martes, 9 de septiembre de 2014

MARIA CON MACULOPATIA SIGUE ADELANTE...

Nada de clase pasiva. María Ángela "Kelly" Rodríguez, tiene maculopatía congénita severa, pero tras dejar su actividad de docente siguió estudiando y participando en actividades solidarias.


 Me daba cuenta de que veía un poco menos que antes, pero tuve la señal más clara cuando me empezó a costar corregir la ortografía y los trabajos de mis alumnos en la escuela Las Esclavas, de barrio General Paz.
Cuando ya no pude leer más me pasaron a tareas pasivas, hacía trámites y otras tareas administrativas. Así estuve cuatro años, hasta que me jubilé en 1995. En aquel momento, el doctor Aníbal Villagra me diagnosticó maculopatía congénita severa en ambos ojos, una enfermedad que afecta a la mácula, el área de la retina que se utiliza para separar la visión central y que permite reconocer caras, leer y conducir. Se trata de una lesión en la retina que va provocando una seria disminución del campo visual. Es progresiva y hasta ahora no tiene cura.
Gracias a Dios mi pérdida de visión no fue abrupto, sino progresiva. En el ojo derecho no veo nada y en el izquierdo perdí la visión de más de las tres cuartas partes. Me cuesta mucho ver los rostros, leer las letras, pero no voy a quedar ciega del todo, porque voy a seguir viendo algo por los laterales del ojo.
Uso anteojos, pero sin aumento, lo que sí tienen es color para protegerme de los rayos de la luz, porque me hace muy mal. Me molesta mucho la luminosidad que hay en los supermercados, las luces psicodélicas de las fiestas y también las luces de la peatonal. Tomo antioxidantes con gluteína y hago mis controles de rutina con mi oftalmólogo.
Cuando recibo las facturas de los servicios pido que me digan el monto para pagar lo que corresponde. Yo veo la claridad, pero no me pidas detalles, veo una parte más clara y una parte más oscura, pero me cuesta identificar los rostros y cuando tengo que cortar la comida de un plato, generalmente le pido ayuda a mis amigas. Aún así no me cuesta bajar las escaleras del edificio donde vivo, pero sí se me complica bajar el cordón de la vereda. Tuve algunas caídas pero me repuse, siempre trato de salir acompañada.
En 1999, después de jubilarme y como tenía más tiempo para mí, comencé un taller de memoria en el Programa Universitario de Adultos Mayores de la Universidad Nacional de Córdoba (Puam). Después hice varios cursos en el Cepram, uno de los que más me gustó fue el de Habilidades Sociales. Ahora estoy haciendo uno que me encanta que se llama “Diálogo con los sabios sobre los problemas de la Vida”. Así conocí a muchas personas y con algunas nos hicimos amigas. Salimos a comer, vamos a conciertos de música, a charlas y a muestras de arte. Aunque no puedo ver mucho las obras expuestas, igualmente disfruto por lo que las personas que me acompañan me cuentan.
Con mis compañeras del taller del Cepram también hemos compartido varios viajes: fuimos a Perú, Colombia, Bolivia, Chile, Uruguay y México. Pero además de las amistades en el Cepram, tuve una gran experiencia como voluntaria del servicio de Atención Telefónica a Mayores (ATM): allí trabajé ocho años, tratando de escuchar a las personas que están pasando por situaciones de crisis, angustia o soledad.
Hace dos años me operaron de catarata en el ojo izquierdo y salió todo bien. Todavía veo y hago lo que puedo y como puedo. Y si no, pido ayuda, porque el orgullo no sirve de nada; cuando uno necesita algo hay que saber pedir de buena manera, buscar ayuda. Ahora no salgo tanto como antes porque además tengo artrosis de rodilla y me duele un poco cuando camino mucho, pero ando más despacio.
A pesar de las limitaciones, me siento entusiasmada con mis proyectos: voy a pilates, hago biodanza y soy voluntaria de la organización no gubernamental Manos Abiertas. Una vez por semana voy a un geriátrico y acompaño a los abuelos que están internados. Conversamos de la vida, jugamos a las cartas y se pasa volando el tiempo con ellos. Tengo un sueño: me gustaría formar un grupo de autoayuda para las personas que padecen maculopatía porque no tenemos un lugar para compartir lo que nos pasa. Ojalá lo pueda lograr.
Perfil
Kelly Rodríguez tiene 75 años, es docente jubilada y actualmente es voluntaria de la ONG Manos Abiertas. Es viuda, tiene un hijo de 40 años y dos nietos, Carlos y Gregorio, de 9 y 8 años.


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