jueves, 8 de diciembre de 2011

APRENDER A VIVIR SIN VISION...

Una escuela para aprender a vivir a oscuras

La sede coruñesa de la ONCE cuenta con la réplica de un piso en el que enseña a personas invidentes a realizar tareas cotidianas como cocinar, coser, planchar, reconocer el dinero o combinar la ropa


Quedarse sin vista no equivale a dejar de hacer las tareas que se desempeñaban hasta el momento. Para que la adaptación a esta nueva vida sea más sencilla, la ONCE ofrece cursos con trucos para realizar tareas cotidianas como cocinar, barrer, combinar la ropa, coser o planchar. Solo en A Coruña 14 personas invidentes recurren a estos talleres para aprender a manejarse ellas solas en su domicilio. Tener todo ordenado y marcar los electrodomésticos o algunos artículos para reconocerlos es la clave para hacer cualquier tarea. La coruñesa Cari López pasó hace cuatro años por estos cursos. Ahora vive sola y reconoce manejarse a la perfección


 Aprender de nuevo a vivir.
Este es el reto al que se enfrentan quienes pierden la visión en edad adulta y deben empezar de cero para realizar tareas cotidianas como planchar, hacer la comida, coger el autobús o pagar la compra. Con el objetivo de que estas personas se adapten lo antes posible a vivir sin vista, la ONCE organiza cursos formativos. "Les enseñamos trucos para cosas de la vida diaria como barrer, utilizar los electrodomésticos, coser o cómo reconocer el dinero", señala Ángeles Fernández, una de las técnicas de rehabilitación que imparte estos cursos en A Coruña, a los que ahora mismo asisten 14 personas. Pese a que la adaptación varía según la persona, la mayoría lo consigue. Es el caso de Cari López, quien perdió la vista hace cuatro años y vive sola. "Lo difícil es andar por la calle, en casa no tengo problema", sostiene.

Para impartir estos talleres -dirigidos desde a niños invidentes hasta quienes se quedan ciegos de adultos-, la sede coruñesa de la ONCE cuenta con el bautizado como Piso de vida diaria en el que se recrean las actividades que puede realizar cualquier persona. Para ello hay una completa cocina, una zona en la que percibir las distintas texturas que se notarán con el bastón cuando se camina por la calle o un área para quienes todavía tienen resto visual y pueden leer gracias a las últimas tecnologías. Pero además, los técnicos de rehabilitación se desplazan hasta el propio domicilio o el trabajo del alumno para enseñarles a manejarse donde lo tendrán que hacer el resto de sus vidas. "Cubrimos las necesidades que nos solicitan.
Hay a quien le gusta coser y quien nunca cocina así que ahora tampoco quiere aprender. El otro día, por ejemplo, fuimos con una chica a su instituto para que aprendiera a desplazarse por él. Hacemos lo que nos pidan", señala Ángeles Fernández.

La clave para poder realizar cualquier tarea cotidiana sin ver está en el orden y las marcas. Estas personas memorizan las características y la posición de gran parte de los artículos que hay en casa y por ello, nunca pueden estar desordenados. "Encima de la cama tengo una estantería con los medicamentos. No necesito ir apalpando, sentada ya sé dónde está cada uno. Eso sí, siempre que no los desordene nadie", indica Cari, quien recuerda cómo antes de perder totalmente la visión tenía periodos de ceguera temporal y necesitaba utilizar hasta cinco colirios. "A uno le quitaba la etiqueta, otro por la forma, pero sobre todo los reconocía por el orden en el que estaban colocados", indica. Igual de importante es marcar tanto electrodomésticos como las cosas. "Hay algunos aparatos adaptados como una lavadora con programa de voz, pero la mayoría puede utilizar los convencionales que tengan mandos manuales, no digitales", indica la técnica Ángeles Fernández. "La clave está en que pongan marcadores braille o fijen gotitas de silicona para en la plancha reconocer las diferentes temperaturas, los grados en el horno, etc...", resalta y añade: "Esto mismo se puede aplicar a la alimentación, se marcan los paquetes para diferenciar la pasta del arroz, por ejemplo".

En la cocina, priman las medidas de seguridad. "Colocar siempre los mangos de las sartenes hacia dentro, utilizar freidoras antes que otros recipientes, optar por cazos altos para evitar salpicaduras y poner la mano sobre el fuego para saber cómo centrar la olla son algunos de los consejos que les damos", indica Ángeles. Pero cada uno tiene sus propios trucos. Cari asegura que ya antes de quedarse ciega tenía calculado cuántos dedos había entre los mandos y el hornillo, con lo que no necesita nada para colocar la sartén en su sitio. "Y para evitar otros peligros voy con el dedo por el borde de la encimera y ya sé cuando he llegado a la cocina", asegura. Para limpiar sin poder ver, la clave está en barrer o fregar haciendo líneas paralelas a la pared o en forma de caracol, siempre hacia dentro.

A la hora de combinar la ropa, el orden y las marcas vuelven a ser las protagonistas. "Si tienes dos camisas similares a una le quitas la etiqueta, a otra un botón, por ejemplo, y así ya sabes cuál es la marrón y cuál la azul", indica Ángeles, quien añade: "Es fundamental tener los cajones siempre bien ordenados". Y para quienes pese a esto tienen problemas, un nuevo aparato informa del color de la prenda con solo acercarlo a ella.

Pero cuando alguien se queda sin vista, hay mil detalles que tener en cuenta a los que antes apenas se les hacía caso. "Las puertas o están abiertas o cerradas del todo, nunca entornadas; las monedas se diferencian por el canto, los billetes por el tamaño...", señala Ángela. "Ahora solo compro cremas de dientes o champús que no tengan tapón de rosca, que sena de los que se abren hasta atrás sin sacarlos porque si se caen es una locura buscarlos", indica la coruñesa Cari López, quien confiesa que no necesitó adaptar nada en la vivienda al perder la visión excepto el teléfono, que ahora funciona con la voz y "la bañera", que sustituyó por un plato de ducha "para evitar caídas".

Superada la adaptación al hogar llega el momento de aprender a ir por la calle sin peligro. La ONCE también apoya en este momento. Dentro de otra sala, los invidentes caminan por un pasillo -con tres texturas diferentes- para aprender a manejar el bastón y saber hacia dónde dirigirse. "En la calle hay diferentes texturas aunque nosotros no lo notemos. En los pasos de peatones, por ejemplo, hay adoquines que la persona ciega puede diferenciar para saber que está en un paso", indica Ángeles.

Pero en la ONCE también se preocupan de mejorar la calidad de vida de quienes tienen algún resto visual. "Son la mayoría ya que es más raro quedarse totalmente sin visión", señala esta monitora. Para ellos, existe una completa sala en la que cuentan con la última tecnología para poder leer: flexos y lupas de diferentes tamaños, pantallas conectadas al ordenador que proyectan textos en letras a gran tamaño.

Quienes pierden la vista sacan más partido a sus otros sentidos. El oído y sobre todo el tacto, se convierten en sus aliados. Quedarse ciego ya no es sinónimo de estar al margen de las tareas cotidianas. Eso sí, los afectados piden paciencia ya que cualquier actividad ahora les llevará el doble de tiempo.


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