Josefa
Jiménez entra en la sala dubitativa. «¿Y qué voy a decir yo?».
Ella es
la protagonista de una de las intervenciones más punteras que se han llevado a
cabo en nuestro país. Lleva implantado en su ojo derecho un chip con 60
fotoreceptores que le permiten distinguir formas, líneas y letras grandes,
aunque todo poco a poco.
Y es que
Josefa no ve desde que tenía 28 años.
El lunes
cumplió 62 años y, por primera vez en 34 años, «fui capaz de distinguir las
velas que soplaba», comenta divertida. La acompaña el responsable de este
pequeño «milagro», el doctor Juan Manuel Laborda, director médico del Hospital
La Arruzafa de Córdoba.
«Hemos
estado más de un año preparándonos para la operación», que duró casi cinco
horas y en la que participaron hasta 11 profesionales, entre ellos dos
ingenieros. Y es que Josefa ha pasado a ser la segunda paciente de España que
cuenta con un ojo biónico, y la número 115 en todo el mundo.
La
intervención se realizó el pasado 27 de abril y, por ahora, sólo está prescrita
para personas completamente ciegas con retinosis pigmentaria, una enfermedad
hereditaria que le ha hecho ir perdiendo la visión de forma paulatina y que
afecta a unas 20.000 personas en España, de las que se podrían beneficiar unas
800.
«Casi no tengo recuerdos de las cosas que vi
antes de perder la vista», afirma. Ahora se vale de una videocámara «similar a
la que lleva un iPhone», explica el oftalmólogo, que envía señales a la antena
que rodea el ojo y que se conecta directamente, a través de estímulos
eléctricos, con el nervio óptico y éste con la corteza cerebral. Gracias a
ella, Josefa es capaz de diferenciar figuras.
«Va como
escaneando», puntualiza la optometrista Alicia Navarro, que se encarga de
enseñarle a utilizar las gafas y el ordenador que lleva colgado. «Tenemos que
reeducarle la vista y es un proceso que dura unos seis meses». La paciente no
lleva ni 60 días con el implante, fabricado casi en su mayor parte con silicona,
y que está insertado en su ojo. «Empieza a aprender a ver», afirma el experto.
Su ojo
biónico procesa las imágenes que va captando. «Es como si tuviera delante una
televisión de veinte pulgadas en blanco y negro», sostiene el oftalmólogo del
centro cordobés.
Repartiendo
suerte
Hace
siete años que Josefa está jubilada pero, tras perder la visión, «me inscribí
en la ONCE y me dediqué a vender cupones». Aún recuerda con una media sonrisa
uno de los premios que dio. «Di un primer premio, pero fue hace mucho tiempo,
porque aún se daban en pesetas.
Sólo
recuerdo que el número estaba compuesto por seises», explica, mientras su
sobrina Cristina, uno de sus apoyos, permanece junto a ella. Esta vez el premio
le ha tocado a ella, porque el coste de la intervención para colocarle el ojo
biónico que llevará de por vida es de 200.000 euros. Y es que, como comenta
Laborda, «ya tenemos siete candidatos». Sólo les falta conseguir la
financiación, la primera la ha costeado íntegramente el centro de Córdoba, pero
«para futuras intervenciones necesitaremos el apoyo de fundaciones».
En
España, sólo este centro y el Centro Oftalmológico Barraquer en Barcelona están
autorizados a realizar este tipo de operaciones. Es más, hace un año, en el
centro catalán se llevó a cabo la primera intervención. La empresa responsable
del dispositivo, Second Sight Medical Products, es la que concede personalmente
las autorizaciones.
Uno de
los momentos que Josefa recuerda con mayor alegría es «la primera vez que salí
al jardín y pude ver, por fin, la fuente que tengo, antes sólo la oía». Y es
que Josefa hasta ahora se movía por la voz y los sonidos y, desde el pasado mes
de abril, ya distingue luces, los claroscuros. En su casa vive con su hermano
Ángel, también afectado por la enfermedad, e insiste en cómo ha mejorado su día
a día. «Ya no me tropiezo con las puertas así como así», bromea.
Este
complejo microchip, «con el que ya se están haciendo una serie de estudios para
utilizarlo en personas con degeneración macular (existen alrededor de dos
millones de afectados en España)», tiene un curioso origen. Según el
responsable médico del centro, el dueño de Second Sight «es una persona
adinerada que tenía un amigo con retinosis pigmentaria y decidió invertir en
investigación para ayudarle. Así nació el chip».
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