La diabetes es la enfermedad metabólica más frecuente en los humanos. Está ocasionada por un déficit en la secreción de insulina o por un defecto en la captación celular de glucosa, con lo que aparece un aumento de la concentración de glucosa en la sangre y en los tejidos.
Imagen: grafico de un ojo
Se distinguen dos tipos de diabetes: diabetes mellitus tipo 1 o insulinodependiente o juvenil, por deficiencia absoluta de producción de insulina; y diabetes mellitus tipo 2 o no insulinodependiente o del adulto.
La diabetes puede producir afectación de todos los vasos sanguíneos del organismo. Destacan los daños sobre el corazón, cerebro, riñón y retina (retinopatía diabética). Para evitarlos hay que controlar la glucosa pero también es importante mantener cifras adecuadas de tensión arterial y de colesterol y triglicéridos en sangre.
La retinopatía diabética es una de las complicaciones microvasculares crónicas de la diabetes mellitus y en los países industrializados se ha convertido en la principal causa de deficiencia visual y ceguera en adultos entre los 25 y 74 años de edad. A pesar del desarrollo de sofisticadas técnicas para su diagnóstico y tratamiento, la incidencia de esta enfermedad sigue en crecimiento. En la misma medida en que ha aumentado la expectativa de vida en los pacientes diabéticos, también ha aumentado el número de complicaciones crónicas de la enfermedad, entre las cuales la retinopatía diabética constituye una entidad frecuente.
Las alteraciones propias de la retinopatía diabética son consecuencia de dos procesos patológicos fundamentales: el cierre vascular, que dará lugar a áreas de la retina con déficit de oxígeno, y el aumento de la permeabilidad de los vasos retinianos. Así, aparecerán microaneurismas, hemorragias, exudados y edema en la retina (especialmente en la mácula) que con el tiempo darán lugar a nuevos vasos anómalos y fibrosis que podrán provocar hemorragias vítreas y desprendimiento de retina.
Todas estas alteraciones retinianas se manifestarán como visión borrosa, deformación de las imágenes, visión de nubes o "moscas volantes" y en caso extremo pérdida de la visión.
Todo paciente diabético debería acudir al oftalmólogo una vez al año para valorar el estado de su retina mediante el estudio del fondo del ojo. Asimismo se deberá descartar la presencia de otras alteraciones oculares también asociadas a la diabetes como catarata, glaucoma y anomalías en el iris o en la córnea, exploraciones que se realizan en la lámpara de hendidura. Si aún existen dudas o se desea realizar una valoración más profunda, se practicarán una angiografía fluoresceínica y una OCT (tomografía óptica de coherencia).
La angiogafía fluoresceínica consiste en la inyección de un contraste en la vena del paciente y la obtención a continuación de una serie de fotografías del fondo del ojo que mostrarán las alteraciones de los vasos de la retina, su extensión, su gravedad y la necesidad o no de tratamiento.
La OCT es una prueba similar a un escáner de la retina. Es indolora, no invasiva y no requiere contacto con el paciente. Utiliza ondas de luz y nos muestra imágenes de todas las capas de la retina, su estructura, su espesor y la presencia de sangre, líquido, etcétera.
En las fases iniciales de la retinopatía diabética sólo se debe realizar seguimiento y control de la misma pero, si el problema avanza, se podrá aplicar fotocoagulación con láser para quemar las áreas de la retina dañadas y poco útiles y así mejorar la visión del área central (mácula). Esta fotocoagulación se realizará o en algunas zonas concretas o en la mayor parte de la retina si hay gran afectación.
En ocasiones es necesario también aplicar inyecciones de antiinflamatorios en el interior del ojo. Cuando aparecen complicaciones avanzadas como desprendimiento de retina o hemorragias vítreas se debe recurrir a la cirugía de vitrectomía. El crecimiento de vasos también puede originar glaucoma, que habrá que tratar mediante medicamentos y técnicas quirúrgicas.
La retinopatía diabética es una patología que va aumentando su presencia en nuestra sociedad por la mayor longevidad de la población. Los métodos diagnósticos y terapéuticos han avanzado mucho, pero todavía existen casos de difícil solución o de diagnóstico tardío.
Son muy importantes el control metabólico, la dieta, el régimen de vida y las visitas al médico de cabecera, al endocrinólogo y al oftalmólogo que nos indicarán la conducta a seguir.
Jesús CASTILLO LAGUARTA Oftalmólogo Médico Adjunto de Oftalmología del Hospital Clínico Universitario de Zaragoza Profesor Asociado Médico de la Facultad de Medicina de Zaragoza
Fuente: http://www.diariodelaltoaragon.es/
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