Las más recientes investigaciones
han demostrado lo que ya intuíamos: la grasa del pescado azul mejora la
memoria, la concentración, el ánimo, la visión y hasta el rendimiento escolar
Pocos estudios son tan llamativos como el publicado el pasado febrero en Journal of Neuroscience.
Investigadores de la Universidad de Oregón (EE.UU.) comprobaron cómo
monos macacos alimentados con una dieta rica en DHA (un tipo de
omega-3 de cadena larga, presente en el pescado) habían desarrollado
cerebros sorprendentemente similares a los de los humanos, con rutas cerebrales
altamente conectadas y bien organizadas. En cambio, los monos que habían
seguido dietas deficitarias en DHA tenían redes neuronales más limitadas y
menos organizadas. “Los resultados obtenidos son indiscutibles, asegura Damien
Fair, profesor de Psiquiatría y Neurociencia del Comportamiento en la Escuela
de Medicina de la Universidad de Oregón, y director del trabajo–.
Las imágenes cerebrales de alta
tecnología mostraban claramente cómo los monos con las dietas más ricas en DHA
eran los que habían desarrollado mayores conexiones neuronales y rutas
visuales”. “El pescado es bueno para el cerebro”, nos repetían nuestras
abuelas, y la ciencia se empeña en darles la razón. Diferentes
investigaciones han comprobado cómo dietas ricas en omega-3 de pescado
(presente sobre todo en pescados azules como el salmón, las sardinas o el
chicharro) no solo protegen las neuronas frente al deterioro, sino que
se relacionan con mejoras en el rendimiento mental, la memoria, la
concentración, la agudeza visual, el estado de ánimo, el déficit de atención
con hiperactividad e incluso enfermedades psiquiátricas como la depresión y la
esquizofrenia.
“Los omega-3 son unos ácidos
grasos esenciales necesarios para mantener una buena salud , pero que el
organismo no puede fabricar, por lo que tenemos que conseguirlos a través de la
dieta”, aclara
el profesor Guillermo Reglero, c atedrático de Ciencias de la Alimentación de
la Universidad Autónoma de Madrid, que lleva muchos años investigando los
beneficios de estos ácidos grasos.
En la Prehistoria. El DHA es un componente
primordial del cerebro humano, muy importante tanto para su desarrollo como
para la visión. Por eso, por ejemplo, las leches maternizadas lo incluyen en
sus fórmulas. La posibilidad que ofrecen ahora las imágenes de alta tecnología
para ver el cerebro en acción ha permitido a la ciencia comprobar con
objetividad el efecto de este nutriente en el cerebro de personas de todas las
edades. Un tema de estudio apasionante es el del papel que desempeñó el
pescado en el desarrollo del cerebro humano a partir del de los primates.
Según este enfoque, las dietas
ricas en pescado, anfibios y moluscos de nuestros antepasados prehistóricos –
que vivían preferentemente cerca del mar o junto a ríos y lagos– habrían sido
el origen de nuestro cerebro superior. “El mayor cambio cerebral en los
humanos sucedió hace unos 200.000 años”, explican los expertos del
Franklin Institute de Filadelfia (EE.UU.). A través de estos restos
prehistóricos, se ha observado que los humanos que vivían cerca del mar
y seguían dietas ricas en pescado fueron los que más desarrollo cerebral
experimentaron.
Como contraste, poblaciones
de australopithecus sin acceso a fuentes de omega-3 de cadena larga mantuvieron
una capacidad cerebral no mayor que la de un chimpancé durante millones de
años. Stephen Cunnane, profesor de la Universidad de Toronto, que
lleva muchos años estudiando la relación entre los omega-3 y el desarrollo del
cerebro humano, lo aclara gráficamente: “No hace falta mucha inteligencia para
recoger almejas o cangrejos, pero una alimentación rica en ese tipo de
alimentos aportó a nuestros antepasados la energía y los nutrientes necesarios
para el desarrollo del cerebro”.
Desgraciadamente, la dieta
occidental actual es claramente deficitaria en este ácido graso, en comparación
con la dieta con aquella que nos permitió evolucionar a los humanos y con la
que se establecieron nuestros patrones genéticos. Además, diversos
estudios indican que esa carencia puede favorecer el desarrollo de enfermedades
inflamatorias y autoinmunes. En cambio, se ha observado que el aumento
de consumo de omega-3 tiene efectos supresores en los factores de riesgo de
esas enfermedades.
Hasta la vejez. Un riguroso estudio
realizado hace pocos meses por expertos del Departamento de Neurología- Charité
de la Universidad de Berlín ha comprobado cómo una dieta suplementada con
omega-3 de cadena larga mejora la función cerebral de las personas mayores. Los
investigadores dividieron a los voluntarios (35 hombres y 30 mujeres de entre
50 y 75 años) en dos grupos. Uno recibió suplementos de omega-3 y el otro, un
placebo, ambos durante 26 semanas. La conclusiones son reveladoras: las
imágenes cerebrales han mostrado claras mejoras en las funciones ejecutivas del
cerebro en el grupo que tomó los suplementos. Este grupo mostraba,
además, efectos beneficiosos en la integridad de la sustancia blanca, el
volumen de las sustancia gris, el espesor de la arteria carótida y la presión
arterial diastólica. Esas mejoras no se vieron en el grupo que tomó el placebo.
Los autores del trabajo recalcan
que el estudio no solo demuestra los beneficios de estos ácidos, sino que
aclara los mecanismos que producen esos resultados. “Sus efectos se observan
desde la etapa fetal”, recalca el profesor Guillermo Reglero. “Datos
del proyecto europeo Nutrimenthe indican que los hijos de mujeres que consumen
más pescado durante el embarazo obtienen después mejores resultados en pruebas
de inteligencia verbal,habilidades motoras complejas y comportamientos de
mayor socialización. Y esos beneficios se extienden a la propia
embarazada.
Un consumo suficiente de omega- 3
durante la gestación reduce el riesgo de depresión posparto, parto prematuro y
de dar a luz niños con bajo peso. Pocos nutrientes específicos pueden demostrar
tantos beneficios para la salud en todas las etapas de la vida”, asegura este
experto. Con todas esas evidencias científicas en la mano, no es extraño que
veamos anunciados suplementos con omega-3 y alimentos procesados enriquecidos
con él. La pregunta es: ¿son todos esos omega-3 iguales? ¿Aseguran esos
productos los mismos beneficios que aportaría consumir de forma habitual
pescado azul?
Cuestión de calidad. “La respuesta está en el
rigor de quien investiga, desarrolla y pone esos productos en el mercado”,
puntualiza el profesor Reglero. Y este experto sabe de lo que habla, ya que en
su departamento de la Universidad Autónoma de Madrid se han pasado más de una
década desarrollando un producto con omega-3 de pescado que incluye esos ácidos
grasos en otros productos cárnicos como el pollo, el pavo o el cerdo.
“La idea era que, además del
pescado, la leche enriquecida con omega-3 de pescado y los propios suplementos,
la población tuviera a su alcance otra forma de asegurarse la ingesta de este
nutriente. El
producto que finalmente hemos desarrollado, en colaboración con una empresa de
alimentación también española, combina dos sustancias beneficiosas:
antioxidantes de romero y aceite enriquecido en omega-3 de cadena larga. Además
tiene la ventaja de que está exento de metales pesados –asegura–.
Como demostramos en un trabajo
publicado en Molecular Nutrition and Food Research, los omega-3 de nuestro
producto se mantienen más estables que los del pescado durante la cocción.
Sabemos que, con el ritmo de vida actual, no siempre se tiene tiempo para ir a
comprar a la pescadería o para preparar un plato con pescado azul. Para esas
situaciones, un alimento funcional con omega-3 de pescado, desarrollado
y testado por la ciencia, puede ser una muy buena opción”, concluye este
experto.
El clan de los omega
-Hay dos clases de omega-3: los de cadena larga (EPA y
DHA), presentes sobre todo en el pescado, y los de cadena corta (ALA),
presentes en frutos secos, semillas de lino...
-El organismo convierte solo
parcialmente los ALA en EPA y DHA, la clase de omega-3 que ha demostrado mayores
beneficios para el desarrollo cerebral en los niños y la función
cerebral.
-Por su parte, los ácidos
grasos esenciales omega-6 están presentes en aceites vegetales como los de
girasol, maíz o soja. Se cree que los humanos evolucionamos con una
proporción omega-6/omega-3 de 1:1 y en cambio la dieta actual tiene una proporción
de 10:1 favorable a los omega-6 (incluso de 30: 1 en algunos casos).
-Hoy se considera aceptable una
proporción omega-6/ omega-3 menor de 4 a 1, aunque dietas con mayores proporciones de omega-3
se asocian con menores niveles de inflamación de bajo grado (un tipo de infl
amación relacionada con muchas enfermedades crónicas).
-El aceite de oliva virgen extra pertenece a otra
familia de grasas insaturadas. Los expertos atribuyen muchas de sus propiedades a
su alto contenido en polifenoles vegetales.
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