El juego en el agua mejora el aprendizaje en los niños ciegos
Imagen: niño ciego nadando
El taller lo ofrecen Susana Baschera, médica especialista en psiquiatría infanto-juvenil y psicoanalista, y Laura Hardy, licenciada en educación física, quienes relataron su experiencia a La Capital. “Se trata de un espacio de juegos donde el ambiente (la pileta) le pone menos barreras que la tierra al niño con ceguera”, dice Baschera. “El medio acuático favorece el movimiento, si bien no nos proponemos que aprendan a nadar, los chicos terminan nadando”, agrega Hardy.
La propuesta está destinada a chicos de 9 a 13 años, ciegos y disminuidos visuales. “Algunos, por sus trastornos subjetivos, tenían movimientos estereotipados, no jugaban. El taller les incentiva el vínculo entre ellos”, cuenta la psicoanalista.
Baschera explica que el niño en el primer momento de vida pasa por un período donde experimenta el mundo a través de la acción y lo visual, por eso los sonajeros de colores (el sonido es un aspecto secundario para el vidente). Mientras que en general las familias de los niños ciegos, tienen mucho miedo de largarlos solos en el espacio.
“Todo lo que no se vivenció en la acción queda sustituido por el lenguaje, a través de lo que cuentan los videntes. El chico va armando el mundo, pero no lo vivencia”, especifica la profesional.
Los niños que concurren a la pileta logran mejorar sus lazos sociales, jugar, aumentan el contacto con los demás y mejoran su capacidad cognitiva. Y lo importante es que los resultados se trasladan más allá del taller porque luego de la experiencia son más los padres que se animan a mandar a sus chicos a las colonias de vacaciones.
“Durante la actividad entran en contacto con gente en el vestuario, con el guardavidas y los chicos de otras escuelas. Esto los prepara para cuando comparten con su familia en los clubes en el verano. Ocurre que muchos papás prefieren no salir con sus hijos ciegos y entonces se genera un círculo vicioso, ya que ese niño no sabe comportarse socialmente”, agrega Baschera. El taller lúdico los ayuda a ser más flexibles, a tener menos resistencia a los cambios; se sienten bien en el agua, libres, lo disfrutan y no sienten miedo de caerse.
Las profesionales orientan mediante distintas consignas para el juego en el agua y posibilitan que cada uno haga lo que pueda y quiera. No está permitido aislarse y cuando notan que un alumno se desconecta de los demás, se lo busca e invita a integrarse al grupo.
Autonomía.
Con esta iniciativa se busca mejorar la autonomía e independencia de los chicos, de igual modo que en la materia de orientación y movilidad que brinda Hardy —profesora de educación física para chicos especiales— en el marco de la escuela, donde también recurre al juego para el aprendizaje.
¿Por qué es tan importante el juego en la educación de estos chicos?
La psicoanalista explica que el jugar hace a la construcción del sujeto. “No se puede jugar con objetivos ni se puede enseñar a jugar. Lo que uno tiene que hacer es brindar el espacio, e ir significando el hacer del chico como un jugar. Eso hace a la salud mental. Tiene la oportunidad de vivenciar todo aquello que por su propia discapacidad quedó como en un stand by (suspenso): el movimiento, la vivencia. La actividad lúdica tiene un efecto terapéutico”, aclara.
Además favorece los procesos cognitivos. Según Piaget, el primer estadio de la inteligencia es el sensorio motor y eso no se puede suplir. Todas estas oportunidades de jugar posibilitan una mejor inteligencia. “Los chicos a partir de propuestas como esta y otros talleres que tienen que ver con el cuerpo, han podido por ejemplo adquirir el concepto de decena”, agrega Baschera.
El taller en el agua, se realiza una vez por semana en la Escuela Rosarina de Natación, quien les dona el espacio. La iniciativa se viene llevando adelante hace unos años y forma parte de las actividades de la Escuela Especial Nº 2081.
Fuente: http://www.lacapital.com.ar/
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