En la Escuela para Ciegos de Querétaro no sólo instruyen a quienes han perdido la vista en campos tradicionales como la lectura braille, ubicación y movilidad, sino que los capacitan como terapeutas y brindan descanso mediante masajes que incluyen musicoterapia.
Imagen: masoterapia con un paciente.
En la escuela existe la opción de cursar un diplomado en masoterapia, y algunos de sus egresados trabajan como terapeutas del centro de Masajes Llankhay, que opera desde hace cuatro años en la escuela.
De acuerdo con Elena Maya Rojas, encargada del centro de masajes, este espacio les ha permitido a quienes han pasado por sus salas como masajistas, no sólo encontrar una forma de ganarse la vida, sino un motivo para vivir.
"Esto es muy bonito y más cuando la gente le dice a uno. '¿sabes qué?, ya no me duele nada, se me quitó el dolor' y viene y viene porque le gustó. Eso es lo más bonito, más que sacar algún dinero para uno", revela la mujer quien hasta hace unos años era ama de casa.
El haber perdido la vista por un glaucoma, no ha sido un impedimento para esta mujer quien hace deporte y en su voz se escucha el entusiasmo.
"Lo más bonito es cuando la gente le da las gracias a uno, lo contenta que se va la gente y que nos siga visitando", señala mientras se alista para atender a un cliente.
Antes de dedicarse a dar masajes, recuerda Elena, que sólo estaba en su casa
"Me dedicaba a las cosas del hogar, cantaba yo en un coro y pues nada más, (estaba) con mis amigas, en la casa", dice.
Hasta hace unos años, Mariano Cruz Martínez, integrante del grupo de masajistas del centro de Masajes Llankhay, trabajaba en la industria de la construcción como encargado de obra, pero las presiones y el estrés, le cobraron una factura muy alta: su vista.
"No encontramos todavía que le den mucha credibilidad a la mano de obra del discapacitado visual, ya hemos batallado en las empresas.
"Para nosotros, que es muy difícil encontrar trabajo por fuera, esta fue una decisión muy acertada por parte de nuestros directivos, el poder, a base de este proyecto, poner a trabajar la potencialidad que tenemos las personas carentes de la vista", indicó.
"El Profe Mariano", como le llaman en la Escuela para ciegos señala que el centro de masajes es un sitio en el que pueden desarrollarse.
"Aquí nos podemos desempeñar como terapistas físicos, ofreciendo diferentes masajes y, de esa manera, convertirnos en personas autosustentables y poder llevar un dinero a nuestras familias y con esto ya no estamos desempleados", dice.
Y es que, relata, con la pérdida de vista, los otros sentidos se desarrollan y uno de ellos es el tacto, lo que les ayuda muy bien para encontrar alguna dislocación, lesiones y les da sensibilidad para palpar el cuerpo del ser humano e identificar alguna inflamación.
El mejor incentivo: que se queden dormidos
Filiberto Flores Pérez, es otro de los terapeutas del centro y para él, la paga por sus servicios es lo de menos.
"Para mí es una satisfacción, aparte de que es un trabajo, más mi satisfacción es de que salga mi cliente y me diga que se siente bien; o haberle dado el masaje y que se quede tan relajado que lo deje dormido, que me salga yo y él ni se dé cuenta. Para mí eso es un incentivo para echarle más ganas.
"En los tres cubículos prácticamente siempre hay gente; los clientes salen satisfechos y vuelven una y otra vez", dice Filiberto.
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