El ciego que enseñaba a la gente a conocer las aves con los
ojos cerrados
José Carlos Sires, sevillano de 32 años, es ciego desde que
tenía seis. De cuando tenía cinco recuerda el libro de fotografías de hongos y
setas que le regaló su padre. Tiene un recuerdo muy vivo, muy fresco, de los
colores intensos, de la belleza de las formas. A los diez se enamoró del canto
de los pájaros y a los quince empezó a salir al campo con otros pajareros.
Comenzó así una afición que con los años se ha convertido en pasión. Hoy es un
ornitólogo avezado capaz de reconocer el canto de todas las aves y pájaros que
surcan los cielos de la península ibérica. De su experiencia, de cómo disfrutar
en la naturaleza con los ojos cerrados y de las técnicas que hay que ejercitar
para que el cerebro sea capaz de lograrlo hablará en Algeciras. Será el 18 de
marzo, sábado, en la nueva edición de la Feria de la Naturaleza que se celebra
en los alojamientos rurales de Huerta Grande, entre Algeciras y Tarifa. No se
lo pierdan, alucinarán.
Imagen: foto de Jose.
Acabamos de salir del metro en la Universidad Pablo
Olavide, a las afueras de Sevilla. No llevamos ni cien metros andando y José
Carlos Sires me advierte: Ahí viene una pareja de abubillas en cortejo:
¿Dónde?, le pregunto. A tu derecha, me responde. Miro, y a unos 30 metros al
Este vienen volando con sus crestas de color canela claro, y sus alas listadas
de negro y blanco. Pero son cuatro, le digo. Entonces son dos colleras que
están buscando lío… Con esta primavera adelantada ya están en celo, añade. Una
pareja sigue hacia lo alto de un edificio y la otra se pierde entre la
arboleda. Son preciosas. José Carlos no las puede ver, pero las ha escuchado
mucho antes de que yo imaginara que venían a nuestro encuentro. Y oírlas e identificarlas
para él es un gran placer.
José Carlos es un hacha. Durante nuestro paseo sigo sus
avisos. Ahí suena un buitrón, esos son dos ruiseñores bastardos peleando, ésa
es una gallineta y ése un ánade real, explica al oír los graznidos de los patos
que arrancan a volar sobre unas charcas que se extienden tras la biblioteca de
la universidad. Y eso es una perdiz, me dice cuando nos acercamos a los campos
de cereal que la rodean. Saca una grabadora de bolsillo y la dirige hacia el
lugar de donde proviene el sonido. Las perdices están escondidas entre el trigo
verde. No las vemos, pero las escuchamos en silencio y con emoción. Nadie en
esta mañana de invierno sevillano ha podido disfrutar tanto como José Carlos al
pasear entre los jardines de la Pablo Olavide. Después de pedir un
descafeinado, el coordinador de la Sociedad Española de Ornitología (SEO) en
Sevilla nos cuenta algo de su vida y andanzas.
¿Cómo surgió tu afición a la ornitología?
Desde muy pequeño me ha interesado mucho todo lo
relacionado con la naturaleza, no solo los pájaros. Mi padre me compró una
enciclopedia cuando yo tenía cinco años, uno antes de quedarme ciego por
enfermedad, y recuerdo con nitidez las fotografías. Había unas fotos de setas,
con unos colores intensos, eran preciosas. Me encantaron. Luego me compré una
colección de cactus y ya con diez años, un día en clase de música, un profesor
que se llamaba Antonio Almaza, en el colegio de la ONCE de Sevilla, trajo un CD
con el canto de las aves. Me enamoré de los sonidos, de la variedad, la
diversidad. Ahí empezó todo. Luego mis padres me compraron la Guía Sonora de
las Aves de España, dos cassettes, que me los aprendí enteros. Le ponía nombre
a todo lo que oía.
¿Qué es esto de la ornitología auditiva?
Pues es simplemente saber diferenciar las distintas
especies de aves por su canto. Es ir al campo y en vez de ver a los pájaros,
escucharlos e identificarlos. Es tan sencillo como eso, aunque luego cuando vas
cogiendo experiencia aprendes también a interpretar los cantos, es decir, a
saber que está haciendo el pájaro en función del sonido que emite: si está
buscando pareja, si se está peleando con otro macho, o si está alertando a los
de su especie ante algún peligro inminente. Luego aprendes a distinguir entre
especies que se parecen mucho y también a disfrutar de los distintos paisajes
sonoros. No es lo mismo sumergirte en una llanura, que en un canuto o en un
bosque abierto. Las especies son diferentes y los sonidos del viento o del agua
también.
¿Es ésta una práctica muy extendida?
No tanto como la ornitología, digamos, normal. Pero sí hay
gente que la práctica. Ciegos como yo no conozco ninguno, aunque eso no
significa que no los haya. Pero por ejemplo aquí en Sevilla sí hay un grupo de
gente con vista que se viene conmigo y que la practicamos. Cada quince días,
por ejemplo, nos venimos aquí a la Pablo Olavide y echamos un rato. Y los fines
de semana salimos por ahí al campo. Ahora dentro de poco voy a empezar a dar
unos talleres con la Consejería de Medio Ambiente en los parques naturales de
Cádiz: Los Alcornocales, Bahía de Cádiz y Pinar y acantilado de la Breña, en
Barbate.
¿Qué piensan de vosotros los otros ornitólogos, digamos,
tradicionales?
Al principio se asombran mucho y les cuesta creer lo que
soy capaz de oír, pero cuando ven que normalmente los pájaros que yo digo
aparecen y pueden ir comprobando que es cierto pues se abren más y confían
mucho en mí. Incluso le cogen el gustillo y terminan abriendo más los oídos.
Luego cuando se viene con nosotros y le cogen el gusto se dan cuenta de que, a
veces, nuestra forma es a veces más útil que la suya. Por ejemplo, en un canuto
con mucha vegetación o en un bosque muy cerrado es más fácil identificar a los
pájaros por el canto que por la vista. Evidentemente también hay otros escenarios
en los que nuestro método no tiene nada que hacer, como por ejemplo en la
migración por el estrecho. Ahí es la vista la que se impone.
¿Es muy difícil hacer ornitología auditiva?
No. Lo que yo hago lo puede hacer cualquiera. Sólo hay que
guardar silencio, dejar los oídos y el cerebro abiertos a lo que se oye y
disfrutar. Yo estoy obligado a hacerlo de este modo y quizás por eso me ha sido
más fácil llegar a un grado digamos de agudeza para identificar a los pájaros.
Pero la verdad es que con un poco de entrenamiento todo el mundo puede hacerlo.
Eso sí, se trata de entrenar el cerebro, no el oído. El oído es un mero canal.
Donde reside la capacidad de atención, de discernimiento de los sonidos y la
capacidad para relacionarlos con la memoria e identificarlos es en el cerebro.
¿Cuántas especies de aves eres capaz de identificar?
Casi todas las que habitan en España. No recuerdo el número
exacto de las que hay, cuantos centenares son, pero creo que si no las he
escuchado en vivo, sí he oído las grabaciones. Soy capaz de distinguirlas y
creo que tengo capacidad para identificar muchas más.
¿Hay especies más difíciles o más fáciles que otras para
identificarlas por el canto?
La dificultad está en saber distinguir entre las que se
parecen mucho. Por ejemplo, el canto de los carboneros y el de los herrerillos
se parecen mucho. A veces se solapan y es muy difícil distinguirlos. Fáciles de
identificar, no sé si por lo común o por abundantes que son, pues el ruiseñor o
el mirlo.
¿Y es difícil enseñar a los demás a identificar los pájaros
por su canto?
A veces pienso que tengo demasiado talento para esto.
Quiero decir que cuando la cosa ya es avanzada, como para mí resulta muy fácil
me cuesta un poco ponerme en el lugar de los que están aprendiendo para buscar
la forma en que consigan distinguir un canto de otro. Muchas veces me tengo que
parar, pensar y buscar cómo hacérselo comprender. ¿Cómo explicas la diferencia
entre el reclamo de un carbonero y un herrerillo? Es muy difícil porque la
diferencia es tan sutil…. El canto de uno es ascendente pero desacelera al
final y el del otro no. Para mí es evidente pero para una persona no entrenado,
no.
¿Qué pretendes hacer en tus talleres o charlas a la gente
que se inicia?
Decirle a la gente que sienta, toque, huela, oiga la
naturaleza, que no todo es la vista. Meterles el gusanillo de la ornitología y
enseñarles unas técnicas básicas para empezar, para que adquieran una
metodología que les va a hacer luego disfrutar mucho porque van a descubrir
cosas que antes no sabían que existían. Que salgan al campo a pasarlo bien con
todos los sentidos, no solo con la vista.
¿Qué podemos escuchar en un canuto, por ejemplo en Los
Alcornocales?
En invierno en los canutos se pueden escuchar el zorzal
común y el alirrojo. Si tiene matorral, el ruiseñor y otros pájaros de ambiente
fresco, como el herrerillo, el mosquitero ibérico, el reyezuelo listado. En los
alcornoques de tronco largo el trepador azul, o el agateador común. Pero
siempre depende de cómo sea cada canuto.
¿También hay competición por ver quien ha escuchado el
pájaro más raro entre los que hacen ornitología auditiva?
La ornitología tiene mucho de caza si lo piensas bien. El
tradicional porque quiere fotografiar al ave que poca gente ha visto y el
auditivo porque la quiere grabar. Hay gente parecen pescadores, a ver quien
saca el pez más grande. Eso lleva a exageraciones e incluso a actitudes poco
honestas. Yo soy más humilde. A mí lo que me gusta es irme al campo a escuchar,
poner mis grabadoras y luego compartir las grabaciones.
Pero habrás escuchado algunos pájaros difíciles de grabar.
Este año grabé el zorzal real en la sierra de las Nieves.
Es un pájaro de zonas altas que unas veces viene y otras no. Pues este año me
sorprendió allí y lo grabé. Y otra vez estaba yo grabando un cuco y me
sobrevoló un águila calzada a tres metros de mi cabeza. Iba trinando de cortejo
y casi me meo de placer. En la sierra de las Nieves también grabé un mirlo
capiblanco. Y cosa, curiosa, en el parque Celestino Mutis de Sevilla grabé a un
mosquitero bilistado que venía a comer a un árbol que estaba lleno de pulgón.
De esta grabación me siento orgulloso porque contribuyó a zanjar una polémica
que había entre los ornitólogos de aquí por si era bilistado o de Hume. Este es
un pájaro muy difícil de ver aquí porque es boreal, viene de Siberia y cuando
emigran unos van hacia la India y otros hacia Canarias después de pasar por
Gran Bretaña.
¿Qué es lo que más te gusta de esta forma de hacer
ornitología?
Me gusta todo. El placer está en escuchar, identificar y
grabar los paisajes sonoros. Luego los saco de la grabadora y los cuelgo en una
página de Internet que se llama www.xeno-canto.org. Es una base de datos con
grabaciones de todo el mundo. Hay muchas grabaciones mías ahí.
¿Qué aves te faltan por escuchar en vivo?
Muchas porque la verdad es que he viajado poco, pero en
España me gustaría poder escuchar el urogallo, que vive desde Asturias a los
Pirineos, o la alondra ricotí, que se puede encontrar en Almería, Murcia y las
estepas aragonesas. El águila imperial, eso sería magnífico. La verdad es que
me falta mucho. Eso es lo malo y lo bueno, porque todavía me queda bastante por
disfrutar.
¿Y cuáles son tus cantos preferidos?
La abubilla en cortejo me encanta, pero en realidad lo que
me gustan son los paisajes sonoros. Es decir, meterte por ejemplo en el Lucio
del Lobo, en la marisma del Guadalquivir, y escuchar a los zampullines correr
en celo, al carricero peleando, o al fumarel común sobrevolarte. Pero mejor te
puedo hablar de días memorables. Recuerdo un atardecer en el complejo lagunar
de Las Cabezas de San Juan escuchando a las malvasías en cortejo, a las fochas
cornudas, a los gorriones morunos. O estar en el corredor verde del Guadaíra y
oír a los ruiseñores cantar sin parar en una explosión de sonido. Son
experiencias inolvidables.
¿Cómo será tu intervención en la Feria de la Naturaleza de
Huerta Grande?
Hablaré un poco sobre mi trayectoria como naturalista y
aficionado a la ornitología. Daré unas pinceladas sobre técnicas para aprender
a distinguir los sonidos de las aves, pondré unas grabaciones con las aves más
características de aquella zona, y después, si la gente, quiere daremos un
paseo, que me han dicho que aquello es muy bonito y con mucha vida. Y si puedo
dejaré puestas dos o tres grabadoras, a ver qué pillamos.