"El trabajo que nos queda por hacer es inmenso"
Imagen: Ripoll examina la vista de un paciente en el hospital
El óptico oscense Enrique Ripoll participó en la última misión en Chad de Ilumina África, una ONG formada por ópticos y oftalmólogos que trabajan en la mejora de la salud visual de países en situación de pobreza.El grupo partió el 27 de noviembre y regresó el 13 de diciembre, casualmente el día de Santa Lucía. Tras un ajetreado y largo viaje de doce horas, vía París, la expedición aterrizó en Yamena, capital de la antigua colonia francesa. Nada más llegar a destino, ya tenían gente esperando: "Se comunica a través de la radio y todos los medios que van a ir oftalmólogos a hacer operaciones. Ya se habían apuntado en listas y la consulta estaba llena de gente", recuerda.
Chad es un país tropical con mínimas condiciones sanitarias. "La mayoría de las personas desarrollan cataratas y una infección denominada tracoma que puede terminar en ceguera. También es endémico el glaucoma, que si tuviera un tratamiento permanente se podría mejorar, pero hay que asumir que es imposible. A nivel de óptica, la mayoría de los casos son de presbicia y vista cansada, porque están acostumbrados a mirar de lejos. Hay pocos miopes, al contrario que aquí", señala Ripoll. También son necesarias las gafas de sol, para protegerse de las elevadas radiaciones. "Es normal que venga una persona ciega con otra más joven que es su lazarillo", explica. Lo habitual es operar sólo un ojo, "porque así podemos llegar a mucha más gente, y es mucho mejor operar a doscientas personas que a cien". El coste real de cada intervención ronda los cien euros y al paciente se le cobra un precio simbólico, "para que ellos lo valoren".
A las ocho de la mañana empieza la jornada. Los pacientes pasan por la consulta del oftalmólogo, que discierne si la patología es susceptible de ser operada o de corregirse con gafas. En el segundo caso, se les revisa la vista y se personaliza al máximo las gafas. "A veces empleamos las que nos dan los clientes, si los cristales se pueden utilizar".
La "sala de espera" es un árbol junto al hospital. "Allí están hasta que se les opera. Después, vuelven a su casa, en muchos casos andando". Las operaciones se desarrollan fundamentalmente por la tarde, gracias a un grupo generador de electricidad del hospital, que se apaga cuando terminan. El trabajo es inabarcable. "Hay que intentar estar satisfecho, pero no plantearte lo que queda, porque es inmenso", reflexiona.
Volver a la normalidad tras esta experiencia no es fácil. "Yo todavía tengo un poco el chip de allí", reconoce el óptico, que recuerda la experiencia como "otro mundo, en el que ves las cosas distintas. Hay mucha más relación humana, y las cosas que aquí no tienen valor allí tienen mucho, porque como no hay nada hasta lo más pequeño tiene importancia. Esto te llega al corazón y lo das todo".
El año pasado viajó por primera vez y le impactó. "He vuelto, y mi intención es seguir si las circunstancias lo permiten y Dios quiere. Todavía hay energía e ilusión para estas cosas, y más".
La Fundación Ilumina África se nutre sobre todo de aportaciones particulares. "Todos trabajan al máximo y de forma desinteresada. Además, vemos que funciona, y lo que das llega", asegura.
Fuente: http://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasDetalle.aspx?Id=665321
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