Douglas Sipp, biólogo estadounidense del Centro Riken, de Japón, señaló la falta de evidencia clínica de tratamientos aún en fase experimental, que son ofrecidos en países donde las terapias celulares no están reguladas
John Brinkley hizo su fortuna en la década del '20 prometiendo una solución para la disfunción eréctil de los hombres a partir del trasplante de células de los testículos de chivos en los Estados Unidos. No había realizado estudios previos y nunca pudo probar tampoco la eficacia de su procedimiento. Sin embargo, supo moverse entre los distintos estados de ese país, aprovechando los huecos legales de cada uno. Así compró su título de doctor en una pequeña universidad de Missouri y abrió una clínica en Texas. Su mágica "solución" atrajo a miles de personas y le dio fama. Pero las denuncias por mala praxis y fraude y las muertes de sus pacientes lo llevaron a la bancarrota.
Casi un siglo después de aquella estafa, el retrato de Brinkley se proyecta en la pared del auditorio del Instituto Leloir. Su historia le sirve al doctor estadounidense Douglas Sipp para hablar de los riesgos de lo que llama "turismo de células madre" y las malas regulaciones en los tratamientos médicos, en el marco de un "Seminario sobre esperanzas, desafíos y realidades de las terapias basadas en células madre", organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
"El 80% de los tratamientos experimentales con células madres que pasan la primera etapa de pruebas luego fallan cuando se extienden los testeos en humanos", cuenta Sipp. En la mitad de los casos, los desarrollos resultan ineficaces, y en uno de cada cinco son inseguros para el paciente, agrega.
Según señala el Incucai, sólo hay una única práctica con células madre que demostró seguridad y eficacia científica en todo el mundo hasta el momento: es el trasplante de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH) en casos de enfermedades onco-hematológicas. Fuera de este tratamiento, no existe evidencia clínica, ni tratamientos establecidos a nivel nacional e internacional, que hayan demostrado eficacia para curar otras enfermedades. A pesar de ello, si uno busca en Internet es probable que encuentre terapias similares para más de un centenar de patologías.
Para Sipp, que integra el Centro japonés Riken de Biología del Desarrollo, esto se explica por el predominio del mercado sobre la ética médica y la evidencia científica. "Es el triunfo de la filosofía neoliberal austríaca", explica. "Asumen que la eficacia se probará con el tiempo y piensan que el mercado dará la respuesta. Serán los pacientes comprándolo y los médicos recomendándolo los que dirán si es bueno un producto o no", resume.
Sipp discrepa con ese planteo. "Los mercados desregulados no sirven porque los pacientes, en su desesperación, están dispuestos a todo y quedan susceptibles a la manipulación del marketing y la publicidad". Por ello, sostiene, hay que invertir la ecuación y tiene que ser la evidencia y la ética las que determinen la aplicación de un tratamiento. El problema, sin embargo, es que eso debe suceder a nivel global porque, de lo contrario, siempre habrá cantos de sirena que atraigan en otra orilla.
Las clínicas que realizan prácticas experimentales se ubican en zonas con regulaciones más laxas y utilizan una estrategia que Sipp definió como "caja negra". Quieren que todo quede oculto, no reportan resultados ni garantizan el éxito del tratamiento. Hacen que el paciente asuma el riesgo y los costos del experimento. El lobby estadounidense acuñó un lema para pelear por legislación favorable: es "la posibilidad de elegir" o "el derecho a probar". Así, lograron que en cinco estados se aprobaran leyes que habilitan prácticas riesgosas, agrega. "Para mí no debería hablarse de libertad de elegir, sino de libertad para pagar".
El planteo de Sipp no busca derribar la investigación en tratamientos de células madres, sino adecuar las expectativas y proteger a los pacientes, que poblaron en gran número el auditorio del Instituto Leloir durante toda la jornada de ayer (ver aparte). Sucede que, como dice Fernando Pitossi, director de la Plataforma de Células Madre Reprogramadas Humanas (PLACEMA) y jefe de laboratorio del Instituto Leloir, "las células madre van a ser una revolución en medicina", y hay que estar preparados. «
Casi un siglo después de aquella estafa, el retrato de Brinkley se proyecta en la pared del auditorio del Instituto Leloir. Su historia le sirve al doctor estadounidense Douglas Sipp para hablar de los riesgos de lo que llama "turismo de células madre" y las malas regulaciones en los tratamientos médicos, en el marco de un "Seminario sobre esperanzas, desafíos y realidades de las terapias basadas en células madre", organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
"El 80% de los tratamientos experimentales con células madres que pasan la primera etapa de pruebas luego fallan cuando se extienden los testeos en humanos", cuenta Sipp. En la mitad de los casos, los desarrollos resultan ineficaces, y en uno de cada cinco son inseguros para el paciente, agrega.
Según señala el Incucai, sólo hay una única práctica con células madre que demostró seguridad y eficacia científica en todo el mundo hasta el momento: es el trasplante de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH) en casos de enfermedades onco-hematológicas. Fuera de este tratamiento, no existe evidencia clínica, ni tratamientos establecidos a nivel nacional e internacional, que hayan demostrado eficacia para curar otras enfermedades. A pesar de ello, si uno busca en Internet es probable que encuentre terapias similares para más de un centenar de patologías.
Para Sipp, que integra el Centro japonés Riken de Biología del Desarrollo, esto se explica por el predominio del mercado sobre la ética médica y la evidencia científica. "Es el triunfo de la filosofía neoliberal austríaca", explica. "Asumen que la eficacia se probará con el tiempo y piensan que el mercado dará la respuesta. Serán los pacientes comprándolo y los médicos recomendándolo los que dirán si es bueno un producto o no", resume.
Sipp discrepa con ese planteo. "Los mercados desregulados no sirven porque los pacientes, en su desesperación, están dispuestos a todo y quedan susceptibles a la manipulación del marketing y la publicidad". Por ello, sostiene, hay que invertir la ecuación y tiene que ser la evidencia y la ética las que determinen la aplicación de un tratamiento. El problema, sin embargo, es que eso debe suceder a nivel global porque, de lo contrario, siempre habrá cantos de sirena que atraigan en otra orilla.
Las clínicas que realizan prácticas experimentales se ubican en zonas con regulaciones más laxas y utilizan una estrategia que Sipp definió como "caja negra". Quieren que todo quede oculto, no reportan resultados ni garantizan el éxito del tratamiento. Hacen que el paciente asuma el riesgo y los costos del experimento. El lobby estadounidense acuñó un lema para pelear por legislación favorable: es "la posibilidad de elegir" o "el derecho a probar". Así, lograron que en cinco estados se aprobaran leyes que habilitan prácticas riesgosas, agrega. "Para mí no debería hablarse de libertad de elegir, sino de libertad para pagar".
El planteo de Sipp no busca derribar la investigación en tratamientos de células madres, sino adecuar las expectativas y proteger a los pacientes, que poblaron en gran número el auditorio del Instituto Leloir durante toda la jornada de ayer (ver aparte). Sucede que, como dice Fernando Pitossi, director de la Plataforma de Células Madre Reprogramadas Humanas (PLACEMA) y jefe de laboratorio del Instituto Leloir, "las células madre van a ser una revolución en medicina", y hay que estar preparados. «
Asesoramiento
Los interesados en obtener más información sobre tratamientos posibles con células madres pueden enviar un correo electrónico a la Comisión Asesora en Terapias Celulares y Medicina Regenerativa, a la dirección .
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