta de forma inversamente proporcional  a la longitud de onda de la luz. El daño es acumulativo, y se incrementa tanto  con el aumento de la presión parcial de oxígeno (al favorecerse el daño local en  la retina por los radicales libres) como con el aumento de la temperatura  corporal.
En este caso la lesión retiniana que se observa no es  sólo una maculopatía solar clásica, sino que al producirse el deterioro del  esfínter del iris y la pérdida del mecanismo natural de defensa que éste  representa, la pupila queda en midriasis, y por lo tanto, en el mismo tiempo, la  intensidad de la irradiación es mucho mayor. La intensidad de la irradiación  también se encuentra incrementada por el poder convergente de las lupas sobre  los rayos solares. Gracias a estos dos mecanismos las lesiones que se producen  no sólo son debidas a un mecanismo fotoquímico, sino también a uno  termomecánico, lo que explica las lesiones por fotocoagulación.
La lesión macular no es una maculopatía solar  clásica, el acúmulo de líquido subretiniano en el área macular probablemente  también corresponde a un mecanismo de fotocoagulación de baja intensidad o corto  tiempo de exposición. Lo habitual es que los síntomas cedan habitualmente de  forma espontánea (3,4). El buen pronóstico de la agudeza visual en esta  patología se atribuye a la resistencia de los conos de la fóvea frente al daño  fotoquímico .
Es importante la duración, intensidad y espectro de  la luz así como el área expuesta, la localización y la predisposición anatómica  de cada individuo para determinar el daño que se produce.
La retinopatía solar se produce clásicamente por daño  fotoquímico, aunque en nuestro caso también se añade un componente térmico o  fotocoagulativo.
Las lesiones fotoquímicas pueden regresar, mientras  que las térmicas producen fotocoagulación que pueden llegar a desarrollar  agujeros retinianos y en todos los casos son permanentes.
Ayudar a mejorar los hábitos de los pacientes con  este tipo de trastorno y tratarles de forma integral puede mejorar el pronóstico  evitando el desarrollo de lesiones irreversibles.
 
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