El glaucoma o tensión ocular es un aumento de la presión del globo que provoca lesiones en el nervio óptico y puede derivar en ceguera. Todavía se desconoce la razón de su aparición y es una patología infradiagnosticada: sólo la mitad de los afectados recibe tratamiento médico. En ocasiones, afecta incluso a varios miembros de una misma familia.
En 2010, se calcula que habrá más de 60 millones de personas en el mundo afectadas de algún tipo de glaucoma. En diez años más, la cifra pasará a 80 millones. Serán más propensas las mujeres que los hombres, así como las razas asiáticas. Se conoce que el 12% de las personas ciegas (4,5 millones en todo el mundo) deben su condición a esta enfermedad.
La presión ejercida en el globo ocular provoca, en general, sintomatología, por lo que muchos pacientes ignoran que tienen glaucoma. Maribel Canut, del Departamento de Glaucoma del Centro de Oftalmología Barraquer de Barcelona, recomienda plantearse, a partir de los 50 años, una visita al especialista para identificar el riesgo de glaucoma. Tanto el oftalmólogo como el optometrista pueden medir la presión intraocular en la cámara anterior del ojo, mediante un simple e indoloro procedimiento denominado tonometría.
Recientemente se han relacionado mecanismos de estrés oxidativo con la aparición del glaucoma primario, si bien los neurotransmisores del ojo están involucrados en las señales que reconocen la influencia de la hipertensión ocular en la muerte (apoptosis) de las células ganglionares de la retina y la pérdida de las fibras del nervio óptico, que da como resultado atrofia y ceguera. Oftalmólogos del Hospital Universitario Dr. Peset (Valencia), Centro de Especialidades de Monteolivete (Valencia) y Hospital Punta de Europa (Algeciras) han llevado a cabo un estudio con muestras de humor acuoso (líquido intraocular) y plasma de pacientes con glaucoma primario y enfermos con cataratas no patológicas, para determinar tanto el estrés oxidativo como el nitrosativo (concentración total de óxido nítrico) de estos dos trastornos oculares.
Los conservantes benefician al fármaco, pero perjudican al ojo, un motivo por el que cada vez se opta más por colirios, lágrimas artificiales o tratamientos en monodosis y sin conservantes. Estos se administran con frecuencia, sin lesionar el tejido fino y transparente que recubre la superficie externa del ojo.
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