
FOTO : Celestino Ambrosio Berón Quién no lo vio alguna vez cuando camina por el centro o sube a un colectivo.
O tal vez, lo ayudó a cruzar la calle tomado de su mano. “Tití”, o el “Ciego de
la Peatonal”, como cariñosamente se lo conoce, porque siempre se lo ve en la
Rivadavia con su bastón blanco y sus anteojos negros, es una de esas personas
que nunca se dan por vencido.
Y quién no tuvo alguna vez curiosidad de saber
cómo es el “mundo” de un ciego. Debe parecer un misterio indescifrable, ya que
vestirse, bañarse, combinar la ropa correctamente, todo hecho sin vista, debe
parecer toda una hazaña y, en muchos sentidos, lo es.
Un día, a Celestino
Ambrosio Berón, la luz se le apagó y su vida cambió. “De ver bien, y de repente
no ver nada fue muy triste”, expresó. Después de charlar un rato con él, llego a
la conclusión de que hay que disfrutar cada segundo de la vida, y no quejarse o
renegar de cosas, muchas veces insignificantes.
“Tití”, padre de un hijo
(también con problemas visuales), es un ejemplo a seguir. Empezó bien de abajo e
hizo de todo. Desde niño fue lustrabotas, vendedor de diarios y lavó copas.
Sencillo, generoso, luchador y solidario, son las cualidades que lo
caracterizan. Nació en 1941 en una zona rural en el departamento Valle Fértil
(San Juan), en el límite con La Rioja, y cerca del bellísimo Valle de la
Luna.
Berón es polifacético. Trabajó en la construcción de viviendas, fundó
la Unión de Ciegos y Ambliopes de Catamarca (UCAC), fue radioperador, integró un
consorcio para realizar obras en su barrio, y hasta se dio el gusto de tener su
propio programa de radio.
Admitió que se sintió discriminado varias veces,
aunque sostiene que hizo más cosas estando ciego que cuando veía. Y afirmó: “No
deseo recuperar la visión, no me desespera”.
- ¿Cómo fue su infancia?
-Soy hijo de madre soltera. De chico fuimos a
vivir a Patquía y después, cuando tenía 11 años, es decir en 1952, vinimos a
Catamarca porque mi padrastro era ferroviario (acompañaba a los inspectores para
supervisar el estado de las vías hasta Chumbicha), y lo trasladaron acá.
Vivíamos a orillas de las vías, dentro del ferrocarril, al lado de un corral.
Era una vivienda muy precaria con techo de chapas. Me dediqué a lustrar botas,
vender diarios, lavaba copas, trabajaba en la calle. Fui hasta cuarto grado de
la Primaria en la Escuela “Juan Alfonso Carrizo” de La Viñita. También, cuando
era chico me llevaron durante seis meses a la “Fundación Eva Perón” para ser
atendido, porque estaba muy flaquito. Ahí atendían a muchos niños, hasta
juguetes nos regalaban. Yo me sentía bien porque estaba bien atendido y rodeado
de muchos chicos. Luego conseguimos un terreno y construimos la casa.
- ¿Cómo quedó ciego?
-A los 18 años comencé a trabajar en la construcción
de las primeras viviendas de Nueva Coneta. Y diez años después, en uno de los
viajes hacia allá, por una broma, un compañero me pegó un cabezazo en la
coronilla cuando íbamos a trabajar. Iba sentado en el camión.
Yo estaba
operado de cristalinos y se me produjo desprendimiento de retina y derrame
ocular. En 1972 me operaron dos veces, estuve internado seis meses en el
Hospital de Clínicas de Córdoba, pero no hubo caso. Fue una broma de mal gusto y
violenta que muchas veces no se miden las consecuencias. Empecé a ver cada vez
menos y finalmente todo se oscureció.
- ¿Qué sintió?
-Me sentí muy mal, desanimado e impotente. Fue un momento
muy difícil porque me llenó la vida de amargura. Desde ese momento me dediqué a
hacer trabajos comunitarios en el barrio La Tablada. Al principio tenía muchos
problemas, pero hasta que me largué solo. Mi mamá estaba muy triste por lo que
me había pasado. Fue algo irremediable y no había más nada para hacer. En la
actualidad no siento pena porque con las tareas comunitarias recibí mucho cariño
y afecto de los vecinos, y eso fue cubriendo el desánimo que tenía en ese
momento. Pasó el tiempo y me olvidé. Además, el poder haber visto antes, me
permite desplazarme por el centro y conocer bien las calles.
- ¿Cómo hizo al comienzo?
- Yo fui memorizando todos los detalles como
obstáculos o cosas que me pueden hacer daño. Estoy muy atento a todo. No es lo
mismo nacer ciego, porque al haber visto muchas cosas antes, uno va memorizando
todo.
Asimismo, es un desfasaje muy grande que lo lleva a la amargura total.
Hay que tener mucha paciencia y aceptar la dura realidad.
-¿Fue presidente de la UCAC?
- Sí, la institución se fundó en 1984. Se
llama Unión de Ciegos y Ambliopes de Catamarca (UCAC). En otras provincias había
instituciones para protección y ayuda al ciego, pero en Catamarca no. Luego,
vino un grupo de ciegos de Tucumán, y por peleas y otros intereses, yo me
desvinculé y se disolvió todo. También se llegó a crear la primera escuela para
Ciegos de Catamarca, que en un principio funcionó en el Colegio La Quintana.
Concurrían unas 20 personas, todas mayores.
- ¿Qué cosas se lograron desde la institución?
- Mi idea era que los
ciegos catamarqueños seamos reconocidos y obtuviéramos cosas importantes. Y en
ese tiempo conseguimos puestos en la Administración Pública. Durante el Gobierno
de Ramón Saadi la ley no se cumplía, y yo la hice poner en práctica para que los
discapacitados tuviésemos el lugar que nos corresponde.
- ¿Y en lo personal?
- Yo empecé a trabajar como radiooperador en el
Departamento de Radiocomunicaciones, Derivación de Pacientes y Emergencia
Sanitaria, dependiente de Medicina Asistencial del Ministerio de Salud. Allí
estuve hasta 2009 cuando me jubilé, aunque todavía estoy esperando cobrar el 82
por ciento móvil
- ¿Y cómo surge la idea del programa de radio?
-La radio siempre me gustó,
porque antes yo tenía un equipo de altavoces (bocinas) y hacíamos fiestas, rifas
y bailes en el barrio para obtener ganancias a beneficio de los vecinos, para
luego comprar el material necesario para las obras. Teníamos un consorcio de
vecinos y hacíamos convenios con el Gobierno mediante el cual comprábamos el
material, hacíamos las zanjas y ellos nos ayudaban técnicamente. Además de la
colocación de los caños para el agua potable, entregábamos a la Provincia para
explotación y conservación de la cañería y le pagábamos a Obras Sanitarias de la
Nación para contar con agua potable. En ese momento veía muy poquito.
Y así
comenzó todo. El programa se denomina “Mi tierra querida”, y se emite los días
sábados por Radio Difusora del Valle (103.7), de 13 a 15 horas. Difundo música
folclórica, y en diciembre el programa cumplirá 10 años de permanencia.
-¿Cómo es andar por las calles de la ciudad?
-Generalmente, dado que en
Catamarca no hay conciencia hacia el ciego, me paro en las esquinas y espero que
alguien me ayude a cruzar. Con el tema de los nuevos semáforos sonoros, no tengo
confianza, a pesar que suena la chicharra. Prefiero esperar a que alguien me
diga que los autos están parados y cruzo. De todos modos, ya sé qué colectivos
tomar y conozco el camino. Eso sí, tengo que ir bien concentrado.
-¿Aprendió Braile alguna vez?
- Estaba estudiando, pero como no tenía
tiempo lo dejé de practicar. Escucho mucho la radio porque me gusta estar
informado. Ahora quisiera retomar las clases y perfeccionarme.
-¿Qué le molesta o le da bronca?
-Varias veces me sentí discriminado,
porque como en todos los órdenes de la vida, hay gente que se siente superior a
los demás.
- ¿Tiene alguna anécdota que quiera compartir?
-En época de los militares,
fui a hablar con quien era el Ministro de Bienestar Social de la Nación, el Dr.
Francisco Manrique. Le expuse la situación del barrio y le pedí ayuda económica.
Y le conté todas las obras que queríamos hacer. Y cuando yo le exponía todos los
argumentos, me dijo que me callara porque yo era el abogado del diablo, y que
todo lo que pidiera me lo iban a dar.
-¿Cuáles son sus anhelos?
-Espero que los catamarqueños pongan voluntad
para progresar sin esperar nada a cambio. Que tengan como ejemplo lo que hemos
luchado para contar con todos los servicios como en la actualidad tenemos. No
hay que estar esperando que nos den todo y que venga de arriba. Ningún político
vino alguna vez a inaugurar nada a nuestro barrio.
-¿Qué opina de la política?
-Yo escucho a los políticos. Les falta
patriotismo, porque nunca piensan en la gente, sino en el bienestar propio y las
ambiciones personales. Nunca escuchan las necesidades de los demás, que los vota
cuando hay elecciones. Una sola vez estuve en una lista como suplente para una
concejalía, pero sólo fue para rellenarla. No hay lugar para los honestos,
siempre cierran los caminos.
-¿Cómo es la vida del ciego?
-El ciego todo lo ve bello, y hace correr
mucho la imaginación. En cambio, el que puede ver le encuentra los defectos a
todas las cosas. En el mundo del ciego todo se ve bien.
-¿Le gustaría volver a ver?
-No deseo recuperar la visión, no me
desespera, porque yo hice más cosas estando ciego. Hay personas que luchan
permanentemente y que no se dan por vencidas, y así soy yo.
Entrevista: Fernando Calderón
Fuente:
http://www.elesquiu.com/notas/2012/10/17/entrevistas-258180.asp