El piso de su casa en Barcelona es rojo, para que suene grave. La habitación donde duerme está en blanco y negro, así no suena y logra descansar tranquilo. La escalera tiene tonos anaranjados y rojos que le van dando semitonos a medida que sube cada escalón. Neil Harbisson pintó su casa para poder oírla como más le gusta. Pero antes de eso, pasaron muchas cosas.
Imagen: NEIL HARBISSON CON UN DISPOSITIVO PARA PERCIBIR COLORES...
Neil Harbisson nació en Gran Bretaña con una condición visual llamada acromatopsia, que no le permite percibir los colores. Sólo ve en blanco y negro. De profesión artista plástico, en su paso por la universidad asistió a una conferencia de cibernética que le cambió la vida. Allí vio cómo la tecnología podía ser usada para expandir los sentidos y con la ayuda de un compañero creó el ojo electrónico (eyeborg) que tiene ubicado a presión en su nuca. Éste le permite percibir a través del cráneo frecuencias de luz en forma de frecuencias audibles y así interpretarlas en una escala de colores. Lo que detecta el ojo electrónico es la frecuencia de la onda lumínica. Así, Harbisson es un ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos, es decir, un organismo cibernético o ciborg. “El del ojo electrónico es un lenguaje totalmente nuevo que tuve que ir aprendiendo. Las primeras semanas tuve fuertes dolores de cabeza porque era mucha información de golpe, luego mi cuerpo y mi cerebro se acostumbraron a escuchar colores constantemente”, describe el joven que no elige su vestimenta por sus colores sino por cómo combinan.
Parte de mí
En el año 2004 se convirtió en el primer ciudadano ciborg del mundo reconocido como tal por un gobierno. “En el Reino Unido no puedes aparecer en la foto del pasaporte con un dispositivo electrónico. Yo argumenté que el eyeborg no era un aparato electrónico sino una parte de mi cuerpo, luego de largos meses de trámites y burocracia aceptaron mi explicación”, dice Harbisson que hace dos años creó la Fundación Cyborg, donde se realizan investigaciones y colaboraciones con universidades para crear tecnología con el fin de extender los sentidos humanos.
En una conferencia dijo recientemente que cuando comenzó a sentir en colores experimentó que el software y su cerebro estaban unidos. ¿Puede explicarlo?
Yo uso la cibernética como parte de mi organismo, no sólo porque llevo un elemento incorporado en la cabeza, sino también porque el software y mi cerebro se han unido y han creado un nuevo sentido. Me siento en una situación muy difícil de explicar ya que considero al ojo electrónico una parte de mi cuerpo y una extensión de mis sentidos. Es un sentimiento que cuesta explicar si no lo experimentas. Yo no siento la diferencia entre software y cerebro, es una sensación muy profunda.
¿Tiene un límite cuando piensa en seguir incorporando tecnología en su cuerpo?
No hay que tener límites generales, cada uno tiene que pensar en los suyos. Los míos se fueron corriendo. Mi objetivo era poder percibir los colores como lo hacían los humanos, pero llegué ahí y ahora voy por las frecuencias que exceden el oído de las personas. Se puede ampliar la percepción de ultrasonidos y de infrasonidos como muchos animales.
¿Cómo imagina que seguirá avanzando el desarrollo de la tecnología al servicio del cuerpo humano?
Los sentidos que tenemos hasta ahora los tenemos desde el vientre de nuestra madre. Con la cibernética podremos seguir evolucionando a lo largo de toda la vida. Llegan muchas consultas a la fundación de niños que ya están experimentando con extensiones cibernéticas a la espera de ser mayores de edad. Para ellos es natural pensarlo, por lo que será cada vez más común ver ciborgs. Hay sentidos humanos que se sobrepasan. El cuerpo humano tiene límites, pero con la tecnología no hay límites. Es al revés de la edad biológica donde hacerse mayor implica ir perdiendo los sentidos.
En su Fundación Cyborg reciben consultas de personas que quieren extender alguno de sus sentidos, pero también críticas que sostienen que lo que hacen está en contra de la naturaleza humana. ¿Cuál es su opinión?
Me parece algo justamente muy humano que queramos estar más tiempo en la Tierra y con los sentidos más abiertos. Muchas personas ven la unión entre tecnología y cuerpo humano como algo malo, y las películas la han ido mostrando como algo peligroso. Pero estamos acercándonos a la naturaleza y no alejándonos. Estamos ampliando nuestros sentidos al nivel de otras especies animales como la percepción ultravioleta de los pájaros o los campos electromagnéticos de los tiburones. Yo ahora puedo escuchar sonidos a través del hueso y eso es algo que los delfines pueden hacer.
El hombre que escucha 360 semitonos traducidos en colores ya consiguió financiamiento para someterse a una operación que le permitirá integrar el ojo electrónico al cráneo y que lo dotará de más inteligencia artificial para seguir expandiendo sus sentidos. Sin duda, con el avance científico-tecnológico veremos cada vez más personas atraídas por mejorar o extender sus capacidades a través de implantes cibernéticos, lo que impulsará también nuevos debates de índole religioso, ético y filosófico, nuevas leyes y, quizá, hasta un nuevo concepto sobre lo que significa ser humano.
Publicado en la edición impresa de La Nación Revista el domingo 30 de diciembre de 2012. Autora: Martina Rua. Foto: Dan Wilton/The Red Bulletin.
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