viernes, 22 de diciembre de 2017

AMBLIOPIA EN ADULTOS

Hasta ahora se pensaba que cuando un niño presenta un problema visual como el ojo vago (ambliopía), el margen temporal de corrección es limitado. Así, se marcaba los nueve o diez años de edad como la frontera en la cual quedaba fijada la capacidad visual de la persona. 



Sin embargo, una nueva investigación de la Universidad de McMaster (Canadá) ha dado un giro completo a esta teoría después de realizar un estudio en el que se analizó el tejido cerebral de 30 personas fallecidas entre los 20 días de vida y los 80 años de edad.

El estudio ha descubierto que el córtex visual primario (V1), la zona del cerebro encargada de procesar e interpretar la información que arroja la retina, sigue madurando hasta que el individuo tiene 36 años de edad. Por trabajos realizados anteriormente con animales se pensaba que este área sensorial del cerebro acababa de formarse en la primera infancia, pero los resultados de la investigación canadiense lo han desmentido.

El córtex visual primario se sitúa en el lóbulo occipital, en la parte posterior del cerebro, y tiene asignadas funciones muy importantes para la actividad visual. La corteza visual primaria procesa la información que le llega a través de la retina del ojo. Gracias a ella somos capaces de detectar la intensidad de la luz, percibir los contornos, discriminar el color, poseer memoria visual para identificar caras y palabras escritas, hacer movimientos rápidos (sacádicos) con los ojos, orientarnos espacialmente…

Cuando la retina manda la información al córtex visual este se encarga de procesarla y de enviarla a otras 20 zonas especializadas del cerebro. En esta misión intervienen también unos 280 millones de neuronas cuya actuación se ve mediada por unas proteínas (proteínas glutamatérgicas) que consiguen moldear la acción neuronal hasta los 36 años, aproximadamente, según ha descubierto el estudio canadiense. En otras palabras, ahora sabemos que el cerebro tiene más plasticidad de lo que se creía.

Las proteínas glutamatérgicas continúan actuando mucho más allá de la primera infancia cambiando, reforzando o debilitando las conexiones sinápticas entre las neuronas. De este modo, la corteza visual primaria sigue evolucionando y continúa su desarrollo hasta bien entrada la edad adulta. Y, gracias a ello, la forma en que se relacionan cerebro y visión permanece dinámica al menos hasta la mitad de la tercera década de la vida (36 años con un margen de 4,5 años arriba y abajo).

Además de suponer una oportunidad para abrir nuevos caminos terapéuticos en la atención de problemas visuales como la presbicia (vista cansada) o tratar la ambliopía, este hallazgo redunda en la idea de que hay muchas áreas cerebrales sobre las que aún falta conocimiento. La plasticidad demostrada ahora de la corteza visual primaria podría extrapolarse a otras zonas del cerebro sobre las que tal vez hay igualmente ideas erróneas.



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