Afrontar una enfermedad como la DMAE exige un esfuerzo cognitivo (pensar sobre lo que está pasando) y conductual (responder a esto que pasa). Se trata de dar respuesta adaptativa a lo que está cambiando en la vida.
Si nuestra respuesta se centra en el “problema”, es decir, ”veo con mucha dificultad”, las habilidades y/o estrategias que hay que poner en marcha van dirigidas a resolver lo que es una amenaza para la salud, pone en riesgo la autonomía y, en definitiva, lo que se entiende como una respuesta funcional que nos permita seguir manteniendo una relación con el medio lo más independientemente posible y sin muchos cambios.
Si nuestra respuesta se centra en la “emoción”, nos centramos en el significado entre la persona y el medio en el que actúa. Se trata de conocer cómo se está evaluando en nuestra mente el significado de la pérdida de la visión y las consecuencias de esa pérdida en nuestra vida y en la relación con el entorno significativo.
Cuando la persona piensa que el factor que desencadena el estrés se puede modificar, predomina el afrontamiento centrado en el “problema”; cuando piensa que no se puede modificar, predominan las estrategias centradas en la “emoción”.
La pérdida visual no puede ser modificada, pero sí se pueden cambiar las consecuencias de la misma, adquiriendo y practicando nuevas habilidades. Así, las estrategias que interesa trabajar en cuanto a la pérdida visual serán las emocionales, reflexionando sobre el modo de vivir la situación y tratando de analizar los procesos cognitivos implicados en valorar lo que está ocurriendo. En cuanto a las respuestas cotidianas centradas en el problema, se podrán cambiar, pero, para ello, se tendrán que poner en marcha estrategias de solución de problemas, formas de actuar alternativas y pautas diferentes para hacer las cosas que antes se hacían de otra manera.
Rosa Sánchez
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