jueves, 5 de junio de 2014

SOBREVIVIENDO EN LA OSCURIDAD

Mientras interpreta "Las llaves de mi alma", de Vicente Fernández, José Carlos Pérez, de 36 años de edad, intenta abrirse camino entre la muchedumbre.  A paso lento e interrumpiendo su interpretación con discretos "disculpe", "con permiso", este juarense radicado en El Porvenir, recorre diariamente tres horas en camión para poder llegar a la ciudad y cantar en las fondas, restaurantes y ruteras para llevar algo de sustento a su hogar.
"Desde ayer no comía, tuve que salir a hacerlo, no hay de otra", se sincera mientras, con su bastón, intenta no tropezar. "Soy ciego desde hace dos años que me estallaron las retinas, por el glaucoma", reveló.
Al carecer de apoyos de familiares cercanos, de instituciones altruistas o gubernamentales, incluso de algún servicio de salud, la vida para José Carlos transcurre en el camino y si bien le va, consigue entre 100 y 150 pesos por las cuatro horas por cantar "donde se pueda".
"Me gustaría que me atendieran, saber lo qué va a pasar, porque creo que en México hay una clínica, creo que se llama Hospital de la Ceguera, pero está muy lejos y luego, el puro gasto de transporte, pero necesitaría alguien que me informe cómo está, dicen que ahí te ponen la retina, pero no sé, no tengo ni para las gotas, mucho menos para ir a una operación", dijo.



Una oscura Navidad
El 23 de diciembre de 2011, era un día como cualquier otro para José Carlos, que a la víspera había acudido a entregar una solicitud de empleo en un restaurante bar de la localidad.
Desde los 18 años de edad se dedicó a trabajar en distintos restaurantes y centros de entretenimiento de la localidad, por lo que al enterarse de la apertura de un nuevo lugar acudió a pedir trabajo.
Anteriormente, recordó, había laborado en centros de eventos, clubes sociales y restaurantes. Sin embargo, al regresar de pedir la oportunidad para la plaza de mesero, fuertes punzadas, primeramente en los ojos y después severos dolores de cabeza comenzaron a atormentarlo.
Pérez recuerda que al día siguiente se encontraba en el domicilio donde habitaba en ese entonces, una vivienda al poniente de la ciudad, pero al recrudecerse su malestar, decidió trasladarse a la casa de su madre.
Desde entonces vive en la calle Emiliano Zapata, en el poblado de El Porvenir, perteneciente al municipio de Práxedis G. Guerrero y que se encuentra a 77 kilómetros al sureste de Ciudad Juárez.
"Estaba llorando por las punzadas, porque las venas se siente que se paran, que se revientan, sentía que se me quería reventar todo, empecé a mirar blanco con el ojo izquierdo y después con el derecho", mencionó.
"Al siguiente día, ya fue cuando llegué con mi mamá allá hasta Porvenir y la alcancé a mirar todavía el 24 de diciembre, como un tunelcito blanco, fue la última persona que miré", recordó.
Para José Carlos la Navidad del 2001 es la más triste en su vida, porque recuerda que lo blanco del paisaje se convirtió en oscuridad.
"De repente el 25 de diciembre como a las 2 de la tarde, empecé a sentir que los ojos por dentro se me retorcían y ya de ahí fue pura oscuridad, hasta ahorita, ya no volví a ver nada, ni blanco, todo negro", remembró.
José Carlos dijo que el 26 de diciembre tenía que regresar al restaurante donde iba a recoger su uniforme para empezar a trabajar en el restaurante bar, algo que nunca ocurrió ya que en esa fecha se encontraba hospitalizado.
"Ese día ya estaba todo mal, estaba encamado en el hospital, me llevaron de urgencia y ya nada pudieron hacer, me diagnosticaron glaucoma agudo con desprendimiento total de retina", manifestó.
"Yo nunca supe que tenía glaucoma, de repente veía puntitos blancos, como centellitas, pero siempre hice caso omiso porque no sabía lo que era esa enfermedad y no es dolorosa, sino que de repente llegó, cuando la tuve aguda fue cuando me dio la crisis en la cabeza que me dejó ciego", agregó.

La vida después de la luz
Hoy en día José Carlos tiene que salir a las calles para conseguir dinero para comprar unas gotas (Travatan) con un costo de 685 pesos, una solución oftálmica que se utiliza para disminuir la presión intraocular.
"Hay otras que no recuerdo el nombre que me recetaron, esas son más caras, cuestan más de mil pesos y no las puedo comprar. Cuando puedo voy con una doctora en la calle Gómez Morín,  pero ya no he podido ir porque no he tenido dinero", mencionó.
La imposibilidad de conseguir empleo, llevaron a José Carlos a recorrer las calles y un día, simplemente ante la angustia, comenzó a cantar y se decidió a seguir haciéndolo, como única forma de poder aportar algo de sustento en el hogar de su madre.
"La necesidad y el hambre te hacen salir, porque no tengo a nadie que me vaya a decir 'ahí te va esto', la verdad no tengo esa oportunidad, por eso tengo que salir a cantar, a hacer mi vida y ni modo , es lo que me tocó vivir, eso sí, no le deseo yo a nadie esto que me está pasando porque te cambia la vida en una forma muy fuerte", expresó.
Desde que llegó la ceguera a su vida Carlos vive con su madre Alicia Pérez, de 64 años de edad, quien se dedica a la venta de ropa de segunda mano.
"De repente le traen ropa del otro lado (Estados Unidos) y se pone a vender afuera de la casa, pero ahorita no está porque se cayó y se falseó el hombro, se la llevó mi tía para el otro lado y yo me quedé ahí en la casa con un primo mío que como quiera me echa la mano".
José Carlos pasó un año encerrado en casa, porque el miedo y la vergüenza no lo dejaban salir.
"Empecé a salir a la calle a plena luz del día en cuanto le perdí el miedo a la oscuridad, porque la necesidad es bastante", comentó.
"Es que esto te cambia la vida, incluso hasta el pensar en el qué dirán, pero luego el qué dirán deja de importarte porque si no hago esto ¿Cómo voy a salir adelante? ¿Cómo voy a comer?", cuestionó.
Cuando piensa en su voz, al interpretar una canción, Carlos dice estar consciente que  tiene más sentimiento que entonación, aún así, argumenta, es su única herramienta para abrirse paso y conseguir algo de sustento.
"Hay que aguantar de todo, hay unos que me dicen qué bonito cantas, pero hay otros que dicen se hace pendejo, o sea, los estás oyendo, no falta cualquier insulto, ojalá y nunca pasen por esto, porque yo mi trabajo lo quería más que cualquier cosa, pero desgraciadamente ya no puedo", mencionó.
"¿Si he pensado en morir? Muchas, muchas veces pensé en quitarme la vida", dice José Carlos mientras se aferra al bastón con el que se apoya para andar por la avenida Valle de Juárez.
Antes de subir a la ruta Poniente Sur para cantar hasta llegar a la avenida López Mateos, José Carlos, se despide con una sonrisa del despachador que le ayuda a ascender al vehículo y continuar su batalla cotidiana.
"Esto es algo muy difícil, se te quitan las ganas de todo, pero pues hay que darle, poco a poco, a seguirle, porque tampoco hay que ser tan cobarde, no hay peor lucha que la que no se hace ya de perdido con que salga ahí para algo y ni modo, es lo que me tocó vivir", puntualizó.



Recomiendan atenderse con especialistas

Edna Reyes, rehabilitadora del Centro de Estudios para Invidentes, AC. Juárez, indicó que tan sólo en el CEIAC se atiende un promedio de 200 personas con problemas de visión, de los cuales un 35 por ciento presenta ceguera total.
Reyes mencionó que existen varios casos de glaucoma similares a los de José Carlos, en los que al no atenderse la enfermedad a tiempo, la pérdida de la vista es irreversible.
"El problema es que cuando se presentan los primeros síntomas como el dolor de cabeza y los destellos, la gente lo relaciona con una necesidad de cambio de graduación de lentes, sin embargo, puede ser algo más complejo", dijo.
En este sentido, la recomendación de la rehabilitadora fue de que al acudir a revisiones médicas, no sólo se visite a un optometrista sino que si persisten las molestias se acuda a un oftamólogo.
El CEIAC ofrece distintos servicios en apoyo a personas con pérdida de la visión que van desde terapias físicas y psicológicas, hasta adiestramientos para poder reconocer su nuevo entorno.
El Centro de Estudios para Invidentes, AC. Juárez, está ubicado en M.J. Clouthier No. 720 casi esquina con la Carretera Juárez-Porvenir.  Tel. (656) 613.69.13


¿Qué es el desprendimiento de retina?
Un desprendimiento de retina significa que el tejido sensible a la luz en la parte posterior del ojo se ha separado de sus capas de soporte.
La retina es el tejido transparente en la parte posterior del ojo que lo ayuda a ver las imágenes enfocadas en ésta por la córnea y el cristalino.
El tipo más común de desprendimientos de retina con frecuencia se debe a un desgarro o perforación en dicha retina, a través del cual se pueden filtrar los líquidos del ojo. Esto causa la separación de la retina de los tejidos subyacentes, muy parecido a una burbuja debajo de un papel decorativo. Esto casi siempre es causado por una afección llamada desprendimiento vítreo posterior. También puede ser causado por un traumatismo y una miopía muy grave. Un antecedente familiar de desprendimiento de retina también incrementa el riesgo.
Otro tipo de desprendimiento de retina se denomina desprendimiento por tracción. Este tipo ocurre en personas con diabetes no controlada, que tienen antecedentes de cirugía de retina o que tienen inflamación crónica.
Cuando se presenta el desprendimiento de retina, el sangrado proveniente de los vasos sanguíneos cercanos puede causar opacidad en el interior del ojo, de manera que es posible que usted no vea claramente o que no vea en absoluto. La visión central puede resultar seriamente afectada si la mácula, la parte de la retina responsable de la visión fina y detallada, se desprende.

Fuente: Biblioteca Nacional de Medicina de E.U.A. (http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/001027.htm)


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