La suma de correr y estimular la corteza del ojo, clave para rehabilitar la ambliopía
No es necesario tener una lesión o ser un abuelito para que el ojo pierda agudeza visual. Es lo que se llama ambliopía o, también, ojo vago, una ceguera parcial que padecen entre el 3% y el 4% de la población y que parece responder a no haber tenido el estímulo suficiente en las edades tempranas y críticas del desarrollo visual. Se conocen diferentes causas para la aparición del ojo vago, pero en general tiene relación con que, durante el periodo de maduración de los ojos, habitualmente uno de ellos recibe menos estímulo que el otro y pierde la posibilidad de tener una visión correcta, igual a la del otro ojo. En ocasiones el cerebro discrimina la visión defectuosa de ese ojo en favor del ojo que transmite la visión más clara, aumentando la ambliopía. A veces los tratamientos consistían en poner un parche sobre el ojo bueno para forzar la estimulación visual del “vago”.
Para poder corregir el problema lo más importante es detectarlo a tiempo, antes de los seis años preferiblemente, cuando aún se puede entrenar el ojo para rectificar la deficiencia. A partir de los 10 años la menor plasticidad del ojo dificulta la rehabilitación, aunque algunos ejercicios destinados a forzar el trabajo del ojo, parecen haber proporcionado cierta mejoría, según unos trabajos realizados en 2008 por el profesor Zhong-Lin Lu, de la Universidad del Sur de California.
Unos años después, en 2010, investigadores de la Universidad de California, San Francisco, los neurocientíficos Christopher Niell y Michael Stryker, descubrieron un hecho interesante, de alguna forma la actividad física (concretamente correr) durante la estimulación visual favorecía la recuperación del ojo. Puede que la razón haya que buscarla en las necesidades adaptativas del ser humano, que precisa mucho más de su agudeza visual cuando va a mayor velocidad que cuando, por ejemplo, camina despacio. ¿Para qué gastar recursos cuando no es necesario? Sin duda la Naturaleza está mucho más preparada que nosotros para dar lecciones de economía.
Stryker, junto con otro neurocientífico de la UCSF, Negumi Kaneko, basándose en el conocimiento de las conexiones de la retina en relación a la percepción del movimiento, se preguntaron cómo podía influir en ratones parcialmente ciegos el hecho de correr sobre el desarrollo de la corteza visual. Para comprobarlo tuvieron que inducir la ambliopía en los ratones, para lo cual les suturaron un ojo durante varios meses durante y después de los momentos más críticos para el desarrollo visual . Tras liberar el ojo, dividieron a los ratones en dos grupos. Uno de ellos estuvo expuesto a un patrón visual intensivo al tiempo que se les hizo correr en una cinta cuatro horas al día durante tres semanas. Se trataba de un patrón especialmente destinado a activar casi todas las células de la corteza visual primaria de los ratones. También se hizo un registro de la actividad cerebral de los ratones durante el proceso, de forma muy similar a como lo hace una resonancia magnética.
El resultado fue sorprendente, porque tras una semana, los ratones estimulados al tiempo que corrían en la cinta, mostraron una mayor capacidad de respuesta en la parte de la corteza del ojo dañado, y dos semanas después las respuestas eran comparables a las de los ratones normales, aquellos a los que no habían inducido la ambliopía.
El otro grupo de ratones con ojo vago inducido, que no tuvieron estimulación visual extra ni ejercicio, tuvieron una respuesta mucho más lenta y no llegaron nunca a alcanzar los niveles normales de visión. La cuestión entonces fue saber si el resultado positivo en el primer grupo se debió a los estímulos, al ejercicio o a ambas cosas juntas. En experimentos posteriores se comprobó que por sí solos, ni el estímulo intenso ni el ejercicio eran capaces de alcanzar esos resultados y, efectivamente era la combinación de ambos lo que inducía una mayor y mejor recuperación del ojo. Sólo los circuitos visuales que se activaban mientras corrían eran los que se recuperaban.
A falta de poder iniciar los experimentos en humanos (suponemos que a estos no les coserán un ojo), los resultados obtenidos en la recuperación del ojo vago son realmente prometedores.
Para poder corregir el problema lo más importante es detectarlo a tiempo, antes de los seis años preferiblemente, cuando aún se puede entrenar el ojo para rectificar la deficiencia. A partir de los 10 años la menor plasticidad del ojo dificulta la rehabilitación, aunque algunos ejercicios destinados a forzar el trabajo del ojo, parecen haber proporcionado cierta mejoría, según unos trabajos realizados en 2008 por el profesor Zhong-Lin Lu, de la Universidad del Sur de California.
Unos años después, en 2010, investigadores de la Universidad de California, San Francisco, los neurocientíficos Christopher Niell y Michael Stryker, descubrieron un hecho interesante, de alguna forma la actividad física (concretamente correr) durante la estimulación visual favorecía la recuperación del ojo. Puede que la razón haya que buscarla en las necesidades adaptativas del ser humano, que precisa mucho más de su agudeza visual cuando va a mayor velocidad que cuando, por ejemplo, camina despacio. ¿Para qué gastar recursos cuando no es necesario? Sin duda la Naturaleza está mucho más preparada que nosotros para dar lecciones de economía.
Stryker, junto con otro neurocientífico de la UCSF, Negumi Kaneko, basándose en el conocimiento de las conexiones de la retina en relación a la percepción del movimiento, se preguntaron cómo podía influir en ratones parcialmente ciegos el hecho de correr sobre el desarrollo de la corteza visual. Para comprobarlo tuvieron que inducir la ambliopía en los ratones, para lo cual les suturaron un ojo durante varios meses durante y después de los momentos más críticos para el desarrollo visual . Tras liberar el ojo, dividieron a los ratones en dos grupos. Uno de ellos estuvo expuesto a un patrón visual intensivo al tiempo que se les hizo correr en una cinta cuatro horas al día durante tres semanas. Se trataba de un patrón especialmente destinado a activar casi todas las células de la corteza visual primaria de los ratones. También se hizo un registro de la actividad cerebral de los ratones durante el proceso, de forma muy similar a como lo hace una resonancia magnética.
El resultado fue sorprendente, porque tras una semana, los ratones estimulados al tiempo que corrían en la cinta, mostraron una mayor capacidad de respuesta en la parte de la corteza del ojo dañado, y dos semanas después las respuestas eran comparables a las de los ratones normales, aquellos a los que no habían inducido la ambliopía.
El otro grupo de ratones con ojo vago inducido, que no tuvieron estimulación visual extra ni ejercicio, tuvieron una respuesta mucho más lenta y no llegaron nunca a alcanzar los niveles normales de visión. La cuestión entonces fue saber si el resultado positivo en el primer grupo se debió a los estímulos, al ejercicio o a ambas cosas juntas. En experimentos posteriores se comprobó que por sí solos, ni el estímulo intenso ni el ejercicio eran capaces de alcanzar esos resultados y, efectivamente era la combinación de ambos lo que inducía una mayor y mejor recuperación del ojo. Sólo los circuitos visuales que se activaban mientras corrían eran los que se recuperaban.
A falta de poder iniciar los experimentos en humanos (suponemos que a estos no les coserán un ojo), los resultados obtenidos en la recuperación del ojo vago son realmente prometedores.
Por Fátima Gordillo
Fuente: Nature
Fuente: Nature
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