sábado, 4 de junio de 2011

UNA ENTREVISTA AL DOCTOR ROBERTO ZALDIVAR...

Oftalmólogo, científico, investigador. La lucha por llegar a la excelencia desde Mendoza. Entrevista del periodista Ricardo Montacuto.
Imagen: foto del Dr Zaldivar

Se ocupa de uno de los sentidos más sensibles del ser humano: la vista, los ojos, el espejo del alma, la conexión con el mundo, la ventana por donde vemos las cosas tal cual parecen… el último órgano del que uno quisiera enfermar. Es el médico científico capaz de operar varias horas al día, de atender 70 cirugías láser en una jornada, o la mitad de ello si se trata de lentes intraoculares. Obsesivo en la búsqueda de la perfección de los procesos, Roberto Zaldívar  despegó de Mendoza hace muchos años, pero no se fue jamás. Logró un modelo de gestión de salud, de nivel, de excelencia internacional, que queda muy lejos, muy por encima de donde la pobreza corroe, a apenas unas cuadras de su instituto.
No hay muchas originalidades que se puedan decir de Zaldívar. Todo el mundo (de forma casi literal) sabe quién es, qué hace, y qué es el
Instituto Zaldívar, tan relacionado a los ricos y famosos que se someten a la magia del láser para recuperar su visión normal, como a los pobres de toda pobreza que se operan los viernes, a través de la
Fundación.


El Zaldívar-médico pasa casi la mitad de su vida viajando, capacitándose, entrenando a otros, y la otra mitad, operando. Multipremiado, recibirá pronto una nueva distinción en la India. Científico e investigador, desarrollador, cirujano y doctor, amante de la arquitectura y el diseño, busca siempre soluciones lógicas y sencillas para problemas aun complejos. Le gusta el deporte, oxigena su espíritu, aunque tiene este año la mala estrella de ser hincha simultáneo de Independiente de Avellaneda y de Independiente Rivadavia de Mendoza. Cuenta que hace 20 años que no va a la cancha, y que guarda un carnet de “La lepra” desde el día ‘uno’ de su vida, cuando estaba en la incubadora de la Universidad de Yale, donde su padre Roger estudiaba, becado. A Roger Zaldívar, iniciador de esta dinastía de oftalmólogos de otro planeta, visionario de lo que vendría después y vencedor dos veces del Aconcagua, le enviaron de regalo la credencial de socio 'leproso' para el recién nacido.


-¿Cómo fue su relación inicial con la oftalmología? ¿La heredó, realmente quería eso? ¿Mandato familiar?

-Yo era hijo único y mi padre me llevaba a todos los congresos desde muy chico, porque no podía dejarme con nadie. Así es que tal vez al año, o a los dos años, comencé a ir de viaje a todos los eventos de los oftalmólogos, que me usaban de “mascota”, o para ayudarlos a conectar los instrumentos, o hacer cualquier otra cosa… Se fue dando de manera natural. Fue el ambiente donde crecí… Pensé en ser médico para estudiar oftalmología… Y dudé algún tiempo sobre si seguir o no arquitectura, que me gustaba mucho… Pero la mayor influencia fue sin dudas la oftalmología. Mi padre no me decía nada, pero me daba todas las facilidades para que yo siguiera la carrera. Me fui inclinando por lo que sabía. Conozco a mucha gente en la medicina que dice “yo jamás haría esto… o lo otro…” y cuando finalmente lo aprenden, después lo hacen… y aquello que parecía difícil o feo, termina siendo sencillo. Eso me pasó dentro de la oftalmología. Lo curioso fue que no seguí la especialidad que tenía mi padre…

-Bueno… en aquella época era una ciencia mucho más general… ¿no?

-Sí, claro… él era un profesor… era algo así como una obligación saber todo. Pero él se fue inclinando por lo que se llama “segmento posterior”, en retina. Era lo que más hacía, y de lo que hablaba en los congresos. Yo fui a Boston a estudiar y capacitarme, y me especialicé en “segmento anterior”, aquello me sirvió para lo que hago ahora, que se llama cirugía refractiva.


-¿Cómo tomó la decisión de instalarse en la provincia?

-Fue un desafío. Fue pensar ‘por qué no se puede hacer como en Estados Unidos’, donde hay centros trascendentes fuera de la capital, o fuera de las ciudades importantes. Allí hay muchas compañías instaladas en ciudades que no son tan grandes, y muchas ciudades realmente importantes.

-Un esquema mucho más federal…

-Claro. Uno puede hallar lo que se le ocurra. Podés pensar en algo y no necesariamente lo vas a encontrar en Nueva York o Los Angeles. Si pensás en aviones, los fabrican en Seattle… pensás dónde está IBM, en California… Los tractores John Deere, en Illinois… Todo está muy distribuido. En la Argentina es muy raro hallar algo importante que no esté en Buenos Aires, salvo lo regional, como el vino…Por eso decidimos venir acá.


-Del 100 % de su tiempo profesional… ¿Cuánto dedica a operar, y cuánto a la formación?

-Prácticamente la mitad. Sucede que uno a veces se está formando y no lo hace de manera formal. Es decir, no se sienta a leer un libro. Pero si voy a un congreso y charlo con un colega sobre un tema en particular, estoy aprendiendo. Voy a congresos donde hablo, habla el de al lado, y todos aprendemos. Tengo muchas reuniones de “advisory boards”, los grupos que recomiendan qué tecnología usar en el futuro. Se trata de gente muy calificada, de un nivel altísimo, ingenieros y médicos, y en las discusiones internas se aprende muchísimo. Hay un gran intercambio entre los que están desarrollando tecnología. Es un aprendizaje continuo. En cada viaje tengo veinte reuniones de esas, y aprendo... Además, leo mucho en el avión… en todas partes. En todo lo que hago aprendo algo. Es muy raro que vaya a un lugar y no aprenda nada. Si a alguien le pasa eso, está en el lugar equivocado, o no sabe dónde está, o planificó mal, o algo le pasa.

-¿Qué prefiere... ser médico, investigador, o científico?

-Lo que más me gusta es la investigación clínica. Es estudiar de forma técnica y matemática los resultados de lo que hacés… Eso te da un cúmulo de información muy importante. Apasiona… es lo que permite avanzar en la medicina. Hay dos tipos de medicina. Una convencional, donde estudiás una cosa, sabés que ese es el tratamiento para alguna enfermedad, y cuando el paciente ya está bien, listo… pero hay otra, donde también aplicás lo que estudiaste, y después seguís al paciente en el tiempo. Eso te permite profundizar en otro tipo de factores, investigar y saber por qué un paciente puede estar bien, mejor, mucho mejor, o no tan bien. Es el seguimiento de todas las técnicas quirúrgicas y procesar luego esa información, para obtener nuevas soluciones.


-Usted se ha apoyado mucho en la tecnología para desarrollar su tarea…
-Sí. Soy consultor de doce o trece empresas de tecnología médica, y he desarrollado alrededor de noventa aparatos originales para la oftalmología. Esa es una de las cosas que me gustan… me quedó de la época en que me gustaban el diseño y la arquitectura. Hace unos minutos terminamos una charla con una empresa de California, de casi una hora, por una tecnología para corregir el astigmatismo de una manera diferente a la que aplicamos ahora.

-Eso es muy común ¿no? ¿Es cuando se deforma la cornea?

-Claro… la cornea está ovalada, y con la cirugía se redondea. Trabajamos en mejorar las tecnologías para que las cirugías sean menos invasivas. Que resuelvan el problema de otra manera. Nosotros estamos usando una tecnología que hemos desarrollado, que lo hace de manera “casi” mágica con una técnica que también hemos hecho nosotros. Redondea la córnea casi sin tocar el ojo. Cuando uno disminuye la agresividad de la técnica, la recuperación es mucho más espectacular y hay mucho menos problemas postoperatorios.

-Bueno… igualmente no hablamos de una ciencia exacta…

-Nada es exacto. Yo siempre les digo a las personas, cuando preguntan “doctor el riesgo de que haya problemas es ‘cero’”, que eso no es medicina. Lo que uno intenta hacer es disminuir los riesgos cada vez más y trabajar para que estos sean infinitamente menores. Ahora, si vos tenés un médico que ha hecho eso unas cien mil veces de manera exitosa, es lógico que el margen para que haya problemas es muchísimo menor. Si a su vez ese médico está operando en un lugar de alta tecnología que ha desarrollado técnicas, métodos y aparatología para que él haga esas operaciones, el riesgo es menor aún. Y si además la administración, la gestión, los sistemas de ese lugar son altamente profesionales, el riesgo es menos que minúsculo, pero jamás es “cero”.

-Ya cumplió más de 30 años de carrera… ¿Encuentra todavía casos que le sorprendan?

-Siempre. Es muy difícil que en medicina haya algo en lo que no aparezca una cosa nueva. Son miles de factores que se combinan. A lo mejor en algunos casos hay diez factores iguales pero uno no lo es y eso hace diferente el caso. Es lo mismo que en la lotería. Hay siete números que uno puede acertar pero el octavo lo cambia todo. Siempre hay cosas nuevas. La diferencia es que tenemos mucha experiencia, hemos operado mucho y es raro que haya muchas cosas que nos sorprendan. Pero siempre aparecen… Operamos mucho. Cuatro días de la semana y el quinto, con los residentes para la gente que ingresa a través de la Fundación.

                                          Imagen: foto del Dr Zaldivar con barbijo

-¿En qué momento empezó a hacer trabajo social con el Instituto?
-Hace mucho… lo que sucede es que la Fundación ha tenido un perfil muy bajo, pero hemos atendido a muchísima gente, unos 40.000 ó 50.000 al año. Funciona con presupuesto del Instituto, mayoritariamente, y con algunas donaciones particulares. Los que más donan son pacientes del Instituto, especialmente los de afuera de Mendoza, que son el 90 % de las personas que opero.



Los famosos que se atienden en el Instituto… ¿vienen aquí por problemas estéticos más que médicos? ¿Cómo llegan a Zaldívar?

-La mayoría de ellos tienen en verdad defectos en la vista, y llegan aquí porque lo han escuchado de otro. Ha funcionado mucho el “boca a boca” en este sentido. Durante los últimos 20 años hemos visto y atendido todo tipo de personas. Desde los actores y políticos más importantes de Buenos Aires, al ciudadano más pobre de Jujuy. He visto a tres premios Nobel aquí en Mendoza, o me ha tocado operar a la esposa de Leloir, o personas importantes como una sobrina del rey de Malasia… o gente trascendente de Asia, Estados Unidos… Hace unos días estuvo Ricardo Montaner… En la política, han venido aquí de un extremo al otro del arco ideológico. Es por el prestigio que se ha ganado el Instituto. En Mendoza no se conoce bien el nivel que tiene el Instituto. Aquí recibimos entre un 90 y 92 % de gente de afuera de Mendoza. Hace unos días hicimos el cálculo: hemos traído a Mendoza en los últimos 15 años cerca de 300.000 personas de afuera de la provincia, para atenderse en el Instituto. Muchas de esas personas no habían venido nunca antes a Mendoza. Muchos de ellos se entusiasmaron, hicieron miniturismo, empezaron a comprar y hacer bodegas, a tener negocios aquí, les termina gustando esta provincia.

-¿Cómo va la tercera generación de oftalmólogos Zaldívar?

-Estamos haciendo un esfuerzo muy grande para preparar la próxima generación de oftalmólogos mendocinos, con nuestra residencia, donde en general entran dos al año, a veces tres. En una de esas generaciones está mi hijo Roger. Creo que lo está haciendo muy bien, empapándose de muchas cosas muy asimétricas, como lo hice yo. Muchos viajes… congresos… Hace mucho tiempo me di cuenta de que la rama que nosotros hacíamos estaba muy relacionada a la óptica física, a la ingeniería, todos los desarrollos son de esa rama; así es que lo estuve entusiasmando con eso, para que estudie más sobre ese aspecto. Pasó unos meses en Houston, estudiando, y después otros seis en la Universidad de Ingeniería Optica, en Tucson, Arizona. Él estudia mucho más de lo que estudia un médico 'promedio' sobre estas cosas, y le va a ser de gran utilidad en su carrera. Tiene muchas ideas y conocimientos sobre estos aspectos técnicos, que le dan otra mirada cuando tiene que discutir investigación clínica con los ingenieros de las empresas de desarrollos. El idioma de intercambio entre médicos e ingenieros es difícil. Hubo que desarrollar un idioma común para entender qué quiere cada uno.

-Es muy desafiante…

-Claro… Cuando uno ingresa a la facultad de medicina cree que no verá nunca más matemáticas, integrales, física… y estos desarrollos implican todo aquello.

-La vista, los ojos, son órganos muy sensibles ligados al sentido. ¿Los pacientes, del más rico al más pobre, manifiestan temores a la hora de la operación?

-Hay de todo. Gente que viene con muchísima confianza, que incluso llama la atención, como otros que llegan muy estresados. Nosotros operamos una cantidad importante de personas, y te diría que los que están desbordados de los nervios, son muy pocos. Es una cantidad muy baja. Obviamente, nosotros los preparamos para que estén muy confortables y tranquilos. Muchas veces el estrés preoperatorio depende del lugar. Nosotros hacemos un esfuerzo grandísimo y real para que la gente se sienta contenida y bien tratada. Yo siempre les digo a los que atienden a la gente, a los técnicos, a los médicos jóvenes… “¿cómo te gustaría que te traten?” Bueno, ese es el parámetro. La amabilidad debería ser lo normal.

-En los pacientes específicos de Mendoza… ¿nota alguna patología común, algo relacionado al ambiente, o al clima?

-Lo más común que traen es el “ojo seco”, por la escasa humedad del ambiente. Es una patología bastante importante hoy. La polución hace que se destruya la lágrima, y su calidad. En los lugares como Mendoza ese problema es peor por la escasa humedad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario