Hasta
ahora se pensaba que cuando un niño presenta un problema visual como el ojo
vago (ambliopía), el margen temporal de corrección es limitado. Así, se marcaba
los nueve o diez años de edad como la frontera en la cual quedaba fijada la
capacidad visual de la persona.
Sin embargo, una nueva investigación de la
Universidad de McMaster (Canadá) ha dado un giro completo a esta teoría después
de realizar un estudio en el que se analizó el tejido cerebral de 30 personas
fallecidas entre los 20 días de vida y los 80 años de edad.
El
estudio ha descubierto que el córtex visual primario (V1), la zona del cerebro
encargada de procesar e interpretar la información que arroja la retina, sigue
madurando hasta que el individuo tiene 36 años de edad. Por trabajos realizados
anteriormente con animales se pensaba que este área sensorial del cerebro
acababa de formarse en la primera infancia, pero los resultados de la
investigación canadiense lo han desmentido.
El
córtex visual primario se sitúa en el lóbulo occipital, en la parte posterior
del cerebro, y tiene asignadas funciones muy importantes para la actividad
visual. La corteza visual primaria procesa la información que le llega a través
de la retina del ojo. Gracias a ella somos capaces de detectar la intensidad de
la luz, percibir los contornos, discriminar el color, poseer memoria visual
para identificar caras y palabras escritas, hacer movimientos rápidos
(sacádicos) con los ojos, orientarnos espacialmente…
Cuando
la retina manda la información al córtex visual este se encarga de procesarla y
de enviarla a otras 20 zonas especializadas del cerebro. En esta misión
intervienen también unos 280 millones de neuronas cuya actuación se ve mediada
por unas proteínas (proteínas glutamatérgicas) que consiguen moldear la acción
neuronal hasta los 36 años, aproximadamente, según ha descubierto el estudio
canadiense. En otras palabras, ahora sabemos que el cerebro tiene más
plasticidad de lo que se creía.
Las
proteínas glutamatérgicas continúan actuando mucho más allá de la primera
infancia cambiando, reforzando o debilitando las conexiones sinápticas entre
las neuronas. De este modo, la corteza visual primaria sigue evolucionando y
continúa su desarrollo hasta bien entrada la edad adulta. Y, gracias a ello, la
forma en que se relacionan cerebro y visión permanece dinámica al menos hasta
la mitad de la tercera década de la vida (36 años con un margen de 4,5 años
arriba y abajo).
Además
de suponer una oportunidad para abrir nuevos caminos terapéuticos en la
atención de problemas visuales como la presbicia (vista cansada) o tratar la
ambliopía, este hallazgo redunda en la idea de que hay muchas áreas cerebrales
sobre las que aún falta conocimiento. La plasticidad demostrada ahora de la
corteza visual primaria podría extrapolarse a otras zonas del cerebro sobre las
que tal vez hay igualmente ideas erróneas.
FUENTE:
https://longitudeonda.com/
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