UNA NOTA INFORMATIVA, INTERESANTE!!!
Es un tema muy de moda, en especial ahora que últimamente las pantallas planas de gran tamaño no tienen unos precios tan prohibitivos como antes. Tenemos una oferta amplia de televisores, y además de las preferencias personales, hay una serie de factores a tener en cuenta antes de comprar una televisión.
Navegando por internet uno puede encontrar bastante información sobre el tema, tablas y fórmulas que nos ofrecen el tamaño indicado en función de la distancia entre el espectador y la televisión. Curiosamente, si uno intenta indagar en qué se basan para hacer esas recomendaciones, la búsqueda se vuelve más problemática. Explican, de forma bastante ambigua, que un televisor demasiado grande para una distancia dada, fatiga la vista. Pero no explican en qué se basan para dar esas cifras concretas, si han realizado algún estudio en personas, o en base a algún modelo teórico.
También es cierto que estas recomendaciones proceden habitualmente de las mismas empresas que fabrican los televisores, con lo cual debemos entender que la imparcialidad está a priori comprometida.
Imagen: televisor
Bueno, ¿y la ciencia tiene algo que decir al respecto? ¿La comodidad o el disconfort que puede producir una televisión demasiado grande (o demasiado pequeña, que también puede ocurrir) es algo totalmente variable y subjetivo, o podemos basarnos en pautas objetivas para hacer recomendaciones?.
Por suerte, con un poco de pensamiento racional y basándonos en lo que sabemos del sistema visual, podemos decir algo al respecto. Una persona que está viendo la televisión (encendida, por definir claramente las condiciones iniciales) puede percibir fatiga visual por diferentes motivos, que vamos a ir analizando.
La proximidad
Un ojo ópticamente normal enfoca “por defecto” en visión lejana. Para que un objeto cercano quede correctamente enfocado debe actuar un músculo que hay dentro del globo ocular. Dicho vulgarmente, el ojo tiene que “esforzarse”, es un proceso activo. Un trabajo prolongado de cerca, por lo tanto, puede causar fatiga. Mirar objetos próximos es una causa común de fatiga visual, especialmente a partir de los 45 años (cuando aparece la presbicia), o en personas hipermétropes que no van adecuadamente corregidas. También en casos de astigmatismo indebidamente corregido. No ocurre en casos de miopía, excepto si las gafas llevan más graduación que la indicada.
Es decir, que se trataría de un problema de graduación, por lo que con una corrección óptica correcta el problema no debería aparecer. Por otra parte, si bien es un factor que deberemos tener presente cuando leemos, escribimos o trabajamos con el ordenador, para la televisión es un factor despreciable.
¿Por qué?. Para entenderlo tenemos que explicar el concepto de dioptría. Se trata la forma con la que medimos la potencia de una lente, y es el resultado de dividir uno entre la distancia focal (en metros).
Diop=1/DF
Cuando el ojo está enfocado a lo lejos, los rayos de luz que provienen de un punto concreto llegan casi paralelos, y gracias a las lentes del ojo se enfocan en un solo punto a nivel de la retina. Si miramos a un objeto cercano los rayos llegan divergentes al ojo, por lo que si la potencia de las lentes es la misma, los rayos ya no convergen en la retina, sino por detrás de ella. Hay que aumentar la potencia, y de eso se encarga el músculo que hemos mencionado antes, en un proceso llamado acomodación.
Imagen: gráfico de la acomodación
Fuente de luz directa
En los entornos naturales, las imágenes que llegan a nuestros ojos se configuran a partir de luz indirecta. Es decir, existe una fuente de luz (tradicionalmente el sol) que ilumina los objetos, y la luz reflejada en estos objetos llega a nuestros ojos. Lo normal es que no miremos directamente a las fuentes de luz, y de hecho nos damos cuenta de que es incómodo mirar no sólo al sol (niños, no lo hagáis) sino a cualquier bombilla o foco. Un televisor, al igual que cualquier pantalla de visualización, es una fuente de luz directa, por lo que hay más posibilidades de que el ojo se fatigue.
Imagen: fuente de luz artificial
Algunos de vosotros me diréis: la luz es la luz, son simplemente fotones con una intensidad concreta. Bastaría con ajustar la intensidad lumínica a los parámetros en los que el ojo esté cómodo, y entonces dará igual que la luz sea directa o indirecta. Pues no es tan fácil.
Nuestro ojo no es un mero “capturador” de fotones, es un sistema dinámico que está constantemente ajustando y optimizando la imagen. Los fotógrafos lo saben muy bien; si no se utilizan los sistemas automáticos de la cámara, hay que ajustar los diferentes parámetros para conseguir imágenes tan buenas como las que vemos a simple vista.
Cuando hay demasiada luz el ojo limita nuestra percepción de esta, de tal forma que tenemos un margen amplio antes de que perdamos calidad visual por excesiva luminosidad. Este ajuste disminuye el contraste de la imagen, que no suele suponer un problema en circunstancias habituales. Cuando hay un aumento de luz indirecta, todo nuestro entorno se ve iluminado de forma más o menos difusa. Incluso las áreas sombreadas reciben luz difusa. Así, cuando el ojo “resta luminosidad” el contraste se mantiene en parámetros aceptables.
Cuando vemos la televisión, la cosa cambia. No es una fuente de luz que ilumina toda la estancia, de manera que todo nuestro entorno tenga una intensidad parecida. La parte de nuestro campo visual que ocupa la televisión está fuertemente iluminada, pero el resto está más oscuro. Es una información paradójica, tanta diferencia de iluminación de diferentes áreas del campo visual no se gestiona bien. Cuanta más iluminado esté la televisión más nos cansaremos, ya que el ojo no se adapta adecuadamente a la iluminación directa de la pantalla. Si vamos bajando la intensidad de la pantalla tampoco solucionaremos el problema, porque siempre va a haber diferencia con el entorno, y además perdemos contraste, con lo que diferenciaremos peor las imágenes y también nos fatigaremos. Un remedio aceptable es aumentar la luz de la habitación mediante iluminación indirecta. Algunas televisiones ya vienen con ese tipo de retroiluminación. Pero no termina de solucionarse el problema.
Imagen: entorno del televisor Investigando lo que hay publicado en revistas científicas, apenas hay estudios que nos puedan dar pautas para aconsejar. La variabilidad entre individuos es muy alta: hay personas con muy malas condiciones de iluminación (televisión muy iluminada, muy grande y muy cerca con habitación muy oscura) que pasan horas sin fatigarse. Y otros que se fatigan mucho antes. Al final, se trata de probar uno mismo. Las televisiones que mejor contraste producen de por sí, en principio fatigarán menos la vista porque no necesitan una alta luminosidad para visualizar con claridad las imágenes. También sabemos que cuanta más parte del campo visual ocupe la televisión, más nos cansaremos. Y si sabemos poner una luz indirecta adecuada, podemos amortiguar bastante el problema. Pero son pautas muy generales, variables para cada individuo. No podemos ofrecer cifras ni siquiera orientativas.
Visualización del detalle
Cuando queremos discernir detalles pequeños y/o alejados, cerca del límite de la resolución de imagen que nos da nuestro sistema visual, exige un esfuerzo mayor de enfoque e interpretación. Por ejemplo, leer subtítulos o concentrarse en perfiles o siluetas concretos y reducidos en la pantalla. A este nivel, si la televisión es muy pequeña o está muy alejada, nos costará más discernir detalles, pero cuidado, a igualdad de imagen. Quiero decir que el esfuerzo también depende de las imágenes. Si las letras son grandes y abundan los primeros planos, nos cansaremos menos. Si hay letras pequeñas o predominan las escenas más generales (con más detalles que mirar) podremos cansarnos más.
Nuevamente, demasiada variabilidad para ofrecer cifras concretas.
Pero no hemos conseguido obtener cifras orientativas que nos ayuden a elegir el tamaño adecuado del televisor para una distancia de visualización determinada. Nos quedan tres factores más.
El estado del ojo
Nos podemos cansar porque notamos sequedad ocular mientras vemos la televisión. Pueden ser un ojo seco que de por sí ya de síntomas, o que sean pequeños condicionantes que unidos causan que en ocasiones notemos esas molestias. Concentrar la vista es uno de esos condicionantes: cuando nos fijamos con atención en algo, parpadeamos menos. Y necesitamos parpadear con frecuencia para extender la película lagrimal en la superficie del ojo.
Hay otras causas que pueden desencadenar fatiga, como una graduación mal corregida.
Eso lo sabe mucha gente con pocas dioptrías que no utilizan las gafas continuamente pero se la ponen para tareas concretas: leer, conducir, ver la televisión.
Y podríamos enumerar más factores del propio ojo que conducirían a producir fatiga. Pero lógicamente son totalmente individuales, dependientes de cada persona. Podemos aconsejar que si a uno se le cansa la vista con frecuencia al ver la televisión, acuda a revisarse la vista.
Pixelización de la imagen
Tener una televisión grande y con buena resolución está muy bien, porque tenemos a nuestra disposición imágenes grandes y nítidas …. siempre y cuando la señal de imagen que llega al televisor se corresponda con la resolución máxima que tiene éste.
Así que si estamos viendo un Blu-Ray con Full-HD, pues muy bien, pero si vemos la TDT el televisor de alta definición tendrá que hacer un apaño para mostrarnos la imagen. Es similar a cuando hacemos zoom en una fotografía en el ordenador: finalmente aparecen los pixeles grandes, y la imagen queda bastante fea.
Sigue siendo un juego de distancias y tamaños: cuanto más lejos nos pongamos para un tamaño dado de televisión, veremos menos los pixeles. Cuando la proporción tamaño/distancia sea alta, veremos los pixeles. Así, depende de para qué utilicemos principalmente el televisor (señales de baja calidad o películas en alta definición) y de cómo se perciba subjetivamente la pixelización, tomaremos una decisión u otra.
Nuevamente, pocas pautas podemos dar, porque no hay estudios científicos que indiquen que ver imágenes pixelizadas produzcan fatiga visual. Simplemente, queda feo, así que eso depende de nuestras preferencias.
El movimiento de los ojos
Hasta ahora hemos podido dar una serie de consejos y guías muy aproximadas de qué hacer para evitar o solucionar que no estemos cómodos viendo la televisión. Pero seguimos sin dar una respuesta concreta a la pregunta del artículo. Basándonos en algún criterio mínimamente científico, ¿podemos dar unas cifras aproximadas del tamaño adecuado?.
Los movimientos que debe realizar el ojo para “barrer” continuamente la imagen del televisor. ¿Cómo es eso: vamos moviendo los ojos mientras miramos la pantalla? Pues así es, continuamente. Aunque el campo visual de un ojo es bastante grande, sólo tenemos nitidez de imagen en una pequeña zona central. Cuando miramos una imagen, no la capturamos “de una vez” como hace una cámara de fotos o de vídeo. Vamos desplazando los ojos rápidamente en las diferentes zonas de interés, y luego nuestro cerebro lo reconstruye. Apenas somos conscientes de que a la vez sólo vemos con nitidez una zona muy pequeña.
De esta manera, no fijamos nuestra vista en el centro de la pantalla para que nuestro campo visual periférico recoja el resto de la imagen. Tenemos que ir moviendo los ojos para abarcar toda la imagen. Por lo tanto, cuanto más grande y/o más cerca esté el televisor, más amplios tendremos que hacer estos movimientos oculares. Pasado un límite, los movimientos son tan amplios que nos ayudamos de la cabeza. Y ése es el límite que nos podemos poner, porque ciertamente no es cómodo estar viendo la televisión y estar cada dos por tres girando la cabeza de un lado al otro. Imaginémonos estar en las gradas viendo un partido de tenis. Para un rato, vale, pero no queremos tanto movimiento de cuello .
Los movimientos oculares son rotatorios: los ojos no se desplazan de donde están, rotan en los tres ejes del espacio (sí, en los tres, no sólo arriba-abajo e izquierda-derecha; también giran a favor y en contra de las agujas del reloj; pero ese no es el tema del artículo).
Imagen: movimientos rotatorios del ojo
Así, los movimientos del ojo los medimos en ángulos. Con un poco de trigonometría podemos averiguar, para un ángulo determinado y una distancia hasta la pantalla dada, qué longitud recorre el eje visual. Si el ojo se sitúa totalmente centrado en la pantalla y el movimiento se recorre desde el centro hacia un lado, la fórmula sería: D*sen(a), siendoD la distancia entre el ojo y la pantalla, y a el ángulo en radianes. Pero si a es el ángulo total que es capaz de recorrer el ojo en un plano desde un extremo al otro, y la posición frontal (en la que el eje visual es perpendicular a la pantalla) se encuentra en la bisectriz de este ángulo, entonces la fórmula sería: 2*D*sen(a/2).
Los movimientos oculares se miden desde el punto medio, cuando el eje visual está de frente. Desde aquí el movimiento máximo hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales (arriba, abajo, izquierda y derecha) está en torno a los 40º.
Por lo tanto, desde la izquierda a la derecha tendremos 80º. Entonces, con una televisión que abarquemos dentro de nuestros 80º de rango de movimiento, podremos fijar nuestro eje visual en cualquier punto de la pantalla sin necesidad de mover la cabeza.
Ese sería nuestro límite a la hora de comprar una televisión, no deberemos comprarla más grande que eso.
¿Será una cifra correcta?.
No seríamos unos buenos científicos si luego no experimentáramos para comprobar si nuestra hipótesis teórica es cierta.
Hagamos una comprobación rápida. Para una televisión colocada a 3 metros de distancia, la fórmula expuesta antes nos daría un tamaño de 385,67 centímetros. Teniendo en cuenta que la distancia mayor en línea recta que podemos encontrar para un rectángulo es su diagonal, y precisamente el tamaño de los televisores utilizan esta diagonal, sólo tenemos que convertir centímetros en pulgadas para saber de cuántas pulgadas tenemos que poner nuestra televisión a 3 metros de distancia. Haciendo el cálculo, nos sale una televisión demás de 150 pulgadas. Mucho, ¿no?. Fijémonos en lo que estamos diciendo: a tres metros de nuestros ojos ponemos una pantalla de 3,86 metros de diagonal. Si hacemos la prueba de intentar recorrer de extremo a extremo un objeto de esas dimensiones, seguro que moveremos la cabeza.
Algo ha fallado en nuestros cálculos.
No pasa nada: el buen científico no es el que no se equivoca, sino el que aprende de sus fallos. Teníamos prisa por hacer los cálculos y no hemos leído todo el párrafo del libro: en cuanto hemos visto esa cifra de 40º nos hemos puesto a meter números en la hoja de cálculo. No hay problema, leemos un poco más y efectivamente, descubrimos que aunque esos son los movimientos máximos, el sistema muscular se encuentra muy forzado en las posiciones extremas de mirada, y mucho antes se desencadena un movimiento de ayuda del cuello y la cabeza. Nos dan otro límite: los ojos se mueven con comodidad hasta 20º en cada dirección de la mirada. Son 20º a la izquierda y 20º a la derecha, tenemos 40º. Volvemos a la hoja de cálculo y nos ponemos a ello: 80 pulgadas de televisor, 2,06 metros de diagonal. Todavía parece una distancia grande.
Efectivamente, hacemos la prueba y mirar un objeto de 2 metros de lado a lado, a 3 metros de distancia, todavía es incómodo de hacerlo sin mover la cabeza. Si lo recorremos lentamente con la mirada podemos hacerlo, pero si saltamos de un extremo a otro con la mirada, tenemos que concentrarnos para no mover la cabeza.
Algo no funciona. Resulta que cuando realizamos ese “muestreo” para recorrer la imagen, utilizamos una cosa que se llaman movimientos sacádicos, que son movimientos muy rápidos del ojo, que saltan de un punto a otro. Así, si vemos un detalle en una esquina de la pantalla y luego queremos ver otro detalle en la esquina opuesta, esta diagonal la recorreremos con un solo movimiento sacádico. Bien, esto es lo que necesitamos. Si bien el movimiento sacádico puede tener valores de 70-80º, a partir de los 20º se acompaña de movimiento de cabeza. Por lo tanto, ese sería el ángulo que buscamos: 20º en total desde el comienzo al fin del movimiento (no 20º a la izquierda y otros 20º a la derecha, como decíamos antes).
Antes de aplicarlo, nos damos cuenta que “20º” es una cifra bastante redonda, posiblemente los estudios en los que se basan dan cifras en torno a los 20º, pero lo mismo son 19º que 21º. Y aunque se basan en el funcionamiento del ojo humano, en principio similar a todos nosotros, también debe haber un margen a la variabilidad individual. Por otra parte, tampoco nos interesan que los movimientos amplios de parte a parte de la pantalla se encuentren tan cerca del límite este de los 20º que estén a punto de desencadenar un movimiento de cabeza. Parece que nuestro cuello va a saltar, pero sin decidirse al final. Tiene sentido dejar unos pocos grados de margen. Nos quedamos con, digamos, unos 18 grados.
Comprobamos los datos, y para 3 metros se corresponde una diagonal de 93,86 centímetros, casi 37 pulgadas. Si lo comprobamos, sí que podemos mover los ojos con comodidad, sin necesidad de girar la cabeza. Por fin tenemos los datos que queríamos,con un ángulo objetivo de 18º. Podéis hacer vosotros mismos una hoja de cálculo y jugar un poco con las cifras, poniendo la distancia de vuestro salón. Para los prudentes podéis buscar cifras de 16-17º, pero no os aconsejo bajar de 15º porque como decía más arriba, una televisión muy pequeña o alejada también puede cansar si no vemos bien los detalles. Por otra parte, si queréis realmente compraros una televisión grande y no os importa “forzar un poco” los límites, podéis ver lo que sale con ángulos mayores. De todas formas no os aconsejo pasar de los 22º: por mucho que inicialmente una imagen tan grande os guste, creedme que al final uno se fatiga.
Acá encontrarán unos resultados para los 18º:
Distancia Tamaño del televisor
espectador-televisor (metros) (pulgadas)
2 25
2,5 31
3 37
3,5 43
4 49
4,5 55
5 62
5,5 68
6 74
¿Podemos utilizar estas fórmulas para estimar el tamaño adecuado de una pantalla de ordenador? Sólo si matizamos bastante. Delante del ordenador sacrificamos algo de confort para tener más superficie de trabajo, así que podemos tolerar los movimientos de cabeza. Veámoslo con un ejemplo: cuanto estamos trabajando con el ordenador, nos sentamos con normalidad, y cuando queremos ver un vídeo largo o una película en esa misma pantalla, involuntariamente nos “acomodamos” en la silla, echándonos hacia atrás y ganando 30-40 centímetros. Eso nos permite visualizar con comodidad la imagen porque aumentamos la distancia.
De forma más o menos empírica, para trabajar con un ordenador a una distancia de trabajo de 50-70 cm, los ángulos máximos que deberemos manejar rondan los 40-50º, lo que nos da unos monitores de 22-24 pulgadas. Para monitores mayores (por ejemplo 27 pulgadas) es mejor aumentar la distancia de trabajo a 80-90 cm.
Fuente: http://ocularis.es/blog/
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