Sonia Soberats |
Sonia Soberats es una mujer de 79 años que demuestra que la discapacidad visual solo existe para aquellos que son discapaces con el pensamiento.
Esta “pastoreña” se mantiene en los albores de su tercera edad como una mujer productiva, creativa y capaz de usar la memoria para ver la esencia del mundo que la rodea.
Sonia Soberats perdió la visión luego de luchar durante varios años contra el glaucoma. A pesar de esto, sale de su casa ubicada en el barrio de Queens, para disfrutar del tibio sol primaveral, sentir los olores de los tulipanes y escuchar las risas de millones de niños jugando en Central Park. Cada martes, toma como de costumbre un autobús para llegar taller fotográfico del grupo Visión, e iniciar su trabajo. Durante todo ese trayecto Sonia olvida todos los días que no puede ver.
Para un fotógrafo común y corriente, mirar a través del visor para realizar un encuadre fotográfico, accionar el disparador de su cámara o medir la luz, son actos sencillos y cotidianos. Para un fotógrafo invidente, el proceso de construir imágenes fotográficas parte de sus recuerdos del mundo sensible. “Todo consiste en jugar con la imaginación. La foto debe estar todo el tiempo en la mente del fotógrafo para poder hacerla”, explicó en exclusiva a PANORAMA vía telefónica desde New York.
“¿Has escuchado la historia bíblica acerca de los siete años de abundancia y siete años de tragedia? Eso me paso a mi”. En 1986, Soberats vivía en New York como cualquier madre inmigrante. Tenía dos empleos y cuidaba con amor y devoción a sus dos hijos para que se convirtieran en personas de bien cuando crecieran. Pero su mundo se vino abajo cuando le diagnosticaron un cáncer de ovario a su hija. Dos años después, la familia fue trastocada por la mala noticia de que su hijo padecía la enfermedad de Hodgkin. Luego de luchar con la enfermedad, su hijo murió en 1991; tres años más tarde falleció su hija. “Para mí fue un golpe muy duro perder a mis hijos. Solo pensaba en ellos ¿cuánto sufrían, lo mucho que estaban pasando? Debido a la situación que vivían mis hijos, desarrolle un cuadro de stress y ansiedad que me hizo perder la vista por un desprendimiento de retina”.
La perdida de la visión de Sonia fue paulatina. Primero perdió el ojo derecho quedando parcialmente ciega; seis meses después perdió la visión del ojo izquierdo dejándola totalmente a oscuras. “Es como tener un dimer en los ojos. La intensidad de la luz fue bajando hasta que perdí completamente la vista”. El mundo que conocía ya no era el mismo. En medio de penumbras, se encontraba sola sabiendo que no podría volver a sentir el calor de sus hijos, ni siquiera ver un retrato de ellos. Posteriomente, ingresó a una escuela para invidentes, en donde hizo cursos para aprender a desenvolverse en el mundo a pesar de su discapacidad.
“Estuve estudiando y haciendo talleres por mi discapacidad. Una persona que conocía de los talleres que hice en el Moma, me puso en contacto con la fundación Visión, que se dedica a la formación de invidentes. Entre los cursos que facilitaban, estaba el de fotografía. Ese curso me intereso mucho desde el principio, porque siempre que me iba de viaje con mis nietas, nuestras fotos dependían de otras personas. Muchas veces quedaban malas; siempre encuadraban mal la imagen y nos cortaban la cabeza o los brazos porque nos hacían el favor por obligación. El primer curso que hice era un curso de fotografía ´normal´. Un día llegué más temprano a clase y estaban los alumnos del otro curso, el de la técnica de fotografía oscura que estamos trabajando ahora. Me pidieron que sirviera de modelo y quedé fascinada con lo que hacían. Al principio trabajábamos con cámaras Polariod de formato 4x5´´ como las que usaban los fotógrafos en la segunda guerra mundial, hoy en día se puede usar cualquier tipo de cámara siempre y cuando se tenga un disparador”.
En el año 2001, Sonia se unió al grupo “Seeing whit photography” engrosando las filas de personas con discapacidad y personas videntes que emplean la fotografía como un medio de expresión. “A mí toda la vida me gusto pintar y dibujar. Con la fotografía estoy desarrollando las actitudes artísticas que no desarrolle cuando joven”.
Esta administradora de profesión, nunca había sido fotógrafo, sin embargo, quedó atrapada en el mundo de las artes visuales. Actualmente, a sus 79 años, es considerada una de los 12 fotógrafos invidentes más importantes del mundo. “Para mí ha sido una terapia porque me obliga a desarrollar las imágenes fotográficas en mi mente. Me hace pensar en los modelos, en los objetos que quiero fotografiar, manteniendo mi mente en constante ebullición. Cuando a uno le describen la fotografía que hizo, y se da cuenta que es tal y como se la imagino, eso te da una emoción muy grande y te sube el autoestima. Lo que se ve en las fotos es lo que veo en mi imaginación. La fotografía que hacemos es única e irrepetible porque muestra la representación mental de cada uno de nosotros. Todo lo logramos en nuestra mente”.
El proceso fotográfico desarrollado por Sonia no se basa en capturar el momento decisivo del que habla Hery Cartier Breson. Esta técnica es conocida como pintura de luz (light painting) y consiste en la planificar y producir una escena a partir de la reconstrucción imaginaria del retrato que el artista quiere lograr. Como el fotógrafo es invidente, siempre necesitan la ayuda de una persona que pueda ver. El proceso de elaboración de la escena es un juego, una acción lúdica entre el fotógrafo, el asistente de fotografía, el objeto que se desea fotografiar y la luz.
El fotógrafo invidente se vale de otros sentidos como el olfato y el tacto para reconocer los objetos que intervienen en la escena que desea retratar. “Cierra los ojos. ¿Los cerraste? —Los tengo cerrados—. Imagina que no puedes ver y que quieres hacer un retrato de una gaviota que vuela a través del mar. Como no puedes ver la gaviota en el mar y las nubes, pues tenemos que representarlos con objetos.
Por ejemplo, para el mar usaremos una tela azul, para hacer las nubes algodón, y podemos usar una gaviota disecada. ¿Lo tienes todo? —Sí, lo tengo todo—. Ya podemos empezar a construir nuestro retrato. Como somos invidentes, siempre debemos tener la ayuda de una persona que si puede ver. En el momento que tenemos todo listo, apagamos las luces, quedándonos en el cuarto completamente a oscuras, pero con la foto todo el tiempo en la mente. Abrimos el obturador de nuestra cámara y empezamos a bañar de luz a las zonas que queremos que se vean en el fotograma, la luz puede venir de una linterna, inclusive hasta de un fósforo.
El tiempo de trabajo para una fotografía puede oscilar entre 3 y 15 minutos, sin embargo cuando una fotografía tiene muchos objetos que retratar, pueden tomar hasta una hora lograr la imagen. Cuando se trabaja con modelos, es importante decirles que deben dejarse tocar por nosotros para poder entender las formas de su rostro y de su cuerpo, saber si tiene sortijas, relojes, peinetas, anteojos. También es importante preguntarles el color de su cabello y de su ropa para saber cómo trabajar la luz sobre esas superficies. Todo es importante para trabajar la foto”. Sin embargo, en el trabajo de Sonia lo trascendental no es como utiliza su técnica fotográfica, lo trascendental dentro de este proceso creativo es la manera en que el invidente exterioriza sus inquietudes y percepciones del mundo visualmente.
Gisela Reyes Venegas, investigadora experta en el área de dinamización del patrimonio y museóloga, plantea que el aporte más importante del trabajo de Soberats es su capacidad para comunicarse, así como también su destreza para mostrarnos lo que puede ver desde el corazón. Lo que puede captar desde sus emociones y desde sus sentimientos. “Definitivamente, las limitaciones visuales, y las limitaciones de cualquier condición, están en la mente de quien las aborda. Sonia es capaz de mostrarnos un mundo que muchos de los que tenemos los ojos en perfectas condiciones, no hemos podido ver y admirar. Son fotografías llenas de color. Es una especie de pintura a través de la mente. Llama la atención como va construyendo imágenes que son capaces de representar al público que las observa, todos los paisajes del alma que han quedado grabados en su memoria. Los sentidos en su totalidad están concentrados en el funcionamiento de la memoria, y ella haciendo mano de una técnica novedosa, se vale de su memoria y de su mente, para fijar las imágenes que quiere lograr en sus fotografías”.
El corpus del trabajo artístico de Soberats nace de su alma, de su espíritu, por consiguiente su obra es un patrimonio de Venezuela para el mundo. “La fotografía de Sonia Soberats me recuerda un poco a Konstantin Korotkov, con la fotografía del alma o la fotografía con la cámara kirlian, que por mucho tiempo fue un enigma o un misterio. Realmente, la fotografía kirlian, que está directamente relacionada con ese fenómeno de poder fotografiar el aura humana, nos parecía una cosa prácticamente imposible o increíble, porque pensábamos que nadie podía ver el alma o que el alma como era invisible a los ojos humanos no podía ser fotografiada porque no era tangible. Sonia Soberats nos remonta a esta teoría, pero además la supera, la sobrepasa porque nos está diciendo que el alma es una energía intrínseca del ser humano, absolutamente ligada al pensamiento, es una manera de ver la vida, no tiene que ver con el funcionamiento del sentido de la vista, sino con la percepción del mundo desde el corazón. Por eso la materialización del alma, esta expresada en cada imagen construida a través de los trabajos colaborativos que Soberats organiza con su equipo, ejercicios desde la práctica del sentimiento, para construir una nueva estética de la otra mirada”, explicó Reyes Venegas.
El corpus del trabajo artístico de Soberats nace de su alma, de su espíritu, por consiguiente su obra es un patrimonio de Venezuela para el mundo. “La fotografía de Sonia Soberats me recuerda un poco a Konstantin Korotkov, con la fotografía del alma o la fotografía con la cámara kirlian, que por mucho tiempo fue un enigma o un misterio. Realmente, la fotografía kirlian, que está directamente relacionada con ese fenómeno de poder fotografiar el aura humana, nos parecía una cosa prácticamente imposible o increíble, porque pensábamos que nadie podía ver el alma o que el alma como era invisible a los ojos humanos no podía ser fotografiada porque no era tangible. Sonia Soberats nos remonta a esta teoría, pero además la supera, la sobrepasa porque nos está diciendo que el alma es una energía intrínseca del ser humano, absolutamente ligada al pensamiento, es una manera de ver la vida, no tiene que ver con el funcionamiento del sentido de la vista, sino con la percepción del mundo desde el corazón. Por eso la materialización del alma, esta expresada en cada imagen construida a través de los trabajos colaborativos que Soberats organiza con su equipo, ejercicios desde la práctica del sentimiento, para construir una nueva estética de la otra mirada”, explicó Reyes Venegas.
A la inversa del proceso de la cámara, que captura los objetos del afuera para retener esa mirada dentro la caja oscura, el mirar de la fotografía invidente va desde el mundo interior, desde la imaginación hacia afuera, al mundo exterior, a la realidad. Es el arte de redescubrir el mundo desde los sentimientos, dándole forma a los elementos que circundan nuestro espacio vital, aprendiéndolos desde el tacto, desde la respiración, desde todos los sentidos que se repotencian y permiten aproximarnos al alma de los objetos y/o las personas que son retratadas a través del ojo de cristal de la cámara de un invidente.
Entre luminiscencias titilantes y rostros de miradas y sonrisas yuxtapuestas, emerge el saberse vivo y útil. A través de estas imágenes oníricas, Soberats nos muestra su alma, su ser, permitiéndonos ver al otro y percibirlo a través de sus recuerdos y vivencias del mundo visual. En la luz, está el secreto de la vida, de lo que podemos simbolizar, construir y significar de nuestro ser.
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