Este joven de 26 años perdió, en un accidente, el 95 por ciento de su visión. Pero esto no fue un impedimento para alcanzar sus metas.
Imagen: foto de Daniel
La alarma del celular de Consuelo, la madre de Daniel, suena a las cuatro y treinta de la mañana. A esa hora va a despertarlo porque hace algunos días a él se le dañó el despertador.
Daniel no es que sea perezoso pero es que en el frío de Guarne, y a esa hora, a cualquiera se le dificulta quitarse las cobijas.
Una vez se levanta Daniel reza sin falta la oración para el día y tiende la cama. Se baña rápidamente y entra de nuevo a su habitación para buscar su uniforme.
Aunque es una costumbre que madre e hijo desayunen juntos, hay días que ella no lo puede esperar, así que se lo deja listo para que él baje del segundo piso donde está su cuarto y lo vuelva a calentar. Para él esto no es problema. Lo sería si le faltara el chocolate, la arepa, el pedazo de pan con queso derretido y los huevos revueltos con aliños, antes de salir de su casa.
Desayunar es un placer. Aprovecha para hacer una de las cosas que más disfruta: escuchar música. Así que mientras saborea cada bocado, prende su computador en la sala y busca su canción favorita: My sun sing , del grupo cristiano Delirious.
Termina. No deja ni una miga de pan en el plato. Sube al segundo piso, se cepilla los dientes y antes de salir comienza la tarea más complicada para él: peinarse con gomina "pelito por pelito".
Sale de su casa. Le echa doble llave a la puerta y a paso rápido camina ocho cuadras hasta el paradero del bus que lo llevará a su trabajo. El camino se lo sabe de memoria.
Así empiezan los días de Daniel Gómez Riaño, nada del otro mundo. Eso mismo opina él, pese a que perdió el 95 por ciento de su visión. A los cuatro años lo atropelló un carro, causándole una atrofia en el nervio óptico bilateral, además de hidrocefalia (lo que le desató fuertes dolores de cabeza) y estrabismo. Tiene 26 años y, científicamente, no puede volver a ver normal.
"Dios me va a sanar, mis ojos son él porque yo le pedí que se encargara de lo imposible y yo de lo posible". Y esa confianza le ha funcionado: estudió en un colegio donde recibió menciones de honor, por buen estudiante se ganó una beca para estudiar inglés en el Colombo Americano, hizo la carrera de traducción de inglés y francés en la Universidad de Antioquia y estudió para ser guía turístico en el Sena. Además, toca el piano, compone y canta, y actualmente es el promotor de servicios del hotel de Comfenalco en Piedras Blancas.
En el trabajo
El "buenos días", una sonrisa para sus compañeros y las preguntas qué ha pasado de nuevo y cómo están los huéspedes son el infaltable sello del saludo de Daniel al llegar al hotel, donde trabaja como promotor de servicio.
Pone música en el restaurante antes de subir a su oficina a revisar su correo personal. Su jornada laboral transcurre atendiendo por teléfono las consultas sobre tarifas y servicios del hotel y recibiendo a los turistas a quienes después instala en sus habitaciones.
Los fines de semana el trabajo varía un poco, pues acompaña a los visitantes en las caminatas ecológicas de hasta dos horas. Durante el camino podría confundirse con un biólogo e historiador, porque sabe qué clases de árboles hay en el lugar, cuáles son medicinales, cuáles son los pájaros de la zona y quiénes utilizaban los caminos prehispánicos de Santa Elena. De guía lo hace muy bien. Es que estudió en el Sena para serlo.
Su turno termina a las cinco de la tarde, pero su energía no se acaba a esta hora. Sale del hotel y en la portería toma la buseta que lo lleva hasta el Cable Arví, hace transferencia hacia la línea K y luego toma el Metro hacia el sur. A veces se baja en la estación Universidad y otras veces en Estadio.
Aunque vive en Guarne su vida también está en Medellín, porque los jueves desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche, dicta clases de inglés para ingenieros en la Universidad de Antioquia y los lunes toca el piano, canta con sus amigos y ajusta todos los detalles para grabar un cd con su primera canción: Historia de amor.
Otras noches, después de salir de su trabajo llega hasta el barrio Los Colores. Allí está la iglesia cristiana MCI y durante la ceremonia, acompaña a un grupo musical con el teclado y la voz.
Descansa siempre un día de semana el cual aprovecha para hacer diligencias como pagar los servicios, motilarse o comprar ropa con sus amigas María José o Daniela. Igualmente, lo aprovecha para terminar alguna traducción pendiente que le encargaron a él y a Bárbara, una amiga con quien ofrece este servicio y fue sus ojos y mano derecha en la universidad. Además, sin falta va almorzar donde sus abuelos a Envigado y si le queda tiempo, también va al gimnasio.
Él casi siempre llega a su casa en Guarne a las once de la noche. Se acuesta, prende el televisor y duerme para retomar las energías para otro día trajinado.
Aunque está dedicado de tiempo completo a sus trabajos, Daniel sueña conocer el Nevado del Ruiz, ir al Eje Cafetero, viajar a los parques nacionales, Canadá, Australia e Italia.
Además, quiere tener su cd con los temas que escribe y compone. Sueña con un piano más grande. Sueña ir a un concierto grande, siempre y cuando no sea de reguetón ni de música guasca. Pero, sobre todo, Daniel sueña con conseguir los recursos necesarios para que un médico especializado lo opere y le ponga sus ojos en la posición normal.
Fuente: http://www.elcolombiano.com/
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