Mientras interpreta "Las llaves de mi alma", de Vicente
Fernández, José Carlos Pérez, de 36 años de edad, intenta abrirse camino entre
la muchedumbre. A paso lento e interrumpiendo su interpretación con
discretos "disculpe", "con permiso", este juarense radicado
en El Porvenir, recorre diariamente tres horas en camión para poder llegar a la
ciudad y cantar en las fondas, restaurantes y ruteras para llevar algo de
sustento a su hogar.
"Desde ayer no comía, tuve que salir a hacerlo, no hay de
otra", se sincera mientras, con su bastón, intenta no tropezar. "Soy
ciego desde hace dos años que me estallaron las retinas, por el glaucoma",
reveló.
Al carecer de apoyos de familiares cercanos, de instituciones altruistas
o gubernamentales, incluso de algún servicio de salud, la vida para José Carlos
transcurre en el camino y si bien le va, consigue entre 100 y 150 pesos por las
cuatro horas por cantar "donde se pueda".
"Me gustaría que me atendieran, saber lo qué va a pasar, porque
creo que en México hay una clínica, creo que se llama Hospital de la Ceguera,
pero está muy lejos y luego, el puro gasto de transporte, pero necesitaría
alguien que me informe cómo está, dicen que ahí te ponen la retina, pero no sé,
no tengo ni para las gotas, mucho menos para ir a una operación", dijo.
Una oscura Navidad
El 23 de diciembre de 2011, era un día como cualquier otro para José
Carlos, que a la víspera había acudido a entregar una solicitud de empleo en un
restaurante bar de la localidad.
Desde los 18 años de edad se dedicó a trabajar en distintos restaurantes
y centros de entretenimiento de la localidad, por lo que al enterarse de la
apertura de un nuevo lugar acudió a pedir trabajo.
Anteriormente, recordó, había laborado en centros de eventos, clubes
sociales y restaurantes. Sin embargo, al regresar de pedir la oportunidad para
la plaza de mesero, fuertes punzadas, primeramente en los ojos y después
severos dolores de cabeza comenzaron a atormentarlo.
Pérez recuerda que al día siguiente se encontraba en el domicilio donde
habitaba en ese entonces, una vivienda al poniente de la ciudad, pero al
recrudecerse su malestar, decidió trasladarse a la casa de su madre.
Desde entonces vive en la calle Emiliano Zapata, en el poblado de El
Porvenir, perteneciente al municipio de Práxedis G. Guerrero y que se encuentra
a 77 kilómetros al sureste de Ciudad Juárez.
"Estaba llorando por las punzadas, porque las venas se siente que
se paran, que se revientan, sentía que se me quería reventar todo, empecé a
mirar blanco con el ojo izquierdo y después con el derecho", mencionó.
"Al siguiente día, ya fue cuando llegué con mi mamá allá hasta
Porvenir y la alcancé a mirar todavía el 24 de diciembre, como un tunelcito
blanco, fue la última persona que miré", recordó.
Para José Carlos la Navidad del 2001 es la más triste en su vida, porque
recuerda que lo blanco del paisaje se convirtió en oscuridad.
"De repente el 25 de diciembre como a las 2 de la tarde, empecé a
sentir que los ojos por dentro se me retorcían y ya de ahí fue pura oscuridad,
hasta ahorita, ya no volví a ver nada, ni blanco, todo negro", remembró.
José Carlos dijo que el 26 de diciembre tenía que regresar al
restaurante donde iba a recoger su uniforme para empezar a trabajar en el
restaurante bar, algo que nunca ocurrió ya que en esa fecha se encontraba
hospitalizado.
"Ese día ya estaba todo mal, estaba encamado en el hospital, me
llevaron de urgencia y ya nada pudieron hacer, me diagnosticaron glaucoma agudo
con desprendimiento total de retina", manifestó.
"Yo nunca supe que tenía glaucoma, de repente veía puntitos
blancos, como centellitas, pero siempre hice caso omiso porque no sabía lo que
era esa enfermedad y no es dolorosa, sino que de repente llegó, cuando la tuve
aguda fue cuando me dio la crisis en la cabeza que me dejó ciego", agregó.
La vida después de la luz
Hoy en día José Carlos tiene que salir a las calles para conseguir
dinero para comprar unas gotas (Travatan) con un costo de 685 pesos, una
solución oftálmica que se utiliza para disminuir la presión intraocular.
"Hay otras que no recuerdo el nombre que me recetaron, esas son más
caras, cuestan más de mil pesos y no las puedo comprar. Cuando puedo voy con
una doctora en la calle Gómez Morín, pero ya no he podido ir porque no he
tenido dinero", mencionó.
La imposibilidad de conseguir empleo, llevaron a José Carlos a recorrer
las calles y un día, simplemente ante la angustia, comenzó a cantar y se
decidió a seguir haciéndolo, como única forma de poder aportar algo de sustento
en el hogar de su madre.
"La necesidad y el hambre te hacen salir, porque no tengo a nadie
que me vaya a decir 'ahí te va esto', la verdad no tengo esa oportunidad, por
eso tengo que salir a cantar, a hacer mi vida y ni modo , es lo que me tocó
vivir, eso sí, no le deseo yo a nadie esto que me está pasando porque te cambia
la vida en una forma muy fuerte", expresó.
Desde que llegó la ceguera a su vida Carlos vive con su madre Alicia
Pérez, de 64 años de edad, quien se dedica a la venta de ropa de segunda mano.
"De repente le traen ropa del otro lado (Estados Unidos) y se pone
a vender afuera de la casa, pero ahorita no está porque se cayó y se falseó el
hombro, se la llevó mi tía para el otro lado y yo me quedé ahí en la casa con
un primo mío que como quiera me echa la mano".
José Carlos pasó un año encerrado en casa, porque el miedo y la
vergüenza no lo dejaban salir.
"Empecé a salir a la calle a plena luz del día en cuanto le perdí
el miedo a la oscuridad, porque la necesidad es bastante", comentó.
"Es que esto te cambia la vida, incluso hasta el pensar en el qué
dirán, pero luego el qué dirán deja de importarte porque si no hago esto ¿Cómo
voy a salir adelante? ¿Cómo voy a comer?", cuestionó.
Cuando piensa en su voz, al interpretar una canción, Carlos dice estar
consciente que tiene más sentimiento que entonación, aún así, argumenta,
es su única herramienta para abrirse paso y conseguir algo de sustento.
"Hay que aguantar de todo, hay unos que me dicen qué bonito cantas,
pero hay otros que dicen se hace pendejo, o sea, los estás oyendo, no falta
cualquier insulto, ojalá y nunca pasen por esto, porque yo mi trabajo lo quería
más que cualquier cosa, pero desgraciadamente ya no puedo", mencionó.
"¿Si he pensado en morir? Muchas, muchas veces pensé en quitarme la
vida", dice José Carlos mientras se aferra al bastón con el que se apoya
para andar por la avenida Valle de Juárez.
Antes de subir a la ruta Poniente Sur para cantar hasta llegar a la
avenida López Mateos, José Carlos, se despide con una sonrisa del despachador
que le ayuda a ascender al vehículo y continuar su batalla cotidiana.
"Esto es algo muy difícil, se te quitan las ganas de todo, pero
pues hay que darle, poco a poco, a seguirle, porque tampoco hay que ser tan
cobarde, no hay peor lucha que la que no se hace ya de perdido con que salga
ahí para algo y ni modo, es lo que me tocó vivir", puntualizó.
Recomiendan atenderse con especialistas
Edna Reyes, rehabilitadora del Centro de Estudios para Invidentes, AC.
Juárez, indicó que tan sólo en el CEIAC se atiende un promedio de 200 personas
con problemas de visión, de los cuales un 35 por ciento presenta ceguera total.
Reyes mencionó que existen varios casos de glaucoma similares a los de
José Carlos, en los que al no atenderse la enfermedad a tiempo, la pérdida de
la vista es irreversible.
"El problema es que cuando se presentan los primeros síntomas como
el dolor de cabeza y los destellos, la gente lo relaciona con una necesidad de
cambio de graduación de lentes, sin embargo, puede ser algo más complejo",
dijo.
En este sentido, la recomendación de la rehabilitadora fue de que al
acudir a revisiones médicas, no sólo se visite a un optometrista sino que si
persisten las molestias se acuda a un oftamólogo.
El CEIAC ofrece distintos servicios en apoyo a personas con pérdida de
la visión que van desde terapias físicas y psicológicas, hasta adiestramientos
para poder reconocer su nuevo entorno.
El Centro de Estudios para Invidentes, AC. Juárez, está ubicado en M.J.
Clouthier No. 720 casi esquina con la Carretera Juárez-Porvenir. Tel.
(656) 613.69.13
¿Qué es el desprendimiento de retina?
Un desprendimiento de retina significa que el tejido sensible a la luz
en la parte posterior del ojo se ha separado de sus capas de soporte.
La retina es el tejido transparente en la parte posterior del ojo que lo
ayuda a ver las imágenes enfocadas en ésta por la córnea y el cristalino.
El tipo más común de desprendimientos de retina con frecuencia se debe a
un desgarro o perforación en dicha retina, a través del cual se pueden filtrar
los líquidos del ojo. Esto causa la separación de la retina de los tejidos
subyacentes, muy parecido a una burbuja debajo de un papel decorativo. Esto
casi siempre es causado por una afección llamada desprendimiento vítreo
posterior. También puede ser causado por un traumatismo y una miopía muy grave.
Un antecedente familiar de desprendimiento de retina también incrementa el
riesgo.
Otro tipo de desprendimiento de retina se denomina desprendimiento por
tracción. Este tipo ocurre en personas con diabetes no controlada, que tienen
antecedentes de cirugía de retina o que tienen inflamación crónica.
Cuando se presenta el desprendimiento de retina, el sangrado proveniente
de los vasos sanguíneos cercanos puede causar opacidad en el interior del ojo,
de manera que es posible que usted no vea claramente o que no vea en absoluto.
La visión central puede resultar seriamente afectada si la mácula, la parte de
la retina responsable de la visión fina y detallada, se desprende.
Fuente: Biblioteca Nacional de Medicina de E.U.A.
(http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/001027.htm)
No hay comentarios:
Publicar un comentario