El proceso de gestación y el parto son capaces de afectar al sistema visual.
Imagen: mujer embarazada
El embarazo y los cambios hormonales
Aparte de los cambios en la esfera digestiva (náuseas, vómitos, antojos), la piel, el acumulo de líquidos en la matriz intersticial, y un largo etcétera, lo cierto es que las hormonas también afectan a los ojos.
Pueden producir una progresión de la miopía. Quizás sea la única causa bien establecida de aumento “primario” de una miopía que no es progresiva.
Hay miopías simples y progresivas. Las simples tienen pocas dioptrías (por poner un límite, menos de 6 dioptrías), y no esperaremos que aumenten a partir de los veintitantos años. Las miopías progresivas tienen más de 6 dioptrías y podemos esperar que aumenten a lo largo de toda la vida, sin que encontremos una causa identificable. Luego están las “miopías secundarias”, que se deben a otra enfermedad. Por ejemplo, la que se debe a una catarata. El paciente se puede miopizar cuando le aparece una catarata, pero en su ojo no se producen los cambios habituales de las miopías primarias (aumento de la curvatura de la córnea, aumento de la longitud del ojo). También podríamos hablar del espasmo de acomodación, que ni siquiera es miopía, aunque lo parece. Pues bien, una mujer con miopía simple, que en principio no le va a progresar ya (por lo menos hasta que llegue a la edad de tener cataratas), al quedarse embarazada puede experimentar una progresión de la miopía. Por supuesto, una mujer con miopía progresiva también puede sufrir esta progresión.
Se debe a los cambios hormonales, que estimulan una pequeña “remodelación”, un cambio en las proporciones del ojo, remedando los que se producen en las miopías primarias. Es fácil de entender si tenemos en cuenta que la miopía aparece o progresa principalmente durante el crecimiento (adolescencia, pubertad), por el efecto trófico (de crecimiento) de las hormonas. En todo el cambio hormonal de la mujer embarazada aparecen también ciertos efectos tróficos, que implican cambios anatómicos, aumentos de tamaño o de proporción. Si bien el que crece realmente es el feto, la futura madre también puede notar sutiles cambios.
La miopía que acontece durante el embarazo puede retroceder en las semanas o meses posteriores al parto, y quedarse la paciente con la misma miopía que antes. O bien quedarse como algo estable, y ser un aumento permanente. También hay que tener en cuenta que es sólo una posibilidad, no todas las embarazadas miopes van a sufrir una progresión. En cualquier caso, cuando una gestante quiere graduarse, muchas veces le aconsejamos que aguante con sus gafas hasta después de dar a luz, porque la graduación puede no ser estable en ese momento, y posiblemente haya que volver a cambiar los cristales poco tiempo después. De la misma manera, es habitual que cuando una mujer en edad fértil va al oftalmólogo para valorar cirugía refractiva (operarse la miopía), éste le pregunte si piensa quedarse embarazada próximamente. En caso afirmativo es aconsejable retrasar la cirugía para después. Y en cualquier caso, hay que informar de que tras la operación la miopía puede volver a aparecer debido al embarazo.
Aparte de la miopía, los cambios hormonales también son capaces de producir, aunque raramente, una coroidopatía serosa central (que es una enfermedad de retina habitualmente auto limitada, que no suele necesitar tratamiento).
En casos complicados de embarazo, como la pre eclampsia o la eclampsia, encontramos alteraciones más severas en la retina: hemorragias, desprendimientos serosos de retina, etc.
El parto
En el parto concurren dos circunstancias: pérdida de sangre y la necesidad de hacer prensa abdominal (contracciones intensas de los músculos del abdomen). La pérdida excesiva de sangre puede hacer que baje la tensión a niveles peligrosos, que puede acabar en pequeños “infartos”, zonas donde no llega bien el riego sanguíneo y se produce muerte de tejido. Concretamente, en el ojo pueden producirse en la retina y el nervio óptico. Pero la verdad es que son complicaciones extremadamente raras.
Lo que sí que debemos prestar más atención es a la prensa abdominal. Este tipo de esfuerzos constituyen una maniobra de Válsala, en donde se aumenta la presión de los tejidos del abdomen y del tórax, y esa presión se transmite por los vasos sanguíneos hasta el ojo. Normalmente un ojo sano aguanta bien estos aumentos transitorios de tensión. Pero existen algunas retinas de riesgo, en las que hay lesiones que pueden desembocar en desprendimiento de retina. Nuevamente, son los miopes los que hay que vigilar más estrechamente, aunque las personas que han sufrido ya desprendimiento, aun sin ser miopes, también deberíamos vigilarlas de cerca. ¿Qué hacemos en estos casos? Antes del parto, exploramos la retina buscando las lesiones predisponentes al desprendimiento. Y las tratamos con láser. Así minimizamos el riesgo durante el parto.
En algunas circunstancias el oftalmólogo ha decidido desaconsejar el parto vaginal y proponer una cesárea, en retinas de alto riesgo, que cree que aun con un tratamiento láser previo, el riesgo de desprendimiento es alto. En estos casos, la solución es compleja: por una parte está el riesgo del ojo, que es difícil de establecer objetivamente, con las consecuencias de una cesárea innecesaria por parte del ginecólogo (cuyas complicaciones tampoco se pueden establecer objetivamente). La evidencia científica no aporta datos definitivos a favor o en contra de estas decisiones.-
Fuente: http://ocularis.es/
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