El arousano Ramón Estévez ha tenido el privilegio de vivir uno de los años de mayor conmoción en el Congreso de los Diputados debido al fallecimiento de Adolfo Suárez y la abdicación del rey Juan Carlos I. Y lo ha vivido desde dentro. Desde hace unos meses, es becario del departamento de prensa de la Cámara donde es uno más trabajando sin estar limitado por la ceguera total que tiene desde nacimiento. Es un ejemplo de persona con discapacidad que se ha ido abriendo camino con estudios universitarios y en un mercado laboral, un camino que no para todos es fácil.
Más de 100.000 firmas en la plataforma Change.org recibió la petición del estudiante de Derecho leonés Gabriel Pérez denunciando el silencio administrativo del Consejo General del Poder Judicial ante su pregunta de si era posible su acceso a la carrera judicial a pesar de ser invidente.
Su demanda a través de la Red y el apoyo masivo recibido hicieron que el vocal el CGPJ Juan Manuel Fernández se interesase y “forzase” a sus colegas a pronunciarse. Finalmente, el órgano de gobierno de los jueces apuntó que sí podría acceder superando el proceso selectivo correspondiente. Ahora bien, deberá desempeñar un puesto adaptado a sus capacidades.
La protesta de Gabriel Pérez pone de manifiesto la lucha que gente con discapacidad sigue teniendo hoy en día por tener acceso a una formación o una salida laboral. En ese combate, surgen pioneros y pioneras como la gallega Susana Rodríguez Gacio que abren un camino en el siglo XXI para que otras personas en su situación o similar no tengan tantas trabas en el futuro.
Rodríguez Gacio (Vigo, 1988) se ha convertido en la primera afiliada de la ONCE en Galicia que estudia Medicina y una de las primeras de España. “Siempre tuve claro que quería hacer algo relacionado con las Ciencias de la Salud. Medicina me gustaba pero al acabar el Bachillerato no me atreví, así que decidí hacer Fisioterapia que, a nivel visual no tiene complicación”, explica la joven que cuenta con una discapacidad visual de nacimiento debido al albinismo.
Esa limitación visual que le impide ver el encerado la supera en clase con unas gafas con telescopio, un ordenador para tomar apuntes y una forma de ser valiente y decidida para superar barreras.
“Cuando vas a ser la primera persona en hacer algo, tienes cierto miedo. Si tienes un ejemplo anterior, te animas más”, reflexiona la joven, que ha acabado quinto de Medicina con todo aprobado de momento, a expensas de conocer la última nota. Antes de marchar a Compostela, lo que más le inquietaba no era el moverse por una ciudad a la que no estaba acostumbrada, sino llegar a una facultad, la de Medicina, donde los profesores no estaban acostumbrados a tratar con alumnos con grave discapacidad visual. “Cada persona reaccionó de una forma distinta pero, en general, sí he encontrado apoyo. Alguna persona me ha preguntado ‘¿qué haces estudiando Medicina?’ Yo les explico y, a partir de ahí, todo bien. Entiendo que les pueda resultar sorprendente”, detalla.
La nueva barrera que surge en su camino es, una vez acabada la carrera, hacer el MIR, la especialidad. Ahí, se queja de “falta de asesoramiento”. A Rodríguez Gacio, le gustaría que antes de seleccionar la especialidad le ofreciesen la información precisa sobre cuáles no requieren técnicas visuales complicadas. De momento, su anhelo va hacia Psiquiatría o Endocrinología, según revela esta futura doctora subcampeona del mundo de triatlón el pasado año, título que luchará por igualar o mejorar el próximo 30 de agosto en Canadá.
La comprensión que ha encontrado Susana Rodríguez en la Facultad de Medicina no la tuvo de igual manera Iria Aragunde Pazos cuando estudió Traducción e Interpretación en la Universidade de Vigo. Afiliada también a la ONCE con solo un 10% de visión, aún recuerda no sin cierto dolor cómo en primero de carrera al decir que “no veía bien los exámenes porque la letra era pequeña y si se los podían hacer en una mayor, se encontró con una respuesta desconcertante del profesor: “¿Y a mí qué?”. “Eso, explica, te echa un poco para atrás pero no he sido mucho de protestar. La carrera me costó un poco más pero estudié gracias a los compañeros que me dejaban apuntes. Siempre he intentado hacerlo todo igual que los demás”.
A la hora de buscar trabajo, hasta ahora no ha encontrado relacionado con su carrera. El primero fue dando clases en un campamento de la ONCE; otro en una agencia de viajes online en León a donde se trasladó a vivir y ahora como administrativa allí en una empresa de colocación de la Fundación ONCE donde lleva dos años. “Nunca he puesto la discapacidad por delante. Hay que luchar, hacerse valer y mostrar las capacidades que se tienen”, defiende esta cambadesa.
Por su parte, Lorena Fernández (Vigo, 1991), también con una discapacidad visual importante cree que los problemas que se puedan tener con el profesorado se solucionarían si desde hace años se implantara la didáctica con gente discapacitada en el currículum de Magisterio. “Me he encontrado con profesores que no sabían que no veía y que se quedaban sorprendidos; no sabían cómo actuar al respecto”, señala.
El principal problema de la gente con discapacidad visual grave llega al acceder al mercado laboral. “La gente piensa que no vas a estar al 100%. En la oficina de empleo, lo primero que me dijeron es que fuera a la bolsa de empleo de la ONCE, que fuera de ella iba a ser difícil encontrar algo”, recuerda Raquel Souto, profesora de Educación Especial.
Más fuerza de voluntad
Esa dificultad la ha sufrido Ramón Estévez Pérez (Vilagarcía de Arousa, 1988), licenciado en Periodismo por la Universidad de Santiago. “Yo tengo ceguera total pero en la Facultad, no noté el tener discapacidad visual. A la hora de buscar trabajo, sí. Hay que demostrar más que los demás para encontrar un trabajo acorde con tu formación. Las empresas periodísticas quieren tener el mínimo de personal contratado y que realice el máximo trabajo. En mi caso, como no tengo visión, hay cosas relacionadas con la imagen que no puedo hacer como sacar fotos, grabar imágenes”. Ahora, disfruta de una beca como periodista en el Congreso de los Diputados donde está encantado. “Por mucho que queramos igualdad de oportunidades no se pueden obviar las circunstancias; pero también digo que todos somos diferentes, incluso la gente sin discapacidad”. “Hay capacidades que tenemos que personas sin discapaciedad no tienen como más fuerza de voluntad o ganas de hacer cosas”, concluye Iria Aragunde.
Ramón Estévez Pérez – Periodista en el Congreso de los Diputados
Ramón Estévez Pérez (Vilagarcía, 1988) es ciego de nacimiento por un problema en la retina que no le ha impedido finalizar Periodismo en la Universidade de Santiago. “Siempre desde pequeño me gustó la radio. No sabía que era una profesión con tan alto desempleo. En aquel momento, solo pensaba en hacer lo que gustaba”, recuerda.
Con el título bajo el brazo, realizó diferentes colaboraciones con publicaciones hasta que finalmente su solicitud de una beca al Congreso de los Diputados fue aceptada en septiembre pasado. “Fui –recuerda– a la entrevista sin tenerlo muy claro pero me fue muy bien. Me hicieron muchas preguntas y pensé que podían estar interesados. Había cuatro plazas, tres para personas sin discapacidad y una para una con discapacidad. Cuando me eligieron fue un momento feliz, también un shock, tenía que irme a vivir a Madrid, en un piso, pero sin problema”.
Lorena Fernández – Licenciada en Educación Social
Lorena Fernández (Vigo, 1991) tiene una discapacidad visual del 88% desde nacimiento. “Es como si solo viese luces y sombras”, explica una joven que se sincera: “Siendo realista, tengo menos opciones que otra gente para encontrar trabajo. Si quisiera trabajar de camarera, por ejemplo, no podría. Pero se abren otras puertas, tenemos unas plazas reservadas y a las empresas les pagan un plus por contratar a gente con discapacidad”.
Por otra parte, considera que “cada vez se va consiguiendo más; ahora hay menos prejuicios que antes._No toda la gente es perfecta”.
A su juicio, quizás, la principal dificultad que encuentra para poder encontrar trabajo con su reciente título obtenido es el transporte. “Si el puesto de trabajo que buscas o te proponen no está en la zona urbana y es de difícil acceso, ahí veo dificultades”, señala una chica graduada en Educación Social por la Universidade de Santiago (USC) que ansía trabajar en el ámbito de menores, penitenciario o de servicios sociales.
Durante su camino de formación, no destaca haberse topado con muchas trabas por parte del profesado pero sí recuerda una anécdota: “Me pasó una cosa con un profesor en el Bachillerato queme daba Historia del Arte y que decía que yo no podía ver nada. Por eso, me ponía siempre un cinco en los exámenes sacara lo que sacara”.
Raquel Souto Lamela – Profesora de Educación Especial
La lalinense Raquel Souto Lamela es profesora de Educación Especial en el Centro Príncipe Felipe de Pontevedra. “Desde que tengo seis años de edad, quería estudiar eso. Siempre me gustó”, explica una joven que desde pequeña tiene aniridia, una enfermedad que consiste en la falta de iris en el ojo, lo que acarrea una visión reducida además de otras dificultades como estrabismo.
“En el colegio no tenía dificultad para seguir las clases porque tenía una profesora de apoyo de la ONCE que me ayudaba con la velocidad de lectura. Además, he tenido lupas, telelupas, monóculos… para ver el encerado de lejos”, recuerda.
Souto Lamela reconoce haber vivido momentos “difíciles, de sentirme frustrada” por tener un título pero no poder trabajar. “Vas a las entrevistas de trabajo, ven tu currículo y te dicen que piden experiencia. ¿Si no me dan la oportunidad de trabajar, cómo voy a tenerla?”, se pregunta.
Para Raquel Souto, “con la discapacidad, se nota que la gente se echa para atrás. A veces, te dan ganas de tirar la toalla pero no te queda otra que luchar”.
En su puesto laboral actual, a través de una beca de la Diputación de Pontevedra durante un año, atiende a los jóvenes de un centro de menores, concretamente en el centro de día del Centro Príncipe Felipe donde reconoce que los pequeños, debido a sus problemas, “son como bombas de relojería”.
Susana Rodríguez – Triatleta
Cada semana, Susana Rodríguez entrena una media de cuatro horas para el campeonato mundial de triatlón que se celebrará a finales de agosto en Canadá. A pesar de su grave discapacidad visual, esta afiliada a la ONCE que estudia Medicina indica que “yo voy a hacer algo en lo que tenga 100% de capacidad, por la gente y por mí. Quiero hacer las cosas como el resto del mundo o mejor”.
Iria Aragunde Pazos – Administrativa
“Yo creo que la gente está más sensibilizada que antes; en el sector de la educación, sí va más avanzado; pero creo que hay mucho desconocimiento sobre discapacidad en colegios y en el trabajo”, opina Iria Aragunde Pazos (Cambados, 1981).
En su caso, se afilió a la ONCE en segundo de EGB (el correspondiente con el actual segundo de Primaria). “Me costaba ver la pizarra; y en las clases de Educación Física tenía problemas con algunos ejercicios”, recuerda.
En su caso, la carrera de Traducción e Interpretación que finalizó ha supuesto formación en el currículo pero poco más. “Hice Traducción porque me gustaban los idiomas. Algunos veranos, había ido a cursos de inglés en Irlanda con becas del Ministerio de Educación. Pero la carrera no me llenó. La mayor parte de los traductores son autónomos o se dedican a la docencia, hay que preparar oposiciones”, explica una persona que decidió estudiar la FP de Administrativo para “reciclarse con la crisis”, lo que le valió para ir encontrando trabajos como agente de viajes en Expedia y ahora en una agencia de colocación de la ONCE.
URL: www.farodevigo.es
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