¿Cómo logra un artista
plástico sensibilizar con su obra a personas ciegas? ¿Cómo consigue que esos
dedos que se deslizan por sus esculturas comprendan lo que quiere transmitir?
El desafío era mayúsculo. Pero una profesora platense de Grabado y Arte Impreso
lo enfrentó. Se puso la vara bien alta: pensó y creó las piezas para no
videntes de nacimiento, realizó la muestra nada menos que en la Biblioteca
Braille, y la inauguró minutos después de rendir con esa obra su tesis de grado
para obtener la licenciatura. “Me gustó mucho. Además, para alguien ciego es
muy buena porque se entiende perfectamente lo que desea plasmar”. No lo dijo el
jurado de la tesis. Lo dijo Noelí, no vidente desde los 4 años. La mejor
calificación.
“Tuve que
reeducar la visión; prácticamente despojarme de todo lo previo”, expresó
Daniela Cadile, parada frente a las nueve panzas que representan los nueve
meses de embarazo y que se exponen en el largo y luminoso pasillo de la
biblioteca de 5 entre 60 y 61.
Daniela se
graduó como profesora en Artes Plásticas -orientación Grabado y Arte Impreso-
en la facultad de Bellas Artes. Luego inició la licenciatura. Y cuando presentó
el trabajo final -previo a la tesis- tuvo una fuerte experiencia que la llevó a
adentrarse a fondo en el mundo de la ceguera.
DE LA OSCURIDAD A LA LUZ
“Consistía en
un relato sobre tres caras en relieve, que se iban iluminando hasta finalizar
en un grito, todo ello en un cuarto cerrado y totalmente a oscuras. Me ocurrió
entonces que mucha gente me dijo ‘no pude terminar de verla, me dio miedo, me
asusté porque no tenía referencias visuales’. Al poco tiempo me pasó lo mismo
con otra intervención de similar estilo”, relata la artista platense para
contar que “a partir de allí me puse a pensar qué le sucedía a las personas
ciegas, cómo sería su imaginario en cuanto al arte”. Se acercó entonces a la
Biblioteca Braille, cuando funcionaba en calle 47, y comenzó un exhaustivo
trabajo de investigación.
Tras remarcar
que en ese centro le abrieron las puertas “de par en par” -ayer para
investigar, hoy para exponer y rendir su tesis-, Daniela realzó que mantuvo
largas charlas con Cristina Calvo y Paulina Grossi. “Ingresé en un mundo
absolutamente ignoto, en el que conocí gente terriblemente abierta,
maravillosa, que me enseñó muchísimo”, enfatizó la artista.
Cadile dijo
que en ese momento comprendió que “la imagen (artística) para no videntes
estaba poco desarrollada”, y que aquello que existía se basaba casi
exclusivamente en entramados de texturas.
Más
enseñanzas. “Hay muchos tipos de cegueras, por lo que comencé a analizar hacia
donde apuntar. Terminé decidiendo que iba a trabajar para ciegos de nacimiento,
para aquellos que no tenían recuerdos de las imágenes con que nos topamos a
diario los videntes”, relata. Entraba en un mundo aún más complejo.
Pero como
Cristina y Paulina eran ciegas de nacimiento, no dejaban de dar pautas -sin
quererlo muchas veces- para que Daniela “reeducara” su visión, su arte. “¿Por
qué hiciste una cara de perfil y yo puedo tocar un ojo que está de frente?”,
fue una de las preguntas que le hicieron. “Es mi forma de dibujar”, respondió,
pero tomó nota sobre el alcance que la abstracción podía tener en una futura
obra.
“Yo no me
había planteado el color. Y un día Cristina me preguntó: ¿Por qué no vas a
ponerle color? ¿Y la gente que ve?”. Recibía lecciones de vida, a diario.
Pero su obra
“siempre tiene mucho blanco, hasta lo exagero”, dice Daniela, quien comenta que
la gran encrucijada fue qué imagen trabajar, sobre todo luego de que Cristina y
Paulina le dijesen que a ellas les gustaría disfrutar de algo placentero.
“Sentí un
paralelismo entre mi embarazo y la ceguera. El niño en la panza no se ve, pero
se siente”, dice. Y así nacieron 9 panzas de pulpa de papel, nueve meses (ver
aparte). Algo “realista, legible, un relato”, añade.
El lunes pasado
llegó hasta la biblioteca el jurado de tesis. Aprobada. El jueves, Noelí
también la aprobó. “Es algo hermoso”, casi exclamó. Y Daniela lloró.
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