Centros usan un sistema de audio para que personas ciegas y con baja visión accedan a películas.
En la ESPE los ciegos pueden acceder al archivo de audio que contiene narraciones de películas como Salvando al soldado Ryan y Las crónicas de Narnia.
Una voz que hace énfasis en las zetas narra los aventureros pasos de El Rey León. “El Sol sale por el horizonte iluminando la selva. Poco a poco los animales van despertando bajo el sonido de la música africana. Los animales van mirando hacia el rojo círculo del Sol”, dice la mujer de acento español mientras la banda sonora deja oír trinos de pájaros y el fluir de las cascadas.
La ESPE es uno de los 60 centros, en el país, que a través del programa Audesc ha logrado dotarse de varias producciones que originalmente nacieron para la pantalla grande.
Sin el sistema, Benavides tendría que continuar yendo a las salas de cine a la espera de que un amigo le cuente qué pasa cuando los actores dejan de hablar.
“El Audesc fue creado en España hace cerca de 7 años. Lo que hace es extraer la banda sonora y la voz de los artistas, mientras que los narradores describen situaciones en las que los personajes no hablan y en las que hay paneos de ubicación o imágenes mudas”, explica Benavides.
Él es el encargado de grabar las cintas que luego de una aguda selección deciden llevarse consigo los usuarios que no necesitan ser alumnos de la ESPE y que reciben un servicio que no tiene costo.
En Ambato, la Universidad Técnica (UTA) es otro de los centros a los que no videntes y personas con baja visión pueden acudir para pedir el material. “El Titanic y sus similares son algunas de las más solicitadas”, confirma Patricia Lema, responsable de la distribución de cintas en la institución superior.
A ella -que custodia una base de cerca de 30 filmes- le “mueven el piso” las producciones románticas. Lo confiesa y rápidamente se apresura a decir que su gusto lo comparte buena parte de quienes acuden al archivo.
El viaje al centro de la Tierra es una de las películas que más ha impactado a Byron Rodríguez. Para él, los archivos en audio de títulos como el citado constituyen un ejercicio gracias al cual, quienes tienen una limitante visual, pueden agudizar su sentido auditivo y desarrollar su imaginación.
El análisis de Rodríguez está hecho desde su experiencia en las aulas, donde enseña a niños ciegos de entre 8 a 11 años. “A los niños que nunca han visto no podemos enfrentarlos de buenas a primeras a un archivo de audio que narra un filme o una serie. A ellos hay que educarlos para que puedan hacerse imágenes mentales. Decirles, por ejemplo, que cuando hay destellos solares, estos son como la candela en la que se cocina el pollo o que el ocaso es como el sonido de un carro cuando se aleja”, explica.
En la Universidad Salesiana de Quito, Mauricio Suárez se encarga de recomendar uno que otro filme cuando los usuarios llegan a la biblioteca a su cargo. Este espacio es uno de los que mayor número de archivos narrados alberga en el país.
Son 397 las opciones para quienes van por una ‘peli’ a ese lugar. Un CD o un “flash memory” son los soportes en los que alumnos y visitantes se llevan la que, a su gusto, ha sido la mejor cinta para oír en casa o compartir con unos cuantos amigos.
Suárez está muy informado sobre las producciones que se adaptan con el Audesc. La iniciativa fue de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) y -según comenta- no sigue el ritmo de las carteleras cinematográficas. “Tenemos que esperar a que ONCE gestione los permisos de autor y ponga las producciones en la web para nosotros poder tomarlas y distribuirlas”, menciona.
Aunque, agrega, su archivo no podrá seguir incrementándose con la misma celeridad de otros años, pues el organismo español ha restringido el libre acceso a las cintas y la descarga no será gratuita.
Entre tanto, la ESPE se alista para iniciar la producción de películas narradas. Y aunque no tienen fecha para arrancar con el programa, Enrique Benavides asegura que ya están buscando uno adecuado y alistando una posible cabina de grabación.
Cuando Julio Barba empezó a perder la visión, las proyecciones en la pantalla de un cine dejaron de tener sentido. “Ya no podía ver las escenas con poca iluminación”, asegura el presidente del proyecto de capacitación e inserción laboral denominado Ágora.
Cuando sus ojos dejaron de traerle las imágenes del celuloide, las películas narradas se convirtieron en una alternativa para no alejarse del cine. Pero extraña los documentales, de ahí que espera que, cuando los filmes puedan ser adaptados en el país, se consideren también las cintas de “más contenido”.
Para él, “sería muy positivo que los niños accedan a descripciones y audios de hechos reales para que tengan mejores conocimientos y nuevas formas de acercarse al mundo”.
Fuente: Fátima Cárdenas
fcardenas@telegrafo.com.ec
Reportera - Quito
http://www.telegrafo.com.ec/diversidad/noticia/archive/diversidad/2010/03/16/Universidades-acercan-el-cine-a-los-no-videntes.aspx
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