Sonidos para sentir el mundo podría ser la consigna que
llevan adelante Luciana Mariezcurrena y Matías Iraira, dos jóvenes alumnos
ciegos que están cursando los estudios de Formación Básica Musical en la
Escuela Superior de Música de esta ciudad.
Luciana, de 26 años, y Matías, de 34, tuvieron la
posibilidad de iniciar sus estudios gracias a un convenio firmado entre esa
institución educativa y la Fundación del Banco Provincia del Neuquén para
facilitarles la lectura de las partituras. El convenio establece la
incorporación del profesor especializado y saxofonista Julián Mega (ver
aparte), quien les dicta clases de musicografía braille -que duran entre dos y
tres horas-, sistema que utilizan las personas ciegas para estudiar la
escritura musical.
Luciana vive en esta ciudad y hace cuatro años quedó ciega
por padecer diabetes. Desde chica quiso estudiar música, empezó cuando tenía 8
años pero luego abandonó y posteriormente se recibió de técnica en Laboratorio.
“A causa de la ceguera empecé a hacer cosas que tenía
inconclusas, como la música, cosas que me permiten ser más independiente”,
cuenta Luciana, quien dos veces por semana se toma el colectivo en el barrio
SMATA, donde vive, para asistir a clases.
Cuenta que al anotarse, en un principio, se asustó porque
“no sabía cómo podía adaptarme al estudio” pero que después con el apoyo de su
familia decidió anotarse. “En un futuro van a tener una pianista ciega”, afirma
con una amplia sonrisa.
Matías también se toma el colectivo pero lo hace desde la
localidad rionegrina de Fernández Oro. “Me tomo el Ko-Ko, me bajo en la avenida
Argentina y Elordi, y desde ahí camino hasta la escuela”, describe su
itinerario para llegar a clases.
Cuenta que quedó ciego a los 9 años mientras un amigo del
barrio manipulaba un arma que fatalmente se disparó e impactó en sus ojos.
Desde el accidente, los padres de Matías lo estimularon con la música,
regalándole guitarras, teclados y todo tipo de instrumentos para que el pequeño
pudiera desarrollar el oído.
“El sonido es nuestro ojo”
Ambos se conocieron en Awkinko, una asociación que aglutina
a personas con discapacidad visual. Coinciden en que les resultaba difícil
estudiar cada uno por su cuenta, por eso decidieron anotarse juntos en la
escuela de música. “Con el apoyo del otro se hace más fácil, lo que uno no
entiende se lo pregunta al otro”, dice Matías, quien pasó anteriormente por el
Instituto Universitario Patagónico de Artes (IUPA) de General Roca.
En su casa, Matías pasa muchas horas practicando con
diversos instrumentos. Ahora se volcó al piano, además de tocar el teclado y la
batería, pero asegura que su fuerte es la guitarra. “Estudio porque me siento
bien tocando. Me gusta desde la música clásica hasta el rock. Quiero vivir de
la música”, sostiene. Luciana lo interrumpe y cuenta su devoción por todos los
estilos, “desde la bachata hasta el tango”.
Para ambos, la música es su tesoro más preciado. “El sonido
es nuestro ojo”, define Luciana.
Les menciono que hay grandes exponentes de la música que
eran ciegos, como Ray Charles, Stevie Wonder y el pianista catalán Tete
Montoliu. Ellos dicen que son referentes que los “impulsan y motivan a
continuar y seguir aprendiendo”. Saben que además de la pasión y el esfuerzo,
que les sobran, todo es cuestión de dedicarle muchas horas a practicar. “Ojalá
puedan abrirse camino para que otras personas con discapacidad decidan estudiar
música. Es indudable que tanto Luciana como Matías tienen más potencialidad en
el oído que una persona vidente”, asegura Jorge Navarrete, uno de los
profesores que les da clases.
El profesor que les da clases también es no vidente
“Es un momento histórico porque antes la escuela no recibía
personas ciegas”, resalta Julián Mega, el profesor de musicografía braille de
Luciana y Matías.
Mega tiene 62 años, es maestro de música y profesor de
informática y desde hace 16 años quedó ciego como consecuencia de un glaucoma.
“El braille es el único recurso que las personas ciegas tenemos para tener un
contacto directo con lo escrito. El braille también sirve para escribir y leer
música”, señala Mega, quien además es referente en discapacidad visual en la
Universidad Nacional del Comahue.
Sostuvo que la memoria juega un rol fundamental en los
músicos ciegos, “ya que deben memorizar las partituras”. “Depende el
instrumento, por ejemplo, uno puede ir tocando el piano con una mano y leyendo
la partitura con la otra; pero si es un instrumento de viento o una guitarra
que se necesita utilizar las dos manos, entonces se memoriza la partitura”.
Señaló que su idea es poder capacitarlos en estos dos
primeros años “para que ellos en un futuro sean los que tomen la posta y puedan
enseñar musicografía braille a otros estudiantes ciegos”.
Por último, el profesor destacó que tanto a Luciana
Mariezcurrena como a Matías Iraira los nota muy entusiasmados en cada clase,
“lo que se refleja en la pasión por hacer música”.
FUENTE: http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2015/9/14/el-desafio-de-estudiar-musica-en-la-oscuridad_263224
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