Igual
que la piel, la boca, la vagina o el intestino, también el ojo humano alberga
una variada población de bacterias que le confieren protección contra otros
microorganismos extraños. Sin embargo, como han demostrado científicos de Nueva
York (EEUU), el uso de lentes de contacto puede modificar esa flora microbial,
lo que explicaría porqué los usuarios de lentillas tienen más riesgo de
infecciones.
La
revista de la Sociedad Americana de Microbiología, mBio, acaba de publicar un
estudio dirigido por la doctora María Domínguez-Bello, cuyos resultados ya se
habían adelantado sin tanto detalle en la pasada reunión anual de esta
sociedad.
Sus
conclusiones tras analizar 250 muestras de 58 adultos demuestran que las
bacterias oculares en personas que usan lentes de contacto se parecen más a la
población de microbios que alberga la piel que rodea al ojo que a las bacterias
presentes en el propio ojo en sujetos que no usan lentillas.
Como
recuerda la investigadora en declaraciones a EL MUNDO, especialista en
microbiota, los usuarios de estos dispositivos para corregir defectos de la
vista tienen mayor riesgo de sufrir infecciones, como conjuntivitis o
queratitis, “por lo que esta cuestión es muy importante”. Sin embargo, aunque
hasta ahora se habían estudiado bien las bacterias que pueden colonizar la
propia lente, hasta ahora no se había indagado en el impacto que este
dispositivo puede tener sobre las propias comunidades bacterianas que pueblan
nuestros ojos. “Hasta ahora se habían publicado un par de estudios sobre flora
ocular, pero éste es el primero en compararla con usuarios de lentillas”.
El
trabajo comparó la población de microorganismos de 58 personas presentes en la
conjuntiva (la parte roja, junto al lagrimal; no sobre el globo ocular) así
como en la piel que lo rodea bajo las pestañas. Además, sólo en 20 de ellos
(nueve usuarios de lentes y 11 que no) se hicieron mediciones tres veces al día
durante seis semanas. También se analizaron los microorganismos en 20 lentes.
En
este sentido, la doctora Mª Jesús González, especialista en Óptica del
Instituto de Oftalmología Aplicada de Valladolid (IOBA), explica que el trabajo
es interesante, sobre todo por el método utilizado para analizar las bacterias,
aunque admite que se trata de resultados aún preliminares, obtenidos con una
muestra muy pequeña que habrá que ampliar en el futuro.
En
total, los investigadores observaron que el microbioma del ojo en quienes sí
corregían su visión era más rico en bacterias más propias de la piel que del
ojo,como Pseudomonas, Acinetobacter, Methylobacterium y Lactobacillus. En
cambio, el ojo de quienes no usaban lentillas era más rico en Haemophilus,
Streptococcus, Staphylococcusy Corynebacterium.
La
población de bacterias que observaron los investigadores fue también
ligeramente diferente entre hombres y mujeres, así como entre aquellos que
había recibido algunas gotas analgésicas para alguna cirugía ocular y los que
no (“lo que sugiere que una sola gota es capaz de alterar la composición de la
microbiota”).
A
pesar de sus conclusiones, los autores admiten que serán necesarios más
trabajos para conocer la causa de este fenómeno, aunque apuntan dos
posibilidades. O bien que estas bacterias se transfieran al ojo a través de la
piel del dedo, durante el propio acto de colocarse la lente; o bien que, de
alguna manera, la lentilla sea capaz de desplazar de la superficie del ojo a
ciertas comunidades bacterianas en favor de otras.
Los
investigadores apuntan a que el ojo tiene mayor diversidad de bacterias que la
piel, lo que asemeja a su población microbial más a la que tenemos en la boca y
apuntan. “Estos resultados tienen implicaciones, por ejemplo, considerando el
efecto antimicrobiano de algunas lágrimas artificiales”.
De
momento, los investigadores admiten que, más allá de reforzar la higiene, el
trabajo no tiene aún implicaciones para los 100 millones de usuarios de
lentillas que se calcula que hay en el mundo.
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