Las formas de retinopatía diabética que amenaza la visión son la retinopatía proliferativa y el edema macular, que requieren de detección y tratamiento oportunos; la oportunidad para tratarlas puede perderse, si no existen procesos adecuados para evaluar a todos los pacientes diabéticos. Las formas que amenazan la visión tienen una prevalencia baja entre los pacientes diabéticos, y para detectarlas se requiere evaluar una muestra extensa.
Las herramientas de imagen disponibles facilitan la detección de la retinopatía diabética, aún por personal no especializado en Oftalmología, pero el cuello de botella es la referencia al especialista: más de la mitad de los pacientes con retinopatía no requiere intervención, y el oftalmólogo solo les agenda una nueva cita de revisión.
En población diabética extrahospitalaria de nuestro medio el 21% de los pacientes presenta retinopatía; el 79% restante podría vigilarse anualmente en un primer nivel de atención oftalmológica, mediante fotografías de fondo de ojo seriadas que faciliten la referencia. Este proceso se ha implementado en diversos escenarios a nivel mundial, y es un antecedente para implementar un primer nivel de atención oftalmológica, que atienda a pacientes sin retinopatía que amenaza la visión.
Los grados de retinopatía diabética no proliferativa leve, moderada e incluso severa podrían vigilarse fotográficamente, siempre y cuando el responsable del seguimiento estuviera entrenado para calificar la enfermedad. Así, únicamente los pacientes con retinopatía que amenaza la visión se referirían al siguiente nivel de atención, lo que reduciría los tiempos de espera: de veinticinco pacientes diabéticos evaluados en un turno laboral, se referiría un paciente con edema macular y uno con retinopatía proliferativa diariamente.
El siguiente nivel de atención oftalmológica para el paciente con retinopatía diabética comprende una unidad para fotocoagulación; en ella podría tratarse a los pacientes con retinopatía proliferativa que no requirieran cirugía, que por lo menos correspondería a un 40% de los casos. De cinco pacientes con retinopatía proliferativa identificados por semana en un centro de detección, dos requerirían fotocoagulación únicamente; los tratamientos podrían concluirse de manera programada, y una unidad de fotocoagulación podría ser un filtro resolutivo para cuatro centros de detección de retinopatía diabética.
Los tres casos semanales que requerirían cirugía por retinopatía proliferativa, y los cinco casos semanales de edema macular serían referidos a un tercer nivel de atención. Este proceso permitiría tratar en un día quirúrgico, y en otro día semanal de fotocoagulación, los pacientes referidos por un centro de detección: un tercer nivel de atención podría cubrir la demanda de pacientes referidos por cuatro centros de detección de retinopatía diabética.
La organización de la atención oftalmológica al paciente diabético por niveles permitiría acortar los tiempos de espera, que en ocasiones reducen la oportunidad para tratar las formas que amenazan la visión. Para que funcionen adecuadamente, requieren de personal capacitado, que podría ser un médico certificado para los centros de detección, y un oftalmólogo certificado para aplicar fotocoagulación, en las unidades de fotocoagulación.
La atención oftalmológica no solo incluye a la retinopatía diabética, pero esta enfermedad puede rebasar la capacidad instalada de un servicio de especialidad; la saturación no implica que la atención esté sistematizada ni que se alcancen los mejores resultados. La magnitud de la diabetes justifica que se desarrolle un sistema paralelo de atención oftalmológica para el paciente diabético, y la trascendencia de la enfermedad requiere que su tratamiento oftalmológico no dependa de la oferta tradicional de los sistemas de salud.
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