Imagen: foto de Gisela Ruíz
“Con esfuerzo y persistencia se puede superar cualquier limitación que uno tenga y alcanzar todas las metas que uno se proponga”, afirma la joven. Su mensaje tiene un valor doble, pues habla desde la experiencia de haber nacido con ceguera congénita.
Gisela tiene hoy 23 años. Cuando tenía 4 meses su madre notó que por las noches, cuando se despertaba, al prender la luz ella no reaccionaba. “‘Algo anda mal’, me decía mi mujer”, rememora su papá, Ricardo. Al poco tiempo los médicos confirmaron las sospechas de su madre: le diagnosticaron amaurosis congénita de Leber. Sólo podría distinguir las luces fuertes, pero nada más.
Al año comenzó con trabajos de estimulación. “Me empezaron a enseñar a utilizar el resto de los sentidos en remplazo de la vista”, sostiene Gisela, siempre con una sonrisa.
Luego hizo el preescolar en la escuela Helen Keller y a los 6 años aprendió el sistema de escritura Braille. Esto le permitió al año siguiente integrarse a la educación formal en una escuela común (República del Uruguay). Más tarde lo hizo en el colegio General Las Heras.
“En la primaria mi mamá –María Amparo– y la maestra integradora de la escuela Helen Keller transcribían mis tareas para que las docentes las pudieran corregir. En la secundaria me comencé a desenvolver de manera más independiente: escribía las tareas en Braille y luego les leía a los profesores y rendía oral”, recuerda Gisela.
“Fue muy difícil la adaptación, tanto para mí como para mi familia y los docentes. Fue complicado, pero pude lograrlo con mucha voluntad, esfuerzo y dedicación”, agregó.
En esa etapa de su vida, en la secundaria, llegaría la primera señal de que estaba en el camino correcto: fue cuando le comunicaron que iba a portar la Bandera nacional. “Siempre he estado muy contenida, muy acompañada y todo lo que he logrado ha sido gracias a un trabajo en equipo”, reconoce la joven, quien ya sueña con tener su consultorio propio y expandir sus conocimientos en el área del psicoanálisis.
“Ahora en la universidad no uso el sistema Braille, sino que me manejo con la computadora. Sé dactilografía y uso un lector de pantalla –se denomina Jaws–. Esto me permite tomar apuntes en la computadora y luego el programa verbaliza todo lo que escribo”, afirma Gisela.
De la mano de esta independencia en su desempeño como alumna llegaría la segunda gran alegría de su vida. Fue cuando hace dos semanas le comunicaron desde la facultad que iba a portar la Bandera nacional.
“Siempre que me veía, la secretaria académica me decía: ‘Qué buen promedio que tenés’, pero jamás me imaginé que iba a salir abanderada. Cuando me enteré, no lo podía creer. Fue una noticia muy grata, pero al mismo tiempo muy sorpresiva. Cuando me avisaron, estaba sola y ahí mismo comencé a llamar a toda mi familia para contarles. Fue algo muy lindo”, recuerda la joven estudiante.
Una chica desenvuelta
Inquieta, locuaz y espontánea. Así es Gisela. Dice que siempre le gustó hablar mucho y eso se nota en cada minuto de charla. “En un momento pensé en estudiar locución”, admite entre risas, mientras su padre asiente con la cabeza. Su madre, un poco más lejos de la escena, en el comedor de la casa familiar, también reafirma lo dicho por su hija.
Pero no fue locución, sino Psicología. La curiosidad por esta carrera le surgió hacia el final de la secundaria, luego de tener esta disciplina como materia.
“Me gustó mucho y comencé a investigar más. Allí me convencí”, dice, y luego se proyecta al futuro: “En varios años me imagino trabajando en mi consultorio particular; antes, claro, quisiera desempeñarme en alguna institución en el área clínica de la psicología, que es lo que me gusta”.
Pero para Gisela no todo es estudio, aunque haya concentrado toda su energía en ello. Tiene su grupo de amigos, le gusta salir de noche (pero no a bailar) y también se toma su tiempo para disfrutar de las reuniones familiares.
Todo es posible
La joven, que tiene un hermano de 14 años que nació con la misma patología que ella, es optimista por naturaleza. Para ella, todo es posible si uno se lo propone, aunque en su caso esa convicción debió ser apuntalada por sus maestros, su familia y sus amigos. Y por ello no pierde oportunidad de agradecerlo. “Es un trabajo en equipo”, repite, para cerrar la charla con un mensaje esperanzador: “A las personas con discapacidad visual que están pensando en estudiar una carrera y tienen temores y miedos, quiero decirles que se puede, que no es un imposible, todo lo contrario: con trabajo, con esfuerzo, con dedicación y con el deseo profundo de lograrlo es suficiente para alcanzar todas las metas que uno se proponga. Los límites los tenemos todos, personas que tienen alguna discapacidad y las que no; estos son parte de la vida. Pero pese a esos límites uno tiene que poner lo mejor de sí y darle para adelante”.
Honor
En la Facultad de Psicología de la Universidad del Aconcagua (Catamarca 147, de Ciudad), Gisela recibirá la insignia nacional. Su buen desempeño en la carrera no le hizo sospechar que recibiría tremendo honor. “Fue una sorpresa”, afirmó la joven, quien nació ciega. Rescató el apoyo de su familia, de los maestros y de su familia.
Frase
“Cuando me comunicaron que iba a ser abanderada, no lo podía creer. Fue una noticia muy grata, pero a la vez muy sorpresiva. Siento una alegría enorme”.
Fuente: http://www.diariouno.com.ar/mendoza/Ciega-y-abanderada-20120411-0013.html
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