HABLAR DE COLIRIOS...
Primeros indicios
Antes de sumergirnos en el tema, utilicemos un poco de pensamiento crítico “extraoftalmológico”. Hay muchos tipos diferentes de colirios. Hemos hablado de las lágrimas artificiales cuando explicamos el tratamiento del ojo seco. Estas son gotas que realmente sí son inocuas. También hay otros muchos colirios: para alergias, infecciones, etc. Y no vemos anuncios de ninguno de ellos. ¿Por qué sólo vemos publicidad de esas misteriosas gotas que te dejan el ojo blanco?. Digo “misteriosas” porque no dicen qué hacen, o cómo te solucionan el problema. Simplemente tienes el ojo enrojecido, y te lo vuelve a dejar blanco. Da igual la causa.
Contemplado de esta forma, empieza a ser sospechoso, ¿no?.
El ojo rojo
¿En que consiste el enrojecimiento del ojo?. Lo “blanco” del globo ocular está recubierto de un tejido casi transparente llamado conjuntiva, de la cual apenas se ven algunos vasos sanguíneos (las “venillas rojas” que tenemos todos). He hablado en varias ocasiones de la conjuntiva, como por ejemplo en el artículo sobre las lentillas. Cuando sufre una agresión, la conjuntiva aumenta su flujo sanguíneo en una respuesta defensiva inespecífica. Se dilatan los vasos sanguíneos y aumenta la cantidad de sangre. Ocurre lo mismo en la mayoría de los tejidos humanos, pero se ve menos (aunque todos sabemos que una zona de piel enrojecida puede deberse a una inflamación, infección, quemadura, etc).
Al dilatarse las arterias y venas de la conjuntiva, parece como si hubiera más. Depende de la causa que esté agrediendo la conjuntiva, puede nademás presentarse síntomas: escozor, quemazón, sensación de cuerpo extraño (como si tuviéramos “arenilla”), etc. Algunos de esos síntomas son secundarios a la misma respuesta defensiva que dilata los vasos. Así, aumenta el calor al llegar más sangre, y al crecer un poco el volumen de la conjuntiva, puede notarse cierta sensación de cuerpo extraño.
Decíamos que es una reacción defensiva; el tejido conjuntival dañado manda señales químicas para que se abran los vasos sanguíneos.
Si tratamos la causa
¿Por qué se puede producir un ojo rojo?. Por muchísimas causas. Del ojo seco hemos hablado en artículos previos, y a la blefaritis también le hemos dedicado una entrada. En teoría, dentro de cuatro artículos hablaremos de las conjuntivitis (lo puedes ver en la lista de artículos pendientes).
Todas estas agresiones pueden enrojecer el ojo. ¿Qué es lo que debemos hacer?. Buscar la causa y solucionarla, ya que el problema no es que los vasos sanguíneos se dilaten (que en principio es una forma de defendernos), sino lo que está produciendo que se dilaten. Así, para el ojo seco ponemos lágrimas artificiales, para las conjuntivitis alérgicas un fármaco antialérgico, para las conjuntivitis por bacterias un antibiótico, para la blefaritis un jabón para los párpados, etc. La ventaja de tratar la causa es que es una forma “natural” de solucionar el ojo rojo; estamos eliminando la agresión, y la conjuntiva vuelve a la normalidad. Como no necesita defenderse, deja de producir las señales químicas y el ojo deja de estar rojo paulatinamente. Pero tiene varias desventajas:
Muchas veces no conocemos la causa.
En ocasiones es difícil solucionarla, o requiere un tratamiento mantenido.
El ojo puede no blanquearse inmediatamente. Eliminada la causa, la conjuntiva tiene que “volver a su ser” por sí mísma. Hasta que no se interrumpe la producción de esas señales químicas, el ojo se mantiene rojo.
Si no tratamos la causa
Nos hemos vuelto muy prácticos. Conocer y entender nuestro cuerpo, intentar respetarlo y evitar lo que nos daña no es lo que nos suele preocupar. Vivimos muy deprisa, estamos ocupados con muchas cosas como para atender a nuestro cuerpo. Cuando tenemos un síntoma que nos resulta molesto, deseamos eliminar ese síntoma sin más. No nos apetece plantearnos qué va mal. Queremos algo que nos quite rápidamente esa molestia, y que no nos obligue a pensar, perder el tiempo, o mucho menos cambiar nuestra forma de actuar.
En un momento dado se nos ponen los ojos rojos. Puede que simplemente necesitemos descansar un poco la vista, o evitar el humo, o no estar tanto tiempo con los ojos abiertos en la piscina. O puede que además de los factores externos, haya alguna anomalía en el ojo que convenga tratar. Pero es más cómodo un tratamiento que elimine el enrojecimiento, sea de la causa que sea.
Y ahí está el “colirio mágico”. Se trata de un farmaco vasoconstrictror; es decir “constriñe” los vasos sanguíneos, reduce su tamaño. Así que da igual la causa. Como todas las agresiones sobre la conjuntiva acaban produciendo señales químicas que abren los vasos, nosotros mandamos señales químicas que los cierran. No sólo nos sirve para cualquier causa de ojo rojo, además actúa rápidamente. No tenemos que controlar la causa, para que las señales químicas naturales dejen de producirse, y los vasos sanguíneos poco a poco recuperen su tamaño habitual. En vez de eso, mandamos una señal química artificial opuesta.
Ya está, efecto producido: ojo blanco. Pero cuando nosotros nos hemos despreocupado del tema, en el ojo siguen ocurriendo cosas. ¿Qué ha pasado con la causa del ojo rojo?. Si no la hemos solucionado, sigue ahí, produciendo señales químicas para tratar (infructuosamente) de dilatar los vasos. Por un uso puntual de este colirio no tiene que haber mayores consecuencias, pero normalmente lo compran los que suelen padecer ojos rojos, por lo que su uso, más o menos esporádico o frecuente, suele repetirse en el tiempo. Y con el tiempo, el ojo reacciona a ese desequilibrio. El calibre de los vasos sanguíneos de la conjuntiva (como en el resto del cuerpo), está finamente controlado con señales químicas. Al introducir artificialmente señales artificiales que cierran los vasos, el organismo aumenta la producción de señales que hacen lo contrario, en un intento de recuperar el equilibrio, y que cuando sea necesario aumentar el flujo de sangre, los vasos respondan.
¿Resultado?. El ojo produce un exceso de señales que dilatan los vasos, no ya en respuesta a una agresión en la conjuntiva, que sería una cosa puntual, sino como una manifestación crónica. Por tanto, necesitaremos ponernos más veces el colirio, y cerramos el círculo vicioso.
Colirios sin indicación
Así que tenemos unos fármacos en gotas que no tratan la causa y que además producen un ojo rojo crónico, difícil de solucionar una vez se establece. Entonces, ¿qué beneficios tiene?. Pues aparte de que blanquea inicialmente el ojo (mientras éste no se haya acostumbrado), ninguno más. Y vemos que presenta desventajas serias. Eso hace que con el paso de los años, los oftalmólogos los mandamos cada vez menos, ya que tenemos tratamientos eficaces contra las causas de ojo rojo, y no tenemos que enfrentarnos a los efectos secundarios de los vasoconstrictores.
Y ya sabemos porqué estos colirios salen en los anuncios. No es necesario anunciar lágrimas artificiales o colirios antialérgicos, ya los mandamos los oftalmólogos. Así, la publicidad de los laboratorios farmacéuticos llegan al oftalmólogo, no al público general. Pero como ya no mandamos colirios vasoconstrictores a los pacientes, estos medicamentos estarían condenados a su desaparición. De ahí que veamos (o veíamos) anuncios en la televisión.
Antes de sumergirnos en el tema, utilicemos un poco de pensamiento crítico “extraoftalmológico”. Hay muchos tipos diferentes de colirios. Hemos hablado de las lágrimas artificiales cuando explicamos el tratamiento del ojo seco. Estas son gotas que realmente sí son inocuas. También hay otros muchos colirios: para alergias, infecciones, etc. Y no vemos anuncios de ninguno de ellos. ¿Por qué sólo vemos publicidad de esas misteriosas gotas que te dejan el ojo blanco?. Digo “misteriosas” porque no dicen qué hacen, o cómo te solucionan el problema. Simplemente tienes el ojo enrojecido, y te lo vuelve a dejar blanco. Da igual la causa.
Contemplado de esta forma, empieza a ser sospechoso, ¿no?.
El ojo rojo
¿En que consiste el enrojecimiento del ojo?. Lo “blanco” del globo ocular está recubierto de un tejido casi transparente llamado conjuntiva, de la cual apenas se ven algunos vasos sanguíneos (las “venillas rojas” que tenemos todos). He hablado en varias ocasiones de la conjuntiva, como por ejemplo en el artículo sobre las lentillas. Cuando sufre una agresión, la conjuntiva aumenta su flujo sanguíneo en una respuesta defensiva inespecífica. Se dilatan los vasos sanguíneos y aumenta la cantidad de sangre. Ocurre lo mismo en la mayoría de los tejidos humanos, pero se ve menos (aunque todos sabemos que una zona de piel enrojecida puede deberse a una inflamación, infección, quemadura, etc).
Al dilatarse las arterias y venas de la conjuntiva, parece como si hubiera más. Depende de la causa que esté agrediendo la conjuntiva, puede nademás presentarse síntomas: escozor, quemazón, sensación de cuerpo extraño (como si tuviéramos “arenilla”), etc. Algunos de esos síntomas son secundarios a la misma respuesta defensiva que dilata los vasos. Así, aumenta el calor al llegar más sangre, y al crecer un poco el volumen de la conjuntiva, puede notarse cierta sensación de cuerpo extraño.
Decíamos que es una reacción defensiva; el tejido conjuntival dañado manda señales químicas para que se abran los vasos sanguíneos.
Si tratamos la causa
¿Por qué se puede producir un ojo rojo?. Por muchísimas causas. Del ojo seco hemos hablado en artículos previos, y a la blefaritis también le hemos dedicado una entrada. En teoría, dentro de cuatro artículos hablaremos de las conjuntivitis (lo puedes ver en la lista de artículos pendientes).
Todas estas agresiones pueden enrojecer el ojo. ¿Qué es lo que debemos hacer?. Buscar la causa y solucionarla, ya que el problema no es que los vasos sanguíneos se dilaten (que en principio es una forma de defendernos), sino lo que está produciendo que se dilaten. Así, para el ojo seco ponemos lágrimas artificiales, para las conjuntivitis alérgicas un fármaco antialérgico, para las conjuntivitis por bacterias un antibiótico, para la blefaritis un jabón para los párpados, etc. La ventaja de tratar la causa es que es una forma “natural” de solucionar el ojo rojo; estamos eliminando la agresión, y la conjuntiva vuelve a la normalidad. Como no necesita defenderse, deja de producir las señales químicas y el ojo deja de estar rojo paulatinamente. Pero tiene varias desventajas:
Muchas veces no conocemos la causa.
En ocasiones es difícil solucionarla, o requiere un tratamiento mantenido.
El ojo puede no blanquearse inmediatamente. Eliminada la causa, la conjuntiva tiene que “volver a su ser” por sí mísma. Hasta que no se interrumpe la producción de esas señales químicas, el ojo se mantiene rojo.
Si no tratamos la causa
Nos hemos vuelto muy prácticos. Conocer y entender nuestro cuerpo, intentar respetarlo y evitar lo que nos daña no es lo que nos suele preocupar. Vivimos muy deprisa, estamos ocupados con muchas cosas como para atender a nuestro cuerpo. Cuando tenemos un síntoma que nos resulta molesto, deseamos eliminar ese síntoma sin más. No nos apetece plantearnos qué va mal. Queremos algo que nos quite rápidamente esa molestia, y que no nos obligue a pensar, perder el tiempo, o mucho menos cambiar nuestra forma de actuar.
En un momento dado se nos ponen los ojos rojos. Puede que simplemente necesitemos descansar un poco la vista, o evitar el humo, o no estar tanto tiempo con los ojos abiertos en la piscina. O puede que además de los factores externos, haya alguna anomalía en el ojo que convenga tratar. Pero es más cómodo un tratamiento que elimine el enrojecimiento, sea de la causa que sea.
Y ahí está el “colirio mágico”. Se trata de un farmaco vasoconstrictror; es decir “constriñe” los vasos sanguíneos, reduce su tamaño. Así que da igual la causa. Como todas las agresiones sobre la conjuntiva acaban produciendo señales químicas que abren los vasos, nosotros mandamos señales químicas que los cierran. No sólo nos sirve para cualquier causa de ojo rojo, además actúa rápidamente. No tenemos que controlar la causa, para que las señales químicas naturales dejen de producirse, y los vasos sanguíneos poco a poco recuperen su tamaño habitual. En vez de eso, mandamos una señal química artificial opuesta.
Ya está, efecto producido: ojo blanco. Pero cuando nosotros nos hemos despreocupado del tema, en el ojo siguen ocurriendo cosas. ¿Qué ha pasado con la causa del ojo rojo?. Si no la hemos solucionado, sigue ahí, produciendo señales químicas para tratar (infructuosamente) de dilatar los vasos. Por un uso puntual de este colirio no tiene que haber mayores consecuencias, pero normalmente lo compran los que suelen padecer ojos rojos, por lo que su uso, más o menos esporádico o frecuente, suele repetirse en el tiempo. Y con el tiempo, el ojo reacciona a ese desequilibrio. El calibre de los vasos sanguíneos de la conjuntiva (como en el resto del cuerpo), está finamente controlado con señales químicas. Al introducir artificialmente señales artificiales que cierran los vasos, el organismo aumenta la producción de señales que hacen lo contrario, en un intento de recuperar el equilibrio, y que cuando sea necesario aumentar el flujo de sangre, los vasos respondan.
¿Resultado?. El ojo produce un exceso de señales que dilatan los vasos, no ya en respuesta a una agresión en la conjuntiva, que sería una cosa puntual, sino como una manifestación crónica. Por tanto, necesitaremos ponernos más veces el colirio, y cerramos el círculo vicioso.
Colirios sin indicación
Así que tenemos unos fármacos en gotas que no tratan la causa y que además producen un ojo rojo crónico, difícil de solucionar una vez se establece. Entonces, ¿qué beneficios tiene?. Pues aparte de que blanquea inicialmente el ojo (mientras éste no se haya acostumbrado), ninguno más. Y vemos que presenta desventajas serias. Eso hace que con el paso de los años, los oftalmólogos los mandamos cada vez menos, ya que tenemos tratamientos eficaces contra las causas de ojo rojo, y no tenemos que enfrentarnos a los efectos secundarios de los vasoconstrictores.
Y ya sabemos porqué estos colirios salen en los anuncios. No es necesario anunciar lágrimas artificiales o colirios antialérgicos, ya los mandamos los oftalmólogos. Así, la publicidad de los laboratorios farmacéuticos llegan al oftalmólogo, no al público general. Pero como ya no mandamos colirios vasoconstrictores a los pacientes, estos medicamentos estarían condenados a su desaparición. De ahí que veamos (o veíamos) anuncios en la televisión.
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