Ana Ruth Laínez de Pérez, de 33 años de edad, lleva tres años impartiendo clases a personas no videntes, dentro del Programa de Atención a Personas con Discapacidad que el Ministerio de Educación impulsa a través del Plan Nacional de Alfabetización. Desde pequeña soñó con ser en maestra, pero debido a problemas económicos no pudo iniciar una carrera universitaria.
Desde su nacimiento presentó problemas de baja visión y, según cuenta, es algo genético que heredó de su abuela. “Mi mamá me llevó al hospital Bloom cuando era pequeña; ahí le informaron que mi enfermedad era irreversible, que para eso no había cura”, dice Ana Ruth.
Pero esto no ha sido un impedimento para desarrollarse con la mayor normalidad del mundo, puesto que tiene una familia, estudia una carrera universitaria, trabaja como masajista, alfabetiza a personas ciegas y practica deportes.
Ana Ruth confiesa que dentro de la sociedad, las personas con baja visión y las no videntes tienen muy pocas oportunidades para salir adelante, sobre todo en el área laboral. “Ya he buscado oportunidad para por lo menos ser secretaria, pero al saber que no veo bien me ponen siempre ‘peros’, y no me dan el trabajo”, expresa.
Camino lleno de sueños y metas cumplidas
Por esta razón decidió aprender el oficio de masajista en el Centro de Rehabilitación para Ciegos “Eugenia de Dueñas” y, posteriormente, sacó sus propios diplomados para especializarse en esta área. Ana Ruth se ha especializado en el área de masajes relajantes, reductivos, quiroprácticos, circulatorio y japonés.
Actualmente tiene su propia clínica de Masoterapia llamada “Any”, ubicada en la 23 calle poniente local 211, de la clínica Lourdes, esquina opuesta a Iglesia Don Rúa, mismo lugar donde imparte clases a su círculo de estudio.
Para esta mujer emprendedora, no existen los obstáculos para llevar a cabo sus sueños, ya que decidió estudiar la carrera universitaria de profesorado, de la cual ha cursado ya dos años. “Cuando he ido a clases a la universidad mi metodología para estudiar para los exámenes es a través de las grabaciones. Además, para evaluarme, lo hacen por medio de exámenes orales”, explica Ruth.
Tanto es su amor por la enseñanza que desde finales del 2010 tomó la decisión de convertirse en alfabetizadora -de manera gratuita- de un círculo de estudio de siete personas no videntes.
“Un amigo mío me motivó a formar parte de este proyecto que el Ministerio de Educación impulsa. Al principio lo pensé, pues tengo tres hijos, iba a la universidad y atendía clientes en mi clínica, pero después me animé porque me encanta educar”, revela Ana Ruth.
Y es así como por casi tres años, ha estado dando clases a sus alumnos los días martes y jueves en horarios de 8:00 am. a 2:00 pm. y de 5:00 a 7:30 pm. En la Casa de la Cultura. Todos llevan ya el tercer nivel de estudio (hasta sexto grado), el último que comprende el programa de alfabetización.
La manera de enseñar es a través del método Braille -un sistema de comunicación por puntos sobre una superficie con relieve, que es utilizado por las personas con discapacidad visual- en el que se les enseña las cuatro materias básicas: lenguaje, matemáticas, ciencias sociales y ciencias naturales.
Ejemplo digno de imitar
Cuando la Casa de la Cultura está ocupada, Ana Ruth recibe a sus alumnos dentro de su clínica de masajes, convirtiéndola en un pequeño salón de clases.
Josefina Landaverde, de 63 años, es una de sus alumnas. Ella quedó ciega a la edad de 25 años debido a los maltratos de su ex pareja. Para ella aprender es importante y el haber quedado sin visión no fue un obstáculo. Por ello está por terminar su tercer nivel de alfabetización. “Mi maestra (Ana Ruth) tiene mucha paciencia, porque cuando uno está aprendiendo cuesta. Ella es muy buena para enseñar”, reconoce.
Otra de sus alumnas, Evelyn Vázquez, de 21 años, considera que Ruth es un ejemplo y quiere seguir los mismos pasos de ella, por lo que ha decidido estudiar una carrera universitaria de profesorado, para enseñarle a los demás.
Para Ana Ruth la tarea de ser maestra no ha sido fácil, pues su visión ha ido bajando progresivamente; sin embargo el sacrificio que realiza lo hace por el amor a la enseñanza. “En ocasiones llego a mi casa a las nueve de la noche por estar impartiendo clases y como a las 11 me toca preparar las clases. A veces trabajo hasta en horas de la madrugada”, confiesa.
Pero esto no es todo. Esta mujer también se ha dedicado de lleno al deporte desde el año 2005 y ha viajado por toda Centroamérica.
“Soy la única persona del sector de ciegos que ha ganado un trofeo como máxima goleadora a nivel centroamericano, anotando 30 goles en diez minutos.”, comenta orgullosa.
Además estuvo compitiendo en México en los Juegos Parapanamericanos, con el equipo de fútbol nacional, en el cual obtuvieron el octavo lugar en una reñida competencia con 26 países invitados.
“Siempre me gustó ir al gimnasio y a atletismo. El deporte es salud y a mí me gusta sentirme bien, para hacer sentir bien a los demás”, dice Ruth.
Y es así como se desarrolla como madre de familia de tres hijos, alumna, maestra, masajista y deportista. Aunque su mayor pasión es la enseñanza, pues ésta la hace sentir llena. “Todo sea por enseñar, mis alumnos llenan un gran vacío y siento que en vez de ayudarles yo, ellos me ayudan a mi” concluye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario