Cinco padres ciegos relatan cómo tienen que bregar para sacar adelante a sus hijos, ya que por su condición no consiguen un trabajo estable.
Vendiendo tarjetas para llamadas telefónicas en un puesto en la calle General Zapata, así pasará esta fecha especial Luis Ticona (51 años), lejos de su esposa y de sus dos hijos.
Ticona perdió la vista a los 35 años debido a una retinitis pigmentarius (enfermedad de la retina). Desde esa edad se gana la vida con diversos trabajos inestables pues no lo quieren contratar por su discapacidad.
En La Florida, en la zona Sur, cerca a la plaza Humboldt, Jorge Rodríguez (50 años) —que perdió la vista por un accidente vehicular— atenderá hoy un puesto de llamadas de teléfono. En 1990 perdió la vista al volcarse el camión que manejaba.
Édgar Ibáñez Sossa (54 años), secretario general de la Federación Nacional de Ciegos de Bolivia (tiene un hijo y perdió otro), y Primo Díaz Echevarría (68 años), dirigente de esa institución (tiene cuatro hijos), hoy estarán trabajando. Ambos almorzarán con las personas no videntes que no tienen familia.
A Bernabé Manríquez y a Jorge Rodríguez (una hija) les une el hecho de ser padre y madre a la vez, es decir, de llevar sobre sus hombros la responsabilidad de ambas figuras del hogar.
La esposa de Manríquez lo abandonó hace 12 años y le dejó la crianza de sus hijos. Jorge Rodríguez, ni bien perdió la vista en 1990, corrió la misma suerte.
A pesar de sus dificultades, estos cinco padres trabajan por sus hijos. Claudia, hija de Jorge Rodríguez, es contadora, y Bernabé Manríquez luchará porque sus hijos sean profesionales para que no sufran como él.
Historias
“Mi hija se llama Claudia Rodríguez (26), es contadora y está casada. En 1990 perdí la vista cuando sufrí el accidente en el camión, y mi esposa me abandonó a mí y a mi hija, que sólo tenía seis años. Me ayudaron amigos choferes porque desde joven trabajé como cobrador de colectivos. Pero vivo solo y tengo que trabajar porque necesito pagar el alquiler de la casa donde habito, aunque ella me ayuda”. Jorge Rodríguez / Comerciante
“Mi respeto para todos los papás ciegos y a los que no lo son. Me hubiera gustado tener un trabajo estable, pero desde que me quedé ciego, a los 29 años, en un accidente en la mina Katari al caer desde un segundo piso, me dediqué a trabajar junto a mi esposa ayudándole a vender sus productos en el mercado. Tengo tres hijas mujeres y un varón. Ellos siguen estudios profesionales”.
Primo Díaz Echevarría / Federación de Ciegos
“Tengo tres hijos, Daniel David (18), Consuelo Vanesa (16) y Franklin Bernardo (14). Ellos pueden ver. Mi esposa era normal. Yo los crié desde que me dejó mi concubina, hace 12 años, porque no nos entendíamos. Al menor le cambié los pañales y lo bañé. A todos mis hijos les cocino y quiero que sean profesionales para que tengan un futuro mejor al mío”.
Bernabé Manríquez / Músico
“A los 35 años perdí la vista de forma progresiva porque tenía enfermedad de la retina. Me casé a los 33 años con Elisa cuando todavía podía ver un poco. Tengo dos hijos: Ruddy (24) y Gustavo Adolfo (22). Ellos pueden ver, pero usan lentes de contacto. No se gana mucho vendiendo tarjetas de llamadas de teléfono. Pero aún así me sirve para sacar adelante a mi familia”.
Luis Ticona / Comerciante
“El papá adquiere una gran responsabilidad como figura en el hogar. Especialmente en las personas con discapacidad visual, porque la principal dificultad que tiene una persona ciega es encontrar una fuente de trabajo y encontrar una economía acorde a la vida digna. Pero es bien difícil para un papá no vidente lograr una estabilidad económica. Pese a ello, el papá ciego se da modos para atender a sus hijos”.
Édgar Ibáñez / Federación Nacional de Ciegos
Fuente: http://www.laprensa.com.bo/noticias/19-03-10/noticias.php?nota=19_03_10_socd1.php
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