Una investigadora del Consejo habla de los efectos de las
luces LED sobre los mecanismos de percepción de la luz.
En los vertebrados la función principal del sistema visual
es detectar luz e interpretarla. Pero ¿cómo ocurre este proceso? Pues bien,
para ello existe un tejido sensible a la luz, la retina, localizada en la parte
posterior del ojo. Este tejido está formado por células nerviosas, algunas de
las cuales son fotorreceptoras, gracias a la presencia de fotopigmentos (conos,
bastones y algunas ganglionares).
Imagen: La investigadora María Contín. Foto: gentileza investigador.
Las células fotorreceptoras, a través de una cascada
bioquímica de fototransducción, convierten la luz (fotones) en impulsos
nerviosos que se trasmiten de célula en célula hasta llegar a la corteza visual
cerebral, donde se interpretan y se transforman en imágenes. Este proceso hace
que el ser humano pueda comunicarse con
el mundo que lo rodea y gracias a él es posible reconocer formas, tamaños,
colores y movimiento. Sin embargo, a pesar de su capacidad fotorreceptora, la
retina se ve afectada por el exceso en el tiempo de iluminación o por el tipo
de luz artificial a la que está expuesta, lo que podría traer aparejado daños
visuales o alteraciones en los ritmos biológicos.
María Ana Contín, investigadora del CONICET en el Centro de
Investigación en Química Biológica de Córdoba (CIQUIBIC, CONICET-UNC) y docente
dela Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC),
junto con su grupo de investigación, estudian los mecanismos moleculares de
muerte de células fotorreceptoras y las alteraciones en las señales eléctricas
de la retina en un modelo de degeneración retinal producida por estimulación
con luz LED blanca de baja intensidad.
Para verificar si la exposición a luz constante produce
degeneración retinal, ratas albinas wistar machos y hembras fueron expuestas a
luz blanca, específicamente LED de 200 lux de intensidad, durante diferentes
periodos de tiempo. El Lux es la unidad del Sistema Internacional de Unidades
utilizado para medir el nivel de iluminación; en un ambiente iluminado con luz
artificial, como por ejemplo una oficina,
la cantidad de lux utilizada suele ser entre 200 y 500.
“En los últimos 120 años, con el advenimiento de la luz
eléctrica, la sociedad ha cambiado sus formas de exposición a ella; las
ciudades están muy iluminadas durante la noche lo que produce exposición a
fotones en horarios nocturnos, a veces sin quererlo. Este es el concepto de
contaminación lumínica. Además, el uso de la nueva tecnología de televisores,
computadoras y celulares hace que las personas tengan mayor hábito de
exposición a luz LED artificial lo cual, por el tipo de iluminación, es también
nocivo para la salud”, detalla.
Esta sobre-exposición puede acelerar procesos patológicos
de origen genético como retinitis pigmentosa o degeneración macular relacionada
con la edad, las cuales “comprenden un grupo de distrofias en las que en la
mayoría de los casos, los bastones son los mas afectados, causando daños
visuales que van desde disfunciones retinales leves, como ceguera nocturna o
campo visual lateral reducido, hasta ceguera total”, explica la investigadora.
Los bastones son células más sensibles a la luz y son los
receptores funcionales en condiciones de baja intensidad luminosa. La imagen
visual que se obtiene se compone de tonos grises. Con respecto a los conos, hay
tres variedades: L, M y S (sensibles a longitudes de ondas largas, medianas y
cortas respectivamente). Son menos sensibles a las intensidades de luz baja que
los bastones, y son los encargados de la visión en color (son sensibles para
colores rojo, verde y azul).
Pero, ¿por qué el problema es con las luces LED?. Lo que
sucede es que el espectro visible del ojo humano abarca las longitudes de ondas
comprendidas entre los 400 (tonos azules) y los 700 (tonos rojos) nanómetros
(nm). Por debajo de los 400 nm se encuentra el rango de lo que se conoce como
luz ultravioleta y por encima de los 700 nm el de los infrarrojos.El problema-
dice la investigadora- radica en que, dentro del rango visible, las longitudes
de onda del azul son las de mayor energía y su impacto en la retina es más
nocivo.
“En un mundo colonizado por las luces LED, la exposición es
muy elevada y puede traer a futuro muchas consecuencias fisiológicas.
Conociendo los mecanismos de muerte celular se pretende encontrar tratamientos
de prevención y reversión de los mismos”, concluye Contín.
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