El lagrimeo constante en un bebé es un síntoma muy frecuente.
Generalmente está producido por una obstrucción del conducto lacrimonasal.
Imagen: ojo de un niño
El conducto lacrimonasal tiene la función de drenar hacia la nariz las lágrimas producidas en el ojo. Por ello, es habitual que al llorar nos tengamos que sonar la nariz, ya que fabricamos más lágrima cuando lloramos.
Cuando el conducto lacrimonasal está cerrado desde el nacimiento, las lágrimas no pasan hacia la nariz y se quedan estancadas. Por eso el bebé tendrá los ojos siempre húmedos y la lágrima le resbalará por la cara. Además, esta lágrima estancada se infecta, formando legañas que quedan acumuladas en el ángulo interno del ojo.
Es frecuente que el conducto lacrimonasal se abra espontáneamente semanas o meses después del nacimiento. Para favorecer que esto suceda se debe realizar un masaje sobre la piel en la zona del conducto lacrimonasal.
Imagen: ubicación del masaje a realizarle.
Este masaje consiste en presionar durante unos 10 segundos esa zona para que el aumento de presión desobstruya el conducto. En los casos que al presionar salga hacia el ojo la secreción acumulada, ésta se debe limpiar con un pañuelo de papel, gasa o toallita especial para la limpieza de los ojos.
Esta maniobra se debería repetir 3 veces al dia.
Si a pesar de realizar el masaje no se soluciona la obstrucción, el oftalmólogo infantil deberá realizar un sondaje del conducto lacrimonasal.
Información: Artículo escrito por Dra. Alicia Galán Terraza.
Fuente: http://www.clinicadyto.com/
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