UNA PROPUESTA DIFERENTE Y MUY INTERESANTE
Imagen: Logo de Teatro Ciego
El otro día aprendí que la palabra "teatro", tomada del latín, deriva del verbo griego ?e?s?a?, que significa "mirar". Hace poco, también, conocí el Centro Argentino de Teatro Ciego y al grupo Ojcuro, quienes hacen teatro en completa oscuridad.
Se trata, como sus mismos creadores lo presentan, de poner en jaque a la vista, reina de los sentidos, para potenciar otras sensaciones. Olfativas, sonoras, táctiles. Y a la imaginación. Porque en definitiva el único escenario es la mente del espectador.
Para empezar, cinco cosas que me enseñó el teatro en la oscuridad:
Te dan ganas de hablar con el que tenés al lado, sí o sí. Antes de entrar a la sala, se reúne a los espectadores para dar las pautas. En el Centro, se calcula que de cada 400 espectadores, uno sale corriendo de la sala antes de empezar la función porque no soporta la oscuridad. Se ingresa "en trencito", tomados de los hombros del que está delante. Ese contacto y el abismo próximo hace que se genere cierta complicidad entre los espectadores. Lo desconocido, en definitiva. Una vez adentro, hay que confiar, dejarse guiar. No faltan chistes como: "qué ubicación, se ve bárbaro desde acá" o preguntas insólitas como "esto que tengo adelante, ¿es un humano?" y la respuesta "sí, estás tocando a un humano". Pasó en el Konex, antes de "ver" La isla desierta .
El trabajo de la voz en una puesta dramática puede ser todo. Imaginarse un cuerpo, una cara, un estilo de vestuario, un andar sólo a partir de una voz es maravilloso. El actor se desliga de esa atadura que puede ser el aspecto. "En un teatro convencional no me quedaría otra que hacer de ciego, y en tele me sentiría mal porque al final tendría que recuperar la vista, algo que es imposible", bromea uno de los actores de La isla desierta. La sorpresa aumenta cuando se conoce al actor que minutos antes interpretó personajes muy disímiles entre sí.
Si vas medio bajoneado, la sensación se triplica. Fui a A ciegas con luz sola, después de una sesión de terapia. No es buena idea? la oscuridad de por sí interpela. Y más aún si está repleta de voces y carcajadas de extraños.
Una vez fuera del teatro, los sentidos se exacerban. Luego de ver estas obras, los aromas y sonidos de la calle cobraron otra intensidad. Fue algo momentáneo, claro. Luego volví al automatismo de siempre. Lamentablemente.
No es lo mismo estar en la oscuridad que con los ojos cerrados. Para meterme en las historias, sin necesidad de hacerlo, en algún momento tuve que cerrar los ojos. Ese reflejo bastante absurdo me hizo pensar en lo atados que estamos al registro visual.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/
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