La bicicleta le da alas a un niño ciego de Santa Ana
Fabricio nació con una retinopatía congénita, pero eso no es un obstáculo para sus paseos. Tiene 11 años y aprendió a andar en bicicleta a los cinco. Primero lo hacía sólo en la cuadra donde vive. Ahora se arriesga a alejarse más de su casa y a soltar el manubrio.
Imagen: en el barrio, Fabricio conduce atento a los sonidos para orientarse.
Hace 11 años, cuando nació Fabricio, Cecilia Figueroa se imaginaba un futuro de oscuridad y tristeza. El pequeño había nacido ciego como consecuencia de una retinopatía congénita. Nunca conoció la luz.
"Cuando el médico me confirmó que Fabricio nunca podría ver, porque su patología es irreversible, me imaginé que la oscuridad de la ceguera lo iba a despojar de todo, pero sobre todo de la alegría y de una posibilidad de futuro. Eso me tuvo durante mucho tiempo muy triste y desesperanzada", contó la madre, que vive con la familia en Santa Ana.
Sin embargo, muy pronto Fabricio comenzó a asombrarla. A demostrarle que si no tenía vista, en cambio disponía de otros sentidos que le permitirían enfrentar la vida. Y su actitud era la de cualquier chico lleno de vida.
Hoy, para los vecinos, Fabricio es una persona muy especial, que conmueve a todos, principalmente cuando en el barrio lo ven ir y venir en bicicleta.
El pequeño, a pesar de su ceguera, es capaz de recorrer varias cuadras, sin siquiera desviarse de su carril, ni caerse. Asienta los pies en los pedales y se lanza en un andar que metro a metro adquiere más firmeza. Parece avanzar en un vuelo que lo llena de emoción.
"Aprendí a andar en bici a los cinco años. Solito tomé una que me habían regalado, y a los pocos días iba y venía por el patio. Hasta ahora ya tuve tres bicicletas. La que tengo ahora es una playera, que me regalaron para Reyes. Yo quería una de carrera con varias velocidades", confesó el niño. El ciclista siempre se aventura a ampliar su circuito, el cual en principio se limitaba a la cuadra del barrio donde vive.
En estos días, los vecinos lo ven que se va más lejos. En su afán de demostrar su destreza, hasta intenta soltarse del manubrio. "No Fabri; no que te vas a caer", le implora la madre. "No tengo miedo de andar porque siento cuando se acerca un vehículo, una persona o un animal. Entonces me paro y dejo que pasen. Hace bastante tiempo que no tengo ninguna caída. Le digo (a la mamá) que me gustaría correr una carrera. Estoy seguro de que último no voy a salir", asevera sonriente
Acá el video:
Fuente: http://hfnoticias.com.ar/noticia/index/261/7271
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