IMPORTANCIA DEL FLUIDO LAGRIMAL:
Más allá de
protección a la superficie ocular
Durante la última década,
los estudios de biología molecular y celular aplicados a las ciencias de la
visión han tenido gran interés en el diagnóstico, seguimiento y tratamiento de
algunas enfermedades oculares y sistémicas. Lo anterior ha permitido que muchas
de ellas sean manejadas oportunamente disminuyendo a su vez los elevados costos
que pueden generar para el Estado.
La película lagrimal pese a
su volumen reducido (7-10 µl) comparado con otros fluidos corporales como la
sangre, orina, líquido cefalorraquídeo entre otros, ha sido fundamental en la
búsqueda de biomarcadores, dada su complejidad molecular. Este fluido está
compuesto, por una gran variedad de moléculas como lípidos, proteínas,
metabolitos, ADN extracelular entre otros, que juegan un papel importante en el
estudio de muchas enfermedades oculares como el ojo seco, la conjuntivitis
alérgica, el queratocono y el glaucoma.1 Al hablar de “biomarcador”, se hace
referencia a un marcador biológico, que según el grupo de trabajo de Definición
de Biomarcador del Instituto Nacional de Salud de EE. UU., se entiende como
“una característica que se mide y evalúa objetivamente como un indicador de
procesos biológicos normales, procesos patogénicos o respuestas farmacológicas
a una intervención terapéutica”.
En la década pasada los
estudios moleculares aplicados a las muestras lagrimales eran escasos por la
dificultad de las técnicas de recolección y la poca especificidad que brindaba
su análisis. No obstante, según la técnica utilizada, los estudios del proteoma
lagrimal han logrado la identificación de 200, 250, 550 proteínas y mediante la
extracción con bicarbonato de amonio 100 mM que contiene NaCl 50 mM se pudo
identificar un número mayor de proteínas utilizando la espectrometría de masas
en tándem de cromatografía líquida unidimensional (LC-MS / MS). Además, cuando
el método de extracción optimizado se combinó con el análisis bidimensional de
LC-MS / MS, se identificaron 1526 proteínas asociadas de manera específica a
procesos biológicos y con ello a la compresión del proceso fisiopatológico de
muchas enfermedades y a la búsqueda de un tratamiento eficaz.
Gracias a la investigación
biomédica, se han realizado varios aportes en el uso de biomarcadores medidos
en laboratorio y clínicos, que han mejorado de esta manera el enfoque clínico,
la eficacia farmacoterapéutica y el pronóstico de muchas enfermedades. Un
ejemplo de lo anterior se evidencia en que los estudios del proteoma lagrimal
han sugerido que la baja o sobre-expresión de algunas proteínas indican el
estado fisiopatológico en la enfermedad del ojo seco puesto que niveles
elevados de proteínas como interleuquina (IL) 17, IL1B, y factor de necrosis
tumoral (TNF en sus siglas en inglés) modulan la respuesta inflamatoria en la
superficie ocular, de igual manera la baja expresión de lipocalina-1,
lactoferrina y lisozima pueden favorecer una respuesta inmune alterada y por
ende una exacerbación de la enfermedad.
En el caso del queratocono,
una patología que afecta a una gran población, no se ha quedado atrás en temas
de investigación de biomarcadores. Pues bien, se ha sugerido mediante análisis
de detección proteica como inmunohistoquímica, western blot y ensayo por
inmunoabsorción ligado a enzimas (ELISA) que moléculas como metaloproteinasas
de matriz extracelular como MMP-9 y Galectina-3 podrían ser candidatos como
biomarcadores en el diagnóstico de la enfermedad. De hecho, un artículo
publicado recientemente sugiere que niveles elevados de Galectina (proteína de
unión) en lágrima, tejido corneal y conjuntival están presentes en córneas
ectasicas y posterior al tratamiento con crosslinking los niveles de estas
reducen significativamente.
En el caso de la alergia
ocular, las investigaciones en las ciencias básicas han abordado el tema
mediante pruebas lagrimales, encontrando niveles elevados de citoquinas de
fenotipo Th2 como lo son IL-4 e IL-5, involucradas en la activación de células
plasmáticas, productos de Inmunoglobulina E (IgE) y activación de eosinófilos;
así como la proteína catiónica de eosinófilo (ECP), la cual juega un papel
importante en la inmunopatogénesis de la queratoconjuntivitis vernal y por ende
en la formación de los nódulos de Horner Trantas. (Ver Figura 1).
Un claro ejemplo de
la importancia que han tenido en los últimos años el uso de biomarcadores a
nivel ocular ha sido la implementación de nuevos test y/o pruebas dentro de la
práctica clínica como diagnóstico de alteraciones en la superficie ocular, es
el caso del Inflammadry (QUIDEL), un inmunoensayo para la detección de MMP-9 en
la enfermedad del ojo seco, la prueba de lactoferrina e IgE (TearScan) en la
película lagrimal para la evaluación cuantitativa de la alergia ocular. (Ver
Figura 2)
Sin embargo, la detección de biomarcadores de enfermedades oculares a través de la lágrima, no solo encamina al diagnóstico de enfermedades oculares, sino ha tenido gran relevancia en enfermedades sistémicas como la diabetes, cáncer y enfermedades neurodegenerativas; en este último grupo de enfermedades, se han realizado varios análisis en el proteoma lagrimal, abriendo la posibilidad de encontrar varios biomarcadores por ejemplo de la enfermedad de Alzheimer como lo son lipocalina, la proteína Tau hiperfosforilada y el péptido β-amiolide.8
Todo lo anterior, demuestra
la importancia del fluido lagrimal, gracias al variado y complejo contenido de
moléculas que pueden ser utilizados, no solo en la investigación biomédica,
sino en el diagnóstico de enfermedades y en el desarrollo de terapias
farmacoterapéuticas de muchas de ellas brindando así, herramientas que amplían
el arsenal clínico de los profesionales de la salud visual.
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